Elogio de Mariano Ferreyra
26/10/2010
La muerte de un militante revolucionario es la muerte de uno de los mejores hijos de los trabajadores y el pueblo. El militante revolucionario es el que sigue cuando los demás ya se cansaron, el que en vez de conformarse con lo que hay dice que hay que aprovechar para lograr más conquistas, el que siempre desconfía de la versión oficial y quiere estudiar críticamente las intepretaciones de la realidad. El militante revolucionario es el que nunca falta porque tiene que estudiar, en todo caso duerme menos y llega tan bien o mejor que los demás. El militante revolucionario es el que pone el cuerpo cuando los demás dudan o prefieren quedarse a un costado. El que hace su trabajo con obsesividad y se gana el respeto de sus compañeros. El que después de una larga jornada de trabajo utiliza el último aliento que le queda para organizar a los compañeros, para estudiar la historia del movimiento obrero o las ideas revolucionarias.
El militante revolucionario es el que eligió que su vida es importante pero más importante es si está orientada hacia objetivos grandes: la emancipación de la clase trabajadora y todos los oprimidos. El militante revolucionario es el que sabe que la vida tiene sentido si está puesta en función de algo infinito, que no es la divinidad de las religiones, sino la humanidad, con su incansable historia de opresión, miseria y sublevaciones. El militante revolucionario es el que sabe que no alza el puño por primera vez. Que hay innumerables generaciones de esclavos insurrectos que se alzaron antes y desde la historia reclaman que completemos la tarea que ellos no pudieron terminar. El militante revolucionario es el que sabe que no alcanza con ser izquierdista. Que para terminar con el capitalismo hace falta no sólo denunciar sus atrocidades, sino construir una organización revolucionaria que se proponga terminar con la explotación del hombre por el hombre de manera conciente y métodica.
El militante revolucionario es sobre todo, lo contrario de una figura mítica. Es una persona común, trabajador, estudiante, madre, hermana, que por motivos que no siempre se pueden racionalizar, simplemente no puede soportar la barbarie de la sociedad actual. No quiere ser un héroe, porque eso implica demasiado relieve individual, pero sabe que la lucha de clases puede ponerlo en el difícil lugar de los comportamientos heroicos. Lo único que desea no es el reconocimiento de los demás, sino pasar la prueba, no fallarle a sus compañeros. Estar a la altura de los que se la jugaron, de los que esperan que se la juegue ¡Suena tan modesto y tan difícil a la vez en un país donde la generación de los ’70 pasó por uno de los sistemas de terror y aniquilación más despiadados del Siglo XX!
Y sobre todo es algo tan desconocido por los indiviualistas, los que hacen su vida sin importarle lo que le pasa al de al lado, los que prefieren escalar en detrimento del bien común. Los que se burlan de los que luchan, porque es preferible ser un esclavo satisfecho, ingenuamente satisfecho con la propia condición de esclavo.
Lenin decía que este mundo es durísimo y muy cruel y muchas cosas deben ser destruidas por el hierro y por el fuego. En esa categoría entran sin duda, la burocracia asesina que segó la vida de Mariano Ferreyra, el gobierno que la sostiene y el sistema que defienden ambos. Los militantes trotskistas del PTS, estamos orgullosos de haber compartido la trinchera de lucha con Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero. Su nombre ha quedado inscripto para siempre en las banderas de lucha por la revolución socialista y la liberación de la clase obrera.