Francia: Rebelión bretona contra el gobierno de Hollande
14/11/2013
A fines de octubre, la aplicación de un impuesto “ecológico” al transporte en camiones en la región de Bretaña al noroeste del país, desató fuertes y masivas protestas muchas de ellas violentas. El impuesto, que fue diseñado por el derechista Sarkozy en 2009 y mantenido por el gobierno “socialista” de Hollande y sus aliados “ecologistas”, afecta a los camioneros, a pequeños y medianos productores agrícolas que descargan su crisis sobre los trabajadores, reduciendo los puestos de trabajo, y en general a toda la región que exporta gran parte de la producción. Tras cuatro días de paros y manifestaciones masivas, Hollande debió retroceder con el impuesto anotándose un nuevo fracaso que viene a sumarse al escándalo por la deportación de Leonarda, estudiante hija de un inmigrante kosovar (y el posterior movimiento de protesta desatado en universidades y colegios), a la resistencia contra los despidos en varias fábricas importantes y a la constante caída en las encuestas del presidente francés. Todo esto en el marco de la persistencia de una crisis económica que ya lleva la desocupación a más del 10% y a una polarización social y política, que se expresa, por ejempl, en el crecimiento del derechista y xenófobo Frente Nacional. A continuación publicamos la posición sobre estos acontecimientos de nuestros compañeros de la CCR en el NPA.
Lo que las banderas bretonas podrían anticipar
Las movilizaciones en Bretaña, que ya llevan semanas, marcan un punto de inflexión en las tendencias de la situación político-social actual de Francia, sobre el fondo del descrédito gubernamental, con una popularidad por el piso, de la gestión calamitosa del escándalo Leonarda-Kachik (estudiantes inmigrantes expulsados de Francia) y las movilizaciones de los secundarios que continúan.
Hay un cambio del clima político, con una preeminencia de elementos de lucha de clase y de insubordinación, que aunque confusos y contradictorios, se desarrollan en una situación signada por las tendencias al enfrentamiento y a la acción directa, tras las manifestaciones reaccionarias contra el matrimonio igualitario, la presión del Frente Nacional (FN), partido de la derecha xenófoba, los acuerdos regresivos de competitividad entre las empresas y las reformas antisociales del gobierno a las que dejaron pasar las direcciones sindicales.
Esta situación plantea a la vez la oportunidad y la obligación de intervenir para proponer ampliamente a las organizaciones obreras y de la juventud movilizarse por la defensa de las condiciones de vida, de trabajo, de empleo, en Bretaña y en toda Francia, con independencia de las patronales y de las personalidades de la derecha que intentan conducir el movimiento, y también del gobierno social-ecologista y de sus aliados circunstanciales, que tratan de apagar el incendio antes de las elecciones municipales y europeas del año que viene para poder pasar luego a la ofensiva en mejores condiciones.
Las consecuencias de la crisis
Las convulsiones ocurridas en Bretaña no son solo regionales, sino sobre todo la expresión de la manera en la que la crisis está socavando las bases de la estructura económica sobre la que se ha construido esta región a los largo de los últimos cuarenta años. Es un anticipo del nivel de tensión para la cual la extrema izquierda debe prepararse si pretende ser una alternativa política de los trabajadores y de la juventud, frente a los contragolpes de una crisis de la que nadie ve el final del túnel y que tanto la “izquierda” en el gobierno como la derecha en la oposición están bien decididas a hacer pagar a las clases populares.
Lo que hay de distintivo, por otro lado, en los sucesos bretones, es la manera en que una región hasta ahora marcada por una cierta estabilidad social y relativamente perdonada por la crisis conoce un empuje social multiforme y violento que desborda ampliamente los canales institucionales habituales.
Los sucesos bretones presagian las posibilidades de repentina radicalización, de estallidos que salen del cuadro de las movilizaciones sindicales-electorales-rutinarias, pero también la fragmentación de la lucha de clases, la dificultad para trazar un rumbo de clase en ausencia de un polo sindical combativo, que rechace la conciliación con la izquierda gubernamental, y de una izquierda radical a la altura de la crisis.
La lucha en Bretaña anticipa futuros enfrentamientos
La baja anunciada de las restituciones, subvenciones locales destinadas a sostener las exportaciones agroalimentarias en el marco de la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) y sobre todo la entrada en vigor del impuesto ecológico sobre los transportes en una región históricamente muy dependiente de la red rutera ha sido la gota que desbordó el vaso, transformando la exasperación y la cólera en movilización.
La situación es contradictoria, ya que sectores patronales –de los mataderos y empresas agroalimentarias participan del movimiento, y aprovechan la situación para despedir trabajadores, reestructurarse y posicionarse en la relación de fuerzas frente a la competencia europea y extra europea. Sea cual fuere la causa, no son los trabajadores de la industria agroalimentaria quienes tienen que pagar el costo de las reestructuraciones, pero es necesario en este caso, defender un programa que esté a la altura de la crisis del sector, lo que los socialistas locales electos y sus aliados ecologistas y regionalistas no quieren hacer.
Por otro lado, sería erróneo esconder con este comienzo de desborde de cólera, a los sectores patronales, de grandes sindicatos agrícolas, y la derecha bretona seguida de todo un cortejo de chupacirios. Han intentado meterse en la brecha y dirigir el movimiento con dos objetivos. En el corto plazo, hacer recular al gobierno con el impuesto ecológico, no tanto para proteger a los “pequeños” sino para el provecho de los gordos. En segundo lugar, intentar sacar partido del descontento de un electorado de la izquierda para desgastarlos hacia las próximas elecciones. Sin embargo, reducir el movimiento bretón al carácter de sus direcciones es desconocer su dinámica y sus potencialidades.
Un triunfo en Bretaña sería un paso adelante para fortalecer la resistencia contra la ofensiva y las agresiones que se sufren cotidianamente los trabajadores, tanto en el sector público como en el privado, los estudiantes, en la juventud y, más globalmente, las clases populares, en el marco de la crisis capitalista, que tiene uno de sus centros en la Unión Europea.
Estar a la altura de la situación, para los revolucionarios, es tener capacidad de proponer un programa radicalmente alternativo, desde el punto de vista de los trabajadores.
Estamos viviendo un período de preparación de los combates a venir, que están por cierto más cerca de lo que pensamos y que el movimiento bretón prefigura. Por esto también, estamos decididamente al lado de los trabajadores y la juventud en Bretaña en lucha.