La Embajada yanqui o los obreros de Kraft
01/10/2009
La huelga de Terrabusi marcó un punto de inflexión en la situación política. Ya no son sólo peleas entre los de arriba sino también la irrupción de la clase trabajadora en esas brechas. Quedará en la historia porque involucró a la propia embajada norteamericana.
Terrabusi le abrió las puertas en la escena nacional a un ascenso obrero que, como venimos mostrando desde estas páginas, se inició a fines del año pasado y se pronunció luego del debilitamiento del gobierno en las elecciones. Desde las luchas de resistencia en algunas automotrices de Córdoba y Santa Fe como IVECO, Renault, Volkswagen y General Motors entre fines del 2008 y el verano del 2009, hasta la reciente huelga de 6.000 petroleros de Santa Cruz, pasando por el paro de la UOM que se hizo activo desde abajo hasta en las pequeñas metalúrgicas, y las rebeliones salariales de las grandes siderúrgicas como Siderca de Campana. Los estatales y docentes en varias provincias, desde la rebelión de los municipales de Córdoba hasta la impresionante huelga de los trabajadores de la salud que se está llevando adelante en Tucumán.
Pero el impacto de la acción obrera de Terrabusi se debe a que la persistente lucha de cinco semanas y las acciones solidarias que desencadenó se basa en el ingreso a la lucha en una de las ramas más dinámicas del crecimiento industrial junto a las automotrices, la alimentación. El peso específico de los obreros de Terrabusi es porque su lucha se da ahí donde predominan los monopolios multinacionales como Kraft. La huelga de Terrabusi demostró que los que tienen los principales resortes de la producción nacional congregan detrás suyo a los resortes del poder de jueces, policías, funcionarios del aparato de gobierno, medios de comunicación y burócratas sindicales que han estado años a su servicio. En segundo lugar, los hechos de la represión del viernes 25 abrieron una profunda herida política en el gobierno y su relación con la clase trabajadora. Las imágenes de la policía montada arremetiendo contra una huelga obrera quedarán grabadas en la memoria de millones. Los Kirchner y el gobernador Scioli, que habían basado su campaña electoral en endulzar los oídos de los trabajadores del conurbano bonaerense con “la defensa del empleo”, dieron vía libre al desalojo -reclamado por la embajada de EE.UU. como reconoció Scioli- con gases, palos, balas de goma y detenciones de obreros y obreras en lucha por sus puestos de trabajo. El Ministerio de Trabajo apareció como una escribanía de la multinacional. La dirección de la CGT se desenmascaró como sirviente de la patronal yanqui. Mientras que Moyano y Daer condenaban la huelga atacándola de “ultraizquierda”, en la propia base peronista crecían las expresiones de solidaridad que se multiplicaron luego de la represión. Los trabajadores del Astillero Río Santiago realizaron un paro en repudio impulsado por los delegados de la izquierda y la Lista Blanca peronista, los votantes del oficialismo en las fábricas del Gran Buenos Aires o en las grandes automotrices de Córdoba expresaban su indignación, y hasta sectores de afiliados del oficialista UPCN en el INDEC aportaron por el fondo de lucha de Terrabusi. Hasta logró meterse en la agenda de la rutinaria dirección de la CTA que debió, luego de cinco semanas de silencio y parálisis, otorgarles la tribuna a los delegados de Terrabusi en su acto “por la libertad sindical”.
La huelga de Terrabusi desnuda, de paso, el verdadero papel de los medios de información de masas. Para romper el cerco de la dictadura mediática de los monopolios que, todos auspiciados por Kraft, condenaban al aislamiento a la huelga, los trabajadores tuvieron que cortar la Panamericana y valerse de la ayuda de un sector militante del movimiento estudiantil que realizó los cortes de calles de la Capital para conmover la atención de la población. Las acciones irradiaron contagio a diversos sectores que apelaron a la acción callejera, incluida la vuelta de los movimientos de desocupados que se solidarizaron con la lucha de Terrabusi y salieron a disputar con los intendentes del conurbano su participación en los planes de viviendo anunciados por Cristina Kirchner.
Los monopolios de la información que apoyaban en vivo y en directo los piquetes del lock out agrario y el desabastecimiento del 2008, ahora utilizan la difusión de los cortes para crear un clima de agitación en su batalla contra el gobierno y derechizar a “la opinión pública” con la consigna de terminar con “el caos” de tránsito. La gesta de Terrabusi y las acciones de solidaridad que desencadenó ayudan a mostrar el carácter clasista del debate sobre la Ley de Medios entre el gobierno y la oposición en el Congreso.
Los delegados de base y la izquierda
El jefe de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, se sumó a lo declarado por las corporaciones patronales de la industria como la UIA y la Copal. “Vemos con preocupación el estallido de este tipo de conflictos en las empresas porque hay algunas comisiones internas que parecen más poderosas que la propia CGT”, dijo ante más de 200 empresarios que se reunieron en Rosario. Esta preocupación de la patronal agraria por la salud de la CGT muestra que a la derecha más rancia del país le resulta “funcional” encontrar un punto de apoyo en los mejores aliados del gobierno, los jerarcas sindicales, como Daer o Moyano.
Acaba de salir a la luz algo que ya habíamos denunciado en La Verdad Obrera: el vocero de la empresa Kraft, López Matheu, es un especialista en “liquidar” las organizaciones de base de los trabajadores en las empresas dominadas por los monopolios. Como directivo de Clarín fue el encargado de hacer desaparecer las comisiones internas de la redacción del diario y la planta gráfica (AGR), apelando a la represión en los años 2000 y 2004 para despedir a los delegados y avanzar con cientos de despidos y mayores ritmos de explotación. ¿Qué más hace falta para demostrar que el objetivo de López Matheu y la gerencia de Kraft es liquidar la organización sindical de base para adaptar las condiciones de explotación a los nuevos tiempos de la crisis capitalista internacional? La causante de despidos no hay que buscarla en la justa rebelión contra la desidia patronal ante la gripe A. Lo demuestra el hecho de que la mayor cantidad de despedidos no está en el turno que fue epicentro de la protesta, sino en el de la noche, donde se concentran los delegados más combativos. La apelación de la patronal a la justicia iniciando causas penales contra los delegados es un claro intento de criminalizar la acción sindical de parte de una patronal dispuesta a lanzar provocaciones, inventar pruebas y hasta comprar fiscales y jueces para lograr sus fines.
El conflicto de Terrabusi condensa una formidable resistencia de los trabajadores a la voluntad de los monopolios de descabezar las organizaciones de base del movimiento obrero, los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Pero, a su vez, esta lucha reveló una nueva cuestión política: cuando estas organizaciones no están controladas por los burócratas permiten la pluralidad de partidos de los delegados elegidos en la base del movimiento obrero, a diferencia del verticalismo de los sindicatos donde reina la “lista única” como recientemente en la Unión Ferroviaria de Pedraza que proscribió a la oposición clasista en el ferrocarril Roca. El ataque de Moyano y Daer a los huelguistas por “ideologizados” y “politizados” puso de relieve la relación entre la clase trabajadora y la izquierda. En las nuevas comisiones, y especialmente en los cuerpos de delegados, como en el subte, se expresan todas las corrientes sindicales y políticas que participan de la lucha de la clase trabajadora.
En el caso de Terrabusi, en la comisión interna y el cuerpo de más de 40 delegados de base de sección de todos los turnos confluyen, junto a independientes, dirigentes de la CCC-PCR, y de la agrupación clasista de la alimentación en la que participa el PTS. Tenemos diferencias políticas de fondo, como claramente se expresó en el conflicto entre el campo y el gobierno donde la CCC (junto al MST de Ripoll) se alineó con las patronales agrarias y en cambio la corriente en la que participamos mantuvo independencia de los dos bandos capitalistas y se referencia en las banderas de los obreros de Zanon. Pero componemos una organización de frente único obrero que representa a las distintas tendencias que actúan en la fábrica y son elegidas por el voto de la base trabajadora. Contra lo que quiere imponer la embajada yanqui, los obreros de Kraft deben triunfar: reincorporación de los despedidos con todos sus delegados adentro.
Publicado en La Verdad Obrera del pasado 17 de septiembre, exclusivo en internet
Los gerentes, dos tipos del palo
El millonario Warren Buffett, dueño de Kraft, aseguró hace poco que “en América se está viviendo una guerra de clases”.
Quizás por eso a la cabeza de Kraft Argentina están dos hombres que representan fielmente el espíritu de la patronal yanqui, y de una cámara represora como la Copal.
Alberto Pizzi es el gerente general de la empresa, y se formó en el Liceo Militar en plena dictadura. Integrante de la Promoción 37, se recibió luego de subteniente de Caballería. En su currículum asegura que dejó las armas en 1985 para dedicarse a administrar empresas (primero Pepsi, después Kraft), pero por lo que muestra su accionar en Terrabusi, más bien parece que unió ambas pasiones.
Su fiel ladero es Pedro López Matheu, el vocero de la empresa, quien se empeña en atacar a los trabajadores por todos los medios. López Matheu no tiene nada que envidiarle. Por ejemplo, fue director de Asuntos Institucionales del Grupo Clarín durante diez años, etapa durante la cual el diario se encargó de aplastar el surgimiento de comisiones internas en la redacción y la planta gráfica, con represiones incluidas (2000 y 2004).
¿Será que Pizzi y López Matheu están haciendo laureles para suceder a Zorreguieta?
L.A.