Argentina: ante las "nacionalizaciones" de Chávez
La ’defensa nacional’ es contra Techint y los capitalistas
28/05/2009 LVO N° 327
A raíz de las recientes estatizaciones del gobierno de Venezuela que afectan a tres empresas del Grupo Techint se ha desatado una campaña reaccionaria de todo el arco patronal y los medios masivos. Se intenta instalar la idea de “la defensa de una empresa argentina” y, más aún, de “los intereses nacionales” ante un gobierno extranjero.
Esto pasa cuando se están por cumplir 18 años desde que, el 4 de julio de 1991 bajo Menem y Cavallo, fue puesto en marcha el plan de privatización de la industria más grande que poseía el estado: Somisa de San Nicolás (hoy Siderar) que fue entregada a precio vil al grupo de los Rocca. La intervención de la entonces gran empresa estatal productora de acero fue tomada, hasta diciembre del ‘91, por el ex burócrata sindical del gremio del plástico Jorge Alberto Triaca devenido ministro de Trabajo de Menem; y desde entonces por María Julia Alsogaray hasta su definitiva privatización en noviembre de 1992. Triaca había dicho que tenía “sentido” deshacerse de 8000 trabajadores para vender la empresa en no menos de 300 millones de dólares. En el Suplemento económico de Página/12 del 8 de marzo de 1992, se presentó el llamado “Informe Braxton” que sostenía, en cambio, que su valor de venta iba de 400 a 700 millones de dólares. Pero finalmente, con la interventora María Julia Alsogaray, hoy condenada por enriquecimiento ilícito, se informó que Somisa fue vendida por 100 millones de dólares en efectivo; 40 millones con pagarés; 12,5 millones en títulos de la deuda externa. La única medida que merecería el nombre de “defensa nacional” sería, lisa y llanamente, la expropiación de estos empresarios expropiadores, es decir la reestatización de Siderar, sin indemnización alguna y su puesta en funcionamiento bajo administración de los trabajadores, como decimos en la tapa de este número de La Verdad Obrera.
El intento de crear una “opinión pública” reaccionaria
La nueva campaña opositora muestra el abandono cada vez más evidente de la cúpula empresaria al gobierno de los Kirchner que, aunque gane las elecciones, ya no cuenta con apoyo firme de ningún sector significativo de la clase dominante. Ya no es sólo una presión para aplicar una devaluación y bajar las retenciones agrarias a favor de la burguesía del campo; sino además un cuestionamiento a la política exterior del gobierno. Más de 70 representantes de los empresarios industriales se reunieron en la sede de la UIA para emitir una declaración de protesta. “La junta directiva de la Unión Industrial Argentina solicita a las autoridades argentinas rever la decisión de incorporar a Venezuela como miembro pleno del MERCOSUR”, dice el comunicado.
No les alcanza que el gobierno demuestre “con hechos”, como gusta decir, que por gestión ante Chávez de la propia Cristina Kirchner el grupo Techint ya recibió por la anterior estatización de Sidor de Venezuela, 1.970 millones de dólares, una indemnización superior a los valores de mercado. No alcanza que los funcionarios del gobierno expliquen que “de ninguna manera” la intervención de Guillermo Moreno en la papelera Massuh es una nacionalización, sino una forma de “saldar la deuda” que dejó el vaciamiento volcando para ello el 30% de las ganancias que obtenga la, ahora, Papelera Quilmes, gracias a los subsidios con fondos del Anses. Ni siquiera les parece suficiente que el propio líder de la CGT Hugo Moyano sorprendiera con declaraciones contra la estatización venezolana porque “eso no es lo que nos enseñó Perón”. Ni que el jefe de la UOM, Antonio Caló, haya emitido un comunicado del sindicato que dirige en el que“invita al presidente Hugo Rafael Chávez Frías a respetar los acuerdos bilaterales de protección de inversiones”.
Aún así, “no hay confianza” en la clase dominante.
La de la oposición es la teoría de “nosotros o el caos” de los Kirchner, dada vuelta. Ante lo que se prevé como una primacía del gobierno en la carrera electoral, De Narváez, Macri, Felipe Solá, Carrió, Cobos y toda la oposición lo ha tomado como bandera de campaña, agitando hacia las clases pudientes el fantasma de un supuesto “giro chavista” de los Kirchner para después del 28 de junio. Un artilugio para, en realidad, preparar una “opinión pública” más a la derecha por la crisis que se viene con su secuela de despidos y quiebras de empresas donde va estar a la orden del día poner en cuestión la propiedad privada de los capitalistas.
Buen balance para las fuerzas clasistas
Ese clima reaccionario es el que intentaron crear los medios ante el paro de los trabajadores Metrovías que paralizaron el principal transporte masivo de la capital durante dos horas en el marco de la jornada nacional de la CTA. La contundencia de la medida en todas las líneas del subterráneo -otra de las empresas privatizadas bajo el menemismo- se apoyó en una disciplina basada en la organización de un amplio cuerpo de delegados de un centenar de representantes y en el método de resolución de las medidas de lucha adoptadas democráticamente en asambleas de base. Así pudieron sortear las amenazas conjuntas de la empresa y los carneros de la UTA que no pudieron poner en movimiento un solo tren. Un claro contraste con la dirección de la CTA que ni convocó a asambleas en los lugares de trabajo ni quiso concentrar en una marcha unificada a los miles que, además de hacer huelga, se querían manifestar activamente en las calles. El paro del miércoles 27 de mayo fue todo lo amplio que lo permitió su dirección. En diez provincias, decenas de miles de docentes vaciaron las aulas, en la mayoría de los casos con bronca acumulada contra la dirección de Yasky y Baradel, o con las direcciones de los sindicatos provinciales de CTERA que levantaron las medidas de fuerza que meses atrás se llevaban adelante por mejoras salariales que no se consiguieron. Mientras las conducciones y juntas internas de ATE en la provincia de Buenos Aires desertaban de la organización del paro, las asambleas realizadas como en el Astillero Río Santiago demuestran que la democracia sindical es un arma para la lucha; no sólo paralizaron la fábrica de Ensenada sino que 2000 obreros se movilizaron y cortaron la autopista junto a trabajadores de IOMA y otras reparticiones estatales de La Plata. Como mostramos en las páginas de este número, a pesar de los límites impuestos por la dirección de la CTA, en la base de los sindicatos hay fuerzas para enfrentar a los capitalistas.
La inteligente y activa política de la dirección del sindicato de los ceramistas neuquinos que unieron el reclamo de Zanon bajo control obrero al de miles de docentes y estatales de la provincia en una marcha común para plantear una opción de independencia política; o la actitud del cuerpo de delegados del subte que le dio el carácter combativo a la jornada en la capital sumando, además, su propio reclamo por el reconocimiento de su sindicato independiente de la UTA, es el camino a seguir para construir una potente oposición clasista en los grandes sindicatos de ambas centrales para recuperarlos como herramientas para la lucha de clases de los trabajadores. El balance de la jornada puso más en evidencia los límites insalvables de los dirigentes burocráticos que no quieren enfrentar seriamente al gobierno o siguen variantes patronales; y fortaleció a los luchadores y organizaciones clasistas que nos jugamos por superar, en el curso de la lucha, esas limitaciones. La gran actividad militante de los compañeros y compañeras del PTS junto a las agrupaciones clasistas de las que participamos en el impulso del paro del 27, está basada en la convicción que la fuerza social para que la crisis la paguen los capitalistas está en la clase trabajadora y que de allí saldrán miles de nuevos dirigentes que aportarán a la construcción de un partido para vencer.