Venezuela: Un debate importante
La izquierda y las elecciones presidenciales
27/05/2006
Faltan siete meses aún para las elecciones presidenciales, cuando ya está en las calles la campaña “por los 10 millones de votos” por la reelección de Chávez. Mientras la derecha se debate en escoger su posible (o posibles) candidatos en una suerte de elecciones primarias, pero manteniendo la posibilidad de no presentarse. Creemos que es importante abrir el debate sobre cuál debe ser la política de las organizaciones obreras frente a las elecciones de diciembre. La discusión incluso ha trascendido las fronteras nacionales y diversas organizaciones políticas de Latinoamérica que se reivindican trotskistas han salido a apoyar el voto por Chávez. Entre estas corrientes se encuentran el MST-El Socialista y el MAS de Argentina.
Diversos dirigentes sindicales y políticos del PRS vienen apoyando en los últimos encuentros sindicales la moción de llamar a votar por Chávez, a pesar de que afirman estar de acuerdo con nuestros planteamientos del carácter de clase del gobierno y de las políticas que lleva adelante, argumentando que millones de trabajadores confían en el Presidente. Con esta lógica han lanzado discursos públicos por los “10 millones” como en el acto del 1° de mayo [1], y han apoyado la moción por la reelección de Chávez en el último Encuentro de la Corriente Sindical C-CURA [2]. Así, en una de sus resoluciones, se afirma que “ratificamos nuestra voluntad política de acompañar en la batalla contra los enemigos internos y externos de la revolución, al ciudadano presidente Hugo Chávez Frías, por lo cual respaldamos su nombre como candidato presidencial... por encarnar el sentimiento de lucha y esperanza de un pueblo para cambiar el modelo capitalista, a pesar de no ser un candidato salido de las filas de los trabajadores y del movimiento sindical”.
Desde la Juventud de Izquierda Revolucionaria (JIR) en el PRS, nos oponemos abiertamente a esta política pues en los hechos lleva al conjunto de los trabajadores al callejón sin salida del proyecto nacionalista burgués de Chávez. Sostenemos que la tarea del momento es desenmascarar a los ojos de los trabajadores el contenido real de la política de Chávez, explicando cómo sigue defendiendo los intereses y negocios de los capitalistas, permitiendo que continúe la explotación y la pobreza de las grandes mayorías trabajadoras del país.
Nosotros consideramos que la posición que hay que tener frente a Chávez debe responder al más elemental principio de independencia política de clase. Por eso venimos planteando la necesidad de levantar una candidatura obrera independiente, con un programa de lucha anticapitalista, por la expropiación de los “ladrones nacionales y extranjeros”, para que las empresas, bancos y tierras pasen a manos de las mayorías trabajadoras y planificar la economía de acuerdo a los intereses de los explotados, a través de un gobierno directo de los trabajadores y el pueblo pobre; un gobierno cuyos órganos sean las instancias de lucha y democracia directa que conquiste el movimiento de masas en el transcurso de su lucha. ¿Es posible levantar una política de independencia de clase como ésta y al mismo tiempo llamar a votar por Chávez? Creemos categóricamente que no. Desgraciadamente, el PRS no tiene legalidad política y a estas alturas, ya no dan los tiempos para juntar los requisitos y presentar una candidatura obrera. Por eso en estas elecciones somos categóricos, ¡no votamos por Chávez ni por los candidatos escuálidos de la oposición proimperialista! Frente a la ausencia de candidaturas obreras independientes llamamos a los trabajadores a votar nulo o en blanco.
Sumarse a la campaña por los “10 millones de votos” en la actual situación, donde ninguno de los probables candidatos opositores de la derecha que se puedan presentar tienen alguna posibilidad concreta de derrotar a Chávez (e incluso es posible que no presenten candidatos tal como aconteció en las elecciones a diputados nacionales del año pasado) no es más que una adaptación política al chavismo. Ni siquiera justifican el voto a Chávez frente a una posible derrota ante la oposición pro-imperialista.
Todos los que llaman a votar a Chávez hablan de una revolución en curso, embelleciendo el discurso oficial de la “revolución bolivariana” cuando en realidad no se ha tocado siquiera el más mínimo de los intereses económicos de la burguesía y los terratenientes, altamente comprometidos con el golpe de abril de 2002 y el sabotaje petrolero. Incluso nos hablan de que “hay que profundizar la revolución”. ¡Pero qué revolución es ésta donde siquiera los revolucionarios tenemos candidato para presentar en las elecciones! ¿O es que acaso consideran que Chávez es el gran candidato revolucionario?
Para diversos sectores lanzar una candidatura obrera independiente o no llamar a votar a Chávez implicaría aislarnos de los trabajadores, y que para estar junto a éstos hay que sumarse a la campaña por la reelección del Presidente, tratándose de una cuestión simplemente “táctica”. Argumentan también que no hay ninguna relación entre la táctica electoral de sumarse a la reelección de Chávez con el apoyo político al Presidente, lo que está en la misma línea de pensamiento de quienes plantean que se hace incorrectamente del voto un problema de principios y no se toma en cuenta el nivel de conciencia actual de las grandes masas venezolanas [3], borrando así, de un plumazo, cualquier delimitación de clase, y fundamentando que sumarse a la campaña por los “10 millones de votos” no es fortalecer las ilusiones de los trabajadores en la figura de Chávez y su gobierno.
La confianza de los trabajadores y de las grandes masas populares en Chávez es sin duda importante, pero justamente esta confianza es la principal traba que tienen hoy los trabajadores para avanzar en su organización y movilización independiente. Esto no puede ser una excusa para no pelear por la estrategia de independencia de clase, en todos los terrenos, incluido el electoral. Pero ocurre que llamar a votar por Chávez no es sólo un asunto “táctico”, como se suele afirmar, pues se trata de un candidato que encabeza un gobierno y un proyecto político burgués, es decir, opuesto a los intereses estratégicos de la clase obrera y de los explotados. Se olvidan que la desgracia del proceso político venezolano es precisamente la falta de una oposición obrera y socialista que le dispute a Chávez la dirección de la clase trabajadora.
Desde el proceso de reorganización que se está desarrollando en franjas importantes de los trabajadores (ver En la Venezuela de Chávez...), y donde dirigentes sindicales del PRS tienen una influencia considerable, es posible realizar una intervención y un diálogo político clasista, planteando la necesidad de confiar sólo en las propias fuerzas de los trabajadores, multiplicar nuestra organización y prepararnos para la lucha por las demandas fundamentales, sin depositar la menor confianza en el gobierno y planteando la necesidad de la lucha por un partido independiente de los trabajadores.
Para que los trabajadores puedan cumplir su papel histórico revolucionario contra el orden de dominación existente, es necesario que previamente a los momentos revolucionarios, estos hayan conquistado los más elevados niveles de independencia política frente a la clase dominante y cualquiera de sus variantes. Esta es toda una determinación programática que debe expresarse también en el terreno electoral. Lo otro es hacer un cómodo seguidismo al chavismo, y es justamente en momentos como los actuales en nuestro país, donde los revolucionarios debemos combatir las ilusiones de los trabajadores en Chávez.
La independencia política (y no sólo organizativa) frente a la burguesía y cualquier proyecto de colaboración de clases es la primera condición indispensable para defender consecuentemente los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera, de los campesinos pobres y demás sectores explotados. Es de esta manera como podremos contribuir además a preparar a los trabajadores para los seguros combates por venir, donde será necesaria no sólo la firmeza contra los patrones, sino la desconfianza en el gobierno para no ceder ante los “cantos de sirena” de la colaboración de clases.