En los medios
La plaza no admite más trampas
21/11/2011
Las cosas están mal en Egipto. El aroma a libertad de la primavera árabe se ha mezclado con el hedor de la sangre y de la represión. Está previsto que el próximo lunes empiece a elegirse el nuevo Parlamento que deberá designar a la comisión que redacte la Carta Magna, pero la fecha se acerca mientras el país se sume en una escalada de violencia. Algunos egipcios están confusos, muchos enfadados. Los carteles electorales se alternan con las pintadas de los activistas en las paredes del barrio de Bursa contra el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que gobierna el país. Dicen que “no tiene legitimidad” y que “el pueblo quiere un Gobierno civil que le rescate”.
“Yo grito en casa”. Esa es la respuesta que da Ayman, con una carcajada, cuando le preguntan si va a votar el próximo 28 de noviembre para decir que no irá a las urnas. Este joven bromea usando la homonimia entre la voz árabe que se refiere a los verbos votar y gritar, una coincidencia que ha aprovechado el ingenio cairota para sus habituales chistes ante la cercanía de los comicios. Ayman es el responsable de preparar las shishas en un café de Bursa, en el centro de El Cairo, uno de los rincones donde los activistas o los jóvenes se reúnen a charlar o hablar de política y donde se refugian cuando en Tahrir el gas lacrimógeno es insoportable.
Osama, que tapiza sillas en un pequeño local junto al edificio de la Bolsa y es de un barrio popular, cree que “debería salir alguien nuevo a quien votar”. Tiene la sensación de que las listas van llenas de candidatos del antiguo partido de Mubarak. Saader, que en árabe significa paciente, es el nombre supuesto que se atribuye un estanquero ambulante. Él no se fía de ninguno de los que van en las listas. “Son unos ladrones, los mismos que antes”, argumenta. “Antes los votos llegaban a las 500 libras en el último momento. Nos ofrecían móviles, regalos, por eso nunca fui a votar”. Saader comprende a los que protestan porque cree que “Tantaui no tiene nada que ofrecer”. Mohamed Hussein Tantaui, el mariscal al frente de la Junta Militar, es en su opinión “igual que Mubarak”.
“El próximo golpe de Estado será contra él”. Las palabras de Saader, un sexagenario “que ya lo ha visto todo”, resumen el motivo por el que las protestas han vuelto a las calles de Egipto. “Si algún desconocido gobernara confiaría en él, pero ¿en el Ejército? Ya me lo conozco. Quiero algo mejor para mi hijo menor, que está en secundaria”, añade. Un parroquiano, Ibrahim, se une a la conversación. “Yo prefiero que gobiernen los militares a los islamistas. Imagínate. Si llegasen al poder cerrarían los bares, taparían a las mujeres. No podríamos sentarnos aquí juntos a fumar una shisha”.
Adel, un profesor que sortea las sillas y las mesas, cree que existen muchas posibilidades de que los militares quieran quedarse en el poder. Pero, aunque no tiene claro a quién votará, cree que las elecciones deben continuar para que “al menos haya un Parlamento y una posibilidad de que los militares se vayan”. “Si pretenden acomodarse que se preparen. La gente ya sabe el camino a Tahrir”, argumenta.