La reunión del G7
La última “esperanza” para los capitalistas
10/10/2008
El desplome de la bolsa durante las últimas semanas a pesar de la serie de medidas sin precedentes tomadas por las autoridades políticas y económicas, la FED y otros bancos centrales de todo el mundo plantea que la fuerza del proceso de desendeudamiento y desvalorización de activos de la economía mundial es casi imparable como pone de manifiesto la brutal caída de más del 20% de las principales bolsas del mundo en la semana. En los EEUU, tanto el Dow Jones como el S&P 500 tuvieron caídas superiores al 20%, peor incluso que en cualquier semana del Gran Crack de octubre y noviembre de 1929 o el crash del Lunes Negro de octubre de 1987. Tanto Wall Street, la bosa de Londres, el Nikkei 225 y otros indicadores bursátiles europeos han caído un 40% de sus picos alcanzados en octubre del año pasado.
Si en la reunión del G7 no se toman medidas “ultrarradicales” como nuevas bajas de las tasas de interés a casi cero en los EEUU; sostener a los bancos solventes pero ilíquidos y dejar caer a los otros mediante nacionalizaciones con poderes arbitrarios, llegando en algunos extremos a nacionalizaciones completas temporarias, al menos de los bancos más importantes, vulnerando el sacrosanto derecho de propiedad de algunos banqueros y accionistas -como ya lo hizo en una pequeña muestra el Banco de Inglaterra invocando las leyes antiterroristas para salvar los activos británicos en los bancos de Islandia en el Reino Unido; poner dinero en masa en el sector corporativo para evitar las bancarrotas de las firmas que están paralizadas y pueden dejar de operar por falta de crédito; programas de obras públicas, entre otras. Y, lo más importante, “convencer” a los países con superávit de cuenta corriente que sigan financiando a los que están endeudados y tienen importantes déficit de cuenta corriente, como Estados Unidos, que absorbe un 44% del superávit de cuenta corriente mundial (este porcentaje asciende al 63% si se suman Inglaterra, el estado Español y Australia), y así evitar un ajuste desordenado de los desequilibrios mundiales.
En los marcos del capitalismo, sólo medidas extremas como éstas quizá (con un gran signo de interrogación) podrían evitar o alejar la perspectiva inmediata de un descalabro financiero y una depresión global, -ya sea “a la japonesa” o similar a la de 1930, con todas las diferencias del caso- aunque no la recesión global que ya es imparable. La crisis financiera mundial puede transformarse en una dura caída económica de la que no se salvará ningún país en el mundo con consecuencias deflacionarias brutales.
Está por verse entonces, si después de la peor semana en las bolsas de toda la historia del capitalismo mundial, los representantes del G7 tienen la voluntad política y el nivel de acuerdo entre ellos - de contenido y no de fachada- para aprobar un plan de medidas concretas de emergencia a la altura de semejante vendaval que se ha abierto. Muchos lo dudan. En cualquier caso, las salidas de los capitalistas será descargar la crisis sobre los trabajadores y las masas populares con suspensiones y despidos masivos, recorte de gasto público y mayor pobreza. Se han abierto tiempos difíciles con enormes consecuencias sociales, políticas y geopolíticas de carácter histórico que puede aguijonear una fuerte lucha de clases contra los devastadores efectos de la crisis.