Crisis económica Europea
Mega blindaje al Euro
13/05/2010
Fin de semana frenético en Europa. Un cónclave de trabajo del presidente francés Nicolás Sarkozy con los ministros más importantes evalúa la evolución de la crisis. Frecuentes llamadas telefónicas internacionales, incluyendo teleconferencias del G7 y el G20. Obama admite “gran preocupación” por la crisis griega y por las posibles consecuencias sobre las economías de Estados Unidos y Europa. Dos contactos telefónicos durante el fin de semana entre la Casa Blanca y Berlín. Obama se pone en contacto con Sarkozy y exhorta a la canciller alemana Angela Merkel a intervenir con “más vigor” ante la UE para tomar medidas “enérgicas” que apacigüen a los mercados.
Mientras tanto el Ecofin (ministros de finanzas de la Unión Europea) está reunido en Bruselas. En Frankfurt se encuentran, en reunión extraordinaria, los representantes del Banco Central Europeo. Conclusión: a última hora del domingo deciden un plan de rescate sin precedentes por su monto. 750.000 millones de euros (unos 950.000 millones de dólares y el equivalente a alrededor del 8% del PBI de la zona euro) serán destinados a evitar la quiebra de los países de la zona euro en dificultades y a proteger al euro “frente a la manada de lobos” (ataques especulativos) que tienen en la mira a España, Grecia y Portugal. El plan consiste en un dispositivo que se divide en varias partes e incluye la participación de la Comisión Europea, los países miembros de la zona euro y el Fondo Monetario Internacional.
“Fondo de estabilización del euro”: la madre de todos los rescates
El plan votado entre gallos y media noche, repleto de indefiniciones y con una interpretación particular de las normas de la Unión Europea, fue apurado en gran parte como golpe de efecto para sosegar a los mercados en su apertura, mostrando disposición de “defender el euro cueste lo que cueste”. De los mencionados 750.000 millones de euros, 60.000 millones se obtendrían mediante un préstamo en los mercados respaldado por el presupuesto de la Unión Europea, según las normas de un fondo existente que fue creado para ayudar a miembros de la UE no pertenecientes a la euro zona que enfrentasen dificultades, tal como sucedió el año pasado con los países de Europa del Este. Ahora serían utilizados para miembros de la Eurozona y se activarían frente a la necesidad de divisas de algún país para cumplir con sus compromisos externos. Por otra parte los estados de la zona euro (16 miembros incluyendo a los propios Grecia, Portugal, España), se comprometen a garantizar préstamos bilaterales por un monto de hasta 440.000 millones de euros más. Obviamente España y Portugal (Grecia no tiene ni que avisar…) adelantaron que no van a ser de la partida ya que son parte de los estados que deberían ser “rescatados”. La “opción nuclear” cuya aplicación había sido descartada la semana pasada por el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, se pone ahora en práctica. La medida consiste en la adquisición en el mercado secundario por parte del Banco Central Europeo (único organismo emisor de euros) a través de sus filiales nacionales (bancos de los países que integran la zona euro) de bonos de deuda de los estados miembros. Con esta medida el BCE inyectaría liquidez (dinero) en los mercados para salir al rescate de los bonos de deuda de los países que se encaminan hacia la cesación de pagos. El FMI por su parte podría aportar créditos por valor de al menos la mitad del aporte europeo, es decir por 250.000 millones de euros. Lo que quedó más que claro y por iniciativa fundamentalmente de Alemania es que cualquiera de estas “ayudas” estará sujeta a “estrictas condiciones del FMI” tal como le fueran impuestas a Grecia. Por último, el BCE actuará de forma coordinada con la Reserva Federal estadounidense, el Banco de Inglaterra, el Banco de Canadá, el Banco Nacional de Suiza, y el Banco de Japón, quienes reactivarán facilidades temporales de intercambio de divisas en dólares. Esto significa que la FED enviará dólares a través de los bancos centrales, incluido el BCE para que puedan prestarlos a los bancos nacionales europeos que necesiten financiación en dólares (porque enfrentan, por ejemplo, vencimientos en la moneda estadounidense). La decisión sólo tiene precedentes en el año 2007 con el inicio de la crisis subprime en Estados Unidos y posteriormente, tras la debacle provocada por la quiebra de Lehman Brothers a fines de 2008.
Grecia: casi un Lehman Brothers II
En la jerga económica y financiera moderna se acuñó el término “demasiado grande para quebrar” en referencia a las concentradas instituciones bancarias cuya quiebra pone en riesgo la economía de países enteros. Fue el caso del banco de inversión Lehman Brothers cuya debacle desató las tensiones acumuladas en la economía norteamericana en particular y colocó a la economía mundial al borde de la depresión. El que hasta hace unos pocos días fuera, mediante la inversión por parte del Estado norteamericano de 700.000 millones de dólares, el plan de rescate estatal más grande de la historia, tuvo por objeto evitar las quiebras de los principales bancos y contener las tendencias depresivas desatadas a fines de 2008.
La situación se está reviviendo en Europa durante los últimos 2 meses. Pero a diferencia de Estados Unidos, el entramado es aquí mucho más complejo. Europa no sólo no es un estado sino que incluye la Unión Europea (integrada por 27 países) y la Eurozona (integrada por 16 países de los 27) que mantiene una moneda y un Banco Central común. Los países más fuertes de la zona del euro como Alemania y Francia, aunque también Inglaterra que no integra la Eurozona pero es parte de la UE, no sólo están amenazados por instituciones financieras “demasiado grandes para quebrar” sino que dichas instituciones son acreedoras de países enteros que están al borde de la cesación de pagos. De este modo si bien Grecia es una economía pequeña que contribuye sólo en una cuadragésima parte a la economía de la zona euro, su caída implicaría casi con seguridad el contagio a Portugal, España, Irlanda e Italia. Los bancos alemanes, franceses y también británicos son tenedores, respectivamente, de 500.000, 400.000 y 350.000 millones de euros de bonos españoles, irlandeses, portugueses y griegos. La cesación de pagos en pequeñas economías como la griega podría disparar un efecto contagio y terminar resultando, al igual que las grandes instituciones financieras, “demasiado grandes para caer”. Está en la “naturaleza” de la estructura de la Eurozona, que las economías de los denominados PIIGS, aunque el megarescate del euro lo contenga temporalmente (cuestión que aún está por verse), se conviertan en la punta de lanza de la desintegración del bloque. Por ahora Grecia no es un Lehman II. Todos los actores internacionales están actuando para evitarlo. Pero Europa y la Eurozona están muy lejos de ser un “supraestado”, cuestión que se convierte en un ingrediente adicional que hace que la receta del rescate estatal norteamericano se vuelva mucho menos efectiva y mucho más explosiva.
El problema está en la “naturaleza” de la Eurozona
El editorialista del periódico financiero inglés Financial Times, Martin Wolf, señala que el origen del proyecto de la unión monetaria se asentaba sobre 3 supuestos principales: “primero, los límites definidos por el tratado limitarían los déficits fiscales de los miembros; segundo, en el caso de que esto no se cumpliese, la cláusula de ‘no rescate’ les obligaría a ello; y, tercero, las economías miembros convergirían con el tiempo.” (12/05/10). El problema es que el no cumplimiento de estas cláusulas más que “una desgracia” como lo presenta Wolf, estaba inscrito en la naturaleza de la zona del Euro.
Precisamente la “no convergencia” constituyó la esencia de la Eurozona. Países como Alemania y Francia, fortalecieron sus economías convirtiendo a los países menores en sus clientes casi exclusivos (más del 60% de las exportaciones alemanas se producen intrazona). Déficits fiscales como el de Grecia no son accidentales. Es cierto que el país helénico manipuló sus estadísticas pero lo hizo con la total connivencia de Alemania y Francia. Recientemente incluso salió a luz que la “ayuda” a Grecia está, entre otras múltiples cuestiones, condicionada a la efectivización de contratos de compra de fragatas francesas así como de helicópteros, aviones y submarinos alemanes. No por casualidad uno de los ítems del presupuesto griego que fue retocado es el rubro militar siendo Grecia el mayor cliente de armamentos de Francia y Alemania. No es tampoco una sorpresa que España, que acompañó la burbuja inmobiliaria norteamericana, se haya mantenido dentro de los parámetros de déficit aceptados por la UE hasta que estalló la crisis. El Estado Español fue destruyendo las bases de su economía y se convirtió progresivamente en cliente de Alemania. En este contexto se fueron creando dos tipos de países al interior de la Eurozona: los que como en particular, Alemania, acumulaban superávits externos y exportaban capitales convirtiéndose en acreedores y los que, como los ahora denominados PIIGS, acumulaban déficits externos y recibían capitales trasformándose en deudores. El estallido de la crisis impidió que el mecanismo siguiera funcionando. Pero ahora y como resultado de 11 años de vigencia del euro, los sistemas financieros y las economías de la eurozona están demasiado entrelazados. Las economías, incluso las más pequeñas son “demasiado grandes para caer”.
Pronóstico reservado
Está por verse si el “mega rescate” logra, al menos por un periodo, evitar la cesación de pagos de los países más comprometidos y que, más allá de los vaivenes de las bolsas, amainen las apuestas contra los países como Grecia, España o Portugal. El mensaje conjunto a los mercados hizo caer los seguros de deuda (Crédit default swaps) en gran parte debido al hecho que el BCE ya empezó a hacer efectivas las adquisiciones de bonos. Pero la cuestión de fondo es que no estamos sólo ante un problema financiero, sino ante un problema económico profundo. El “rescate”, en la medida en que realmente se implemente, sería un salvataje no a los países rezagados de la zona sino a los bancos alemanes, franceses y en última instancia, también británicos. Pero la condición de tamaña “ayuda” implica que sobre los países en estado crítico se descarguen planes de ajuste de clásico corte neoliberal que hacen recordar a aquellos implementados sobre Latinoamérica en la época del Consenso de Washington. La cuestión central es que, aún cuando en lo inmediato se evitara la cesación de pagos, Alemania en primer lugar y Francia en segundo no van a poder seguir exportando al resto de la zona euro a la que están condenando a una recesión implacable con la bendición y la colaboración directa del FMI.
Ahora resulta que por mandato de la UE, el BCE y el FMI los países “clientes” están condenados a reducir gastos y volverse “competitivos”. ¿Para qué? Para “ahorrar” y pagar a Alemania y Francia lo que estos mismos países les prestaron para financiar sus propias exportaciones. ¿Cómo? Aplicando brutales planes recesivos cuya clave es la reducción nominal de salarios estatales y privados, jubilaciones, aumentos de impuestos regresivos como el IVA entre otras medidas. Lo más probable es que estos planes fracasen debido fundamentalmente a dos cuestiones. La primera es que la recesión duraría años, exacerbando la sobreproducción de países como Alemania y Francia que encontrarían cerrados sus mercados de exportación tradicionales de la Eurozona. Se verían de este modo obligados a buscar nuevos mercados en los llamados países emergentes y EEUU, en una situación en la que se estrechan los márgenes para el comercio mundial, tal como lo demuestran las crecientes contradicciones comerciales entre China y Estados Unidos y la posibilidad de un enfriamiento de la economía china enfrentada a serios riesgos inflacionarios y una creciente burbuja de su bolsa de valores. La segunda es que los planes de ajuste como el de Grecia, como el que comenzó en Portugal, como el que acaba de lanzar Zapatero en España, están provocando ya una resistencia de las masas que va inscrescendo. Los ya anunciados ajustes en los países más fuertes como Inglaterra y en la propia Alemania son la prueba de que buscan convertir en el “pato de la boda” a todos los trabajadores de Europa.