Asia
¿Qué hay detrás de los enfrentamientos étnicos en Kirguistán?
18/06/2010
Los cuatro días de ataques brutales contra la población de origen uzbeko en las ciudades de Osh y Jalalabad, al sur de Kirguistán, dejó un saldo de centenares de muertos (según la agencia local Fergana.ru serían alrededor de 1500, la mayoría uzbekos) y miles de heridos. Alrededor de 80.000 uzbekos, aproximadamente el 10% de los que viven en Kirguistán, huyeron hacia la frontera con Uzbekistán buscando refugio, lo que junto con los pogromos y el cierre de la frontera que ha dispuesto el gobierno de este país, ha desatado una crisis humanitaria de proporciones.
La presidenta del gobierno provisional, Rosa Otunbayeva, hizo responsable de los incidentes al ex presidente Kurmanbek Bakiyev, derrocado por un levantamiento popular en abril, pero que mantiene una importante base de apoyo entre la población étnica kirguís del sur del país, mientras que la población uzbeka le ha dado su apoyo al gobierno provisional.
Según Otunbayeva, no se trata de choques étnicos espontáneos sino de un acto político deliberado, orquestado por Bakiyev y sus aliados con el objetivo de sembrar el caos e impedir la realización de un referéndum constitucional, planificado para el 27 de junio. Este referéndum, que pondría a consideración una nueva constitución, le daría un marco de legitimidad al actual gobierno hasta la realización de las próximas elecciones generales, pospuestas para 2011.
Centro de disputas
Ante la debilidad del gobierno y la complicidad de sectores de las fuerzas armadas con los ataques, el gobierno kirguís solicitó, sin éxito, la intervención de tropas rusas para restablecer el orden.
La posibilidad de que aumente la presencia militar rusa podría generar tensiones entre Moscú y Estados Unidos, teniendo en cuenta que el imperialismo norteamericano depende en gran medida de la base aérea de Manas en Kirguistán para el reabastecimiento de las tropas de la OTAN en Afganistán. La política del gobierno norteamericano es que toda presencia militar adicional se realice bajo el paraguas de las Naciones Unidas y de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea.
Hasta el momento, Rusia ha rechazado el envío unilateral de tropas a gran escala. Esta política se expresó en la resolución de la cumbre de emergencia de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, el pasado 14 de junio, que sólo aprobó el envío de equipamiento militar. Por su parte, el presidente ruso, Dimitri Medvedev, autorizó el arribo de unos 300 efectivos para proteger su base militar de Kant, ubicada en el norte del país.
A pesar de ser un país pequeño y pobre, Kirguistán está en el corazón de Asia Central, una región de importancia geoestratégica que concentra disputas y tensiones principalmente entre Estados Unidos y Rusia, y secundariamente China, por aumentar la influencia política y militar.
Como parte de estas disputas, el imperialismo norteamericano respaldó la llamada “revolución de los tulipanes” en marzo de 2005, que llevó al gobierno al ex presidente Bakyiev, un aliado de Estados Unidos, mientras que para muchos analistas, Rusia estuvo detrás de la profunda inestabilidad política que derivó en la caída de Bakyiev en abril de 2010 y su reemplazo por un gobierno más proclive a mantener la alianza con Rusia.
La acusación de que Bakyiev podría haber orquestado la masacre de Osh y Jalalabad, indirectamente abre un interrogante sobre el papel de sus aliados occidentales.
Pobreza
Las tensiones étnicas en las repúblicas de Asia Central son una herencia de las políticas arbitrarias de Stalin de mediados de la década de 1920 que dividió el valle de Fergana entre Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán, dando lugar a un mosaico étnico. Estas tensiones, que también tienen bases económicas, estallaron con la disolución de la Unión Soviética y la independencia de Kirguistán en 1990, cuando tuvieron lugar violentos choques que culminaron con centenares de muertos.
Más allá de cómo se haya iniciado, el enfrentamiento entre la población uzbeka y kirguís es instrumentado en beneficio de quienes, en el gobierno o en la oposición, nada tienen que ver con los intereses de los trabajadores y los sectores populares de Kirguistán, que están entre los más pobres de las ex repúblicas soviéticas.