Argentina: IV Cumbre de las Américas
Quieren legitimar el saqueo imperialista
01/11/2005 Suplemento Especial Fuera Bush de la Argentina
De Miami a Mar del Plata
La primera Cumbre de las Américas tuvo lugar en Miami en 1994, impulsada por EE.UU. con el apoyo de los gobiernos neoliberales de toda la región [1] (como Menem en Argentina), con duras exigencias como la liberalización de los mercados, la privatización de las empresas estatales y la obligación de mantener un superávit fiscal a costa de un recorte en el presupuesto de salud, educación y áreas sociales, es decir legalizar el saqueo imperialista en nuestro continente.
EE.UU. como principal promotor pretendía extender el acuerdo comercial recién firmado con México y Canadá (NAFTA) a toda la región. El proyecto original para toda Latinoamérica llamado ALCA, firmado por todos los presidentes, bajo la supervisión de Clinton, preveía extender el saqueo imperialista de Alaska a Tierra del Fuego, que debería regir plenamente a partir de la IV Cumbre de 2005.
Sin embargo, los cambios que atravesó nuestro continente en los últimos años, con crisis económicas y sociales, provocó también importantes luchas que tiraron presidentes como los de Bolivia, Ecuador y Argentina. Las luchas de los trabajadores, campesinos y jóvenes latinoamericanos hicieron naufragar el proyecto original del ALCA, sin embargo esto no es un impedimento para que el genocida Bush venga a Mar del Plata a negociar con los nuevos gobiernos “progresistas” de la región, las pautas del saqueo imperialista.
Los límites de la política imperialista
A pesar de que EE.UU. avanzó en los últimos meses cerrando acuerdos como los Tratados de Libre Comercio bilaterales con países centroamericanos y andinos, la ofensiva neoliberal no goza de la hegemonía que supo tener en los años ’90.
La supremacía indiscutida de los EE.UU., idea que se fortaleció luego de la caída del Muro de Berlín y la URSS, fortaleció la ofensiva capitalista sobre las masas del mundo, los países semicoloniales y las ex economías “llamadas socialistas”, con acuerdos comerciales con condiciones absolutamente desventajosas, e incluso con ocupaciones militares. En América Latina esto se vio expresado en el Consenso de Washington.
Esta política que fue llevada al extremo por el gobierno Bush, aprovechando la base social reaccionaria generada por los atentados del 11/9/2001, fue y es patrimonio del gobierno yanqui y sus aliados imperialistas. Estados Unidos buscaba así asegurarse las condiciones “para un nuevo siglo americano”. Pero esta política no se limita a Bush, cuenta con el apoyo de los demócratas que avalaron todas sus medidas reaccionarias y apoyaron la guerra contra Afganistán e Irak. Incluso estas políticas ya se vieron durante el gobierno demócrata de Clinton bajo una cobertura humanitaria, como las misiones en Kosovo, la sangrienta ocupación de Somalía, que no eran más que la expresión militar de una política de opresión sobre los países semicoloniales.
La actual debilidad de Bush muestra el fracaso de este intento de redefinir la situación internacional a favor de los intereses de EE.UU.. La muestra más clara de este fracaso son las dificultades para estabilizar Irak, donde el ejército más poderoso no ha podido derrotar a la insurgencia sunnita.
El gobierno de Bush, como expresión más extrema de política imperialista, viene de sufrir varios reveces en el último año, y no sólo en América Latina. La incertidumbre de la situación en Irak y una ocupación que los mismos funcionarios yanquis ven empantanada, muestran cómo la prepotencia imperialista ejercida anteriormente se encuentra con nuevos límites y dificultades. Sumado a esto, el segundo gobierno de Bush, que asumió con la promesa de profundizar su ofensiva imperialista, hoy se ve cruzado por escándalos políticos que tocan de cerca a hombres clave de la Casa Blanca y todavía no se recupera del desastre del Katrina. El huracán que se cobró la vida de decenas de miles personas cuestionó la capacidad de liderazgo de Bush, en medio de una situación plagada de incertidumbres.
La Cumbre de Mar del Plata
Más allá de roces diplomáticos y discursos “sudamericanistas” ninguno de los gobiernos cuestionará el pago de la fraudulenta deuda externa, sino que continuarán pagándola puntualmente (y con creces) como hicieron hasta ahora. Los “progresistas” Lula, Tabaré Vázquez y Kirchner, renovarán votos de confianza con EE.UU. como lo vienen haciendo desde hace un año en la ocupación de Haití, actuando como gendarmes al servicio de los yanquis, mientras siguen cumpliendo un rol de principales sostenedores del orden regional como lo demostraron Brasil y Argentina ante las crisis de Bolivia, presentándose como los representantes de las multinacionales petroleras en contra de los trabajadores y el pueblo boliviano. Nadie cuestiona la participación del genocida Bush en la Cumbre.
Si bien el resultado de la Cumbre es aún incierto, lo que sí es claro, es que ninguna lucha seria contra el imperialismo vendrá de la mano de estos gobiernos.
Chávez en la Cumbre
Sin dudas una de las figuras importantes de la IV Cumbre será el presidente venezolano Hugo Chávez, que aparecerá como contracara de Bush, con un perfil anti-norteamericano y “sudamericanista”. Seguramente volverá a hacer uno de sus encendidos discursos contra Bush que sin duda generará muchas expectativas, (sobre todo comparado con el cipayismo del resto de los gobiernos) y realzará los avances de su política energética regional.
Sin embargo, Chávez busca consolidarse como árbitro entre el ascenso de masas y la reacción burguesa e imperialista, lejos de confiar en la movilización obrera y popular. Esto se vio claramente en la huelga de agosto de los petroleros ecuatorianos, donde Chávez salió a apoyar al gobierno contra los trabajadores y envió petróleo para paliar el impacto de su lucha. Un papel similar jugó en las jornadas de junio de 2005 en Bolivia, intercediendo para que Evo Morales apoye la nominación de Rodríguez como presidente, desviando así la importante lucha en curso.
Su “política energética”, presentada como un pilar de la unidad latinoamericana, no enfrenta la rapiña imperialista, sino que colabora con la legitimación de los monopolios que saquean nuestro continente, como muestra el reciente acuerdo multimillonario firmado por Chávez con el pulpo petrolero español Repsol. A partir de ahora además de saquear los recursos naturales de nuestro país también avanzará sobre la cuenca del Orinoco en Venezuela, considerada una de las zonas más ricas en hidrocarburos del planeta [2].
El fiasco del ”sudamericanismo”
Algunos intelectuales del reformismo y el populismo siembran esperanzas en una “unidad latinoamericana” capitaneada por los gobiernos “progresistas” de Kirchner, Lula (Brasil) y Tabaré Vázquez (Uruguay) y el venezolano Chávez en la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). Sin embargo las propias cumbres que se llevaron a cabo entre los países de la región como la CSN (cuyo máximo impulsor fue el ex presidente Duhalde) demostraron ser un rotundo fracaso y ni siquiera llegaron a acordar una fundación formal del bloque comprometiéndose a seguir las discusiones... por mail (¡?).
La enunciada “Comunidad Sudamericana de Naciones”, un Mercosur renovado o la petrolera latinoamericana propuesta por Chávez son presentados como puntales de una “construcción sudamericana” para enfrentar la presión imperialista. En los hechos, este discurso no ha logrado ni siquiera acercar posiciones entre los distintos países ni ser una alternativa para el orden regional.
Este fracaso no se debe sólo a que ninguno de los gobiernos tiene interés en romper sus relaciones con el amo yanqui, sino que además utilizan los acuerdos existentes para negociar con EE.UU. las condiciones del saqueo imperialista. Por ejemplo, de los cinco países que integran la Comunidad Andina de Naciones, tres de ellos (Colombia, Ecuador y Perú) están a punto de firmar un TLC con EE.UU. en condiciones desventajosas, abriendo los mercados para que los yanquis redoblen sus cadenas sobre los pueblos andinos. Mientras que dentro del Mercosur los roces comerciales entre los llamados socios mayores, Argentina y Brasil y el rol de líder regional que quiere ocupar este último generan una tensión permanente y la parálisis del mismo Mercosur que es aprovechado por EE.UU. para aumentar su presión militar y comercial como lo demuestran el ingreso de marines yanquis en Paraguay con inmunidad diplomática y los ejercicios conjuntos entre militares norteamericanos y uruguayos que los “progresistas” del Frente Amplio acaban de votar hace una semana.
Es que las burguesías latinoamericanas, aunque regateen en torno a tal o cual aspecto comercial o político, no están dispuestas a trastocar el orden regional de subordinación semicolonial.
La única salida real a esta subordinación vendrá de la movilización, que tome un curso independiente. Donde la clase obrera, junto a los campesinos, los pueblos originarios, jóvenes y el pueblo pobre echen al imperialismo y a los gobiernos cipayos, en el camino de poner en pie una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.
NOTASADICIONALES
[1] En la Cumbre de las Américas participan los presidentes de todos los países de América menos Cuba
[2] Además de los acuerdos con las transnacionales norteamericanas para quedarse con el gas y el petróleo de los países andinos en torno al “anillo energético” que promueven todos los “progresistas” sin excepción