La segunda vuelta de las elecciones regionales francesas
Se confirma el debilitamiento de Sarkozy
26/03/2010
El domingo 21 de marzo la segunda vuelta de las elecciones regionales francesas confirmó ampliamente los resultados de la primera ronda llevada a cabo la semana anterior. En la gran mayoría de las regiones en las cuales había llegado primero el PS, fusionó sus listas con las de Europe Ecologie (ecologistas) y del Front de Gauche (alianza del Partido Comunista y del Parti de Gauche (Partido de Izquierda) de Jean Mélenchon) y salió victorioso. Logró arrebatarle a la UMP de Sarkozy, Córcega y hoy en día gobierna la casi totalidad de las regiones francesas.
Lamentablemente, en vez de criticar a las listas de centro izquierda y la gestión regional de los gobiernos salientes que aplicaron una política procapitalista en los últimos 7 años, la extrema izquierda francesa llamó indirectamente a votar a las listas hegemonizadas por el PS.
Sarkozy salió profundamente debilitado de las elecciones. Tan es así que el martes 23 los parlamentarios de la bancada derechista en una reunión plenaria sin periodistas se atrevieron en tirarse en contra del hasta entonces líder indiscutido de la derecha y de su estrategia política.
Para intentar calmar las aguas y recompactar a la derecha Sarkozy modificó mínimamente la composición de su gobierno, en especial para dar cabida a las otras corrientes de la derecha. Incorporó a un ministro centrista de matriz demócrata cristiana, a otro vinculado al ex presidente Chirac, y por fin a otro cercano al mismo ex Premier y enemigo personal del actual presidente, Villepin.
En una última señal de desbarranque político, el Premier Fillon anunció el abandono de una de las principales medidas votadas por el gobierno y que había sido una de las promesas centrales del candidato Sarkozy en 2007: la “tasa carbono”. Aquel impuesto profundamente injusto ya que afectaba tanto al capital como a las clases populares había sido uno de los golpes de efecto “ecologistas de derecha” de Sarkozy en los últimos meses, supuestamente para luchar contra el cambio climático. Había suscitado cierta oposición entre la misma mayoría sarkozysta, empezando por el ex Primer Ministro Juppé, así como entre buena parte de la patronal, sumamente reacia ante la crisis actual frente a medidas fiscales que puedan reducir aunque sea poco sus ganancias.
Es en este marco que hay que analizar la jornada de acción llamada por la mayoría de los sindicatos, el 23 de marzo. Había sido convocada previamente, a mediados de febrero, por las principales confederaciones sindicales después del primer encuentro entre el presidente y los sindicatos alrededor de la cuestión de la “reforma jubilatoria” que pretende implementar Sarkozy. Según las mismas confederaciones, el acatamiento al paro y a las manifestaciones fue una “grata sorpresa”, con 800.000 manifestantes en todo el país según sus datos. Atestigua la bronca existente entre los sectores populares a dos años del comienzo de la crisis y ante la pérdida de más de 600.000 puestos de trabajo.
Sin embargo es muy probable que los sindicatos utilicen el éxito de la jornada de acción para negociar con el gobierno en vez de sacar provecho de la situación para tratar de revertir la relación de fuerza. Otro elemento negativo en este marco es que el movimiento huelguístico de los docentes del Este parisiense (academia de Créteil y departamento de Seine-Saint-Denis en particular) está refluyendo después de varias semanas de lucha (17 días de paro efectivo en algunos institutos), sin que el movimiento haya logrado propagarse a otras regiones, en gran parte por el boicot sindical a nivel nacional.
El gran peligro es que se vuelva a una situación tipo la del año pasado cuando la burocracia sindical logró canalizar la bronca existente en jornadas nacionales de protesta espaciadas cada seis semanas, evitando poner en peligro la estabilidad gubernamental. No obstante, tanto la debilidad actual del gobierno como el porcentaje de huelguistas en el sector privado como en el público demuestran que sería posible y factible, además de necesario, avanzar hacia una confrontación con el sarkosysmo.