EL PAIS - 04-05-2011
Sombras sobre la operación que liquidó a Bin Laden
04/05/2011
El exlider de Al Qaeda ni iba armado ni utilizó a una mujer como escudo humano, según reconocieron ayer la CIA y la Casa Blanca.-La muerte de Bin Laden reaviva el debate sobre la tortura.-Ex altos cargos de la Administración Bush atribuyen el éxito de la operación a técnicas de interrogatorio como el ’waterboarding’
EL PAÍS - Madrid - 04/05/2011
La Casa Blanca ha sembrado dudas en torno a los detalles que rodearon la muerte de Bin Laden en Pakistán al matizar su versión de los hechos en las últimas horas. El exlíder de Al Qaeda ni estaba armado ni empleó como escudo humano a una mujer cuando el comando de fuerzas especiales le disparó en la cabeza y en el pecho en su escondite de Abbottabad, según reconoció ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, contradiciendo así la primera versión oficial ofrecida por el principal asesor de seguridad del presidente, John Brennan, quien aseguró que Bin Laden "estuvo implicado en el tiroteo".
Los agentes especiales practicaron la posible detención de Bin Laden
La pregunta que muchos se hacen ahora es por qué el comando optó por matar al terrorista internacional en vez de detenerlo. "Se resistió. El personal estadounidense en el terreno se manejó con la máxima profesionalidad y [Bin Laden] fue abatido en la operación por la resistencia que opuso", explicó Carney, quien añadió que el hecho de estuviera desarmado no modifica la calificación de resistencia, ya que "existen muchos modos de resistencia que esgrimir un arma".
En paralelo a estas declaraciones, el director de la CIA, Leon Panetta, despejó anoche cualquier duda sobre la misión específica de los militares. "Teníamos autorización para matarlo, eso estaba claro. Pero también, si en el enfrentamiento [Bin Laden] de repente levantaba los brazos y se rendía, para capturarlo, si se hubiera dado la oportunidad. Pero eso no sucedió", explicó en declaraciones a la televisión NBC.
Estas últimas revelaciones han puesto a la Administración Obama a la defensiva y a la opinión pública ante la tesitura de si Washington exageró en un primer momento los elementos que rodearon la arriesgada operación de comandos con meros fines propagandísticos, informa The Washington Post.
Al mismo tiempo, detalles adicionales revelan que el asalto estuvo plagado de incertidumbres hasta el último momento. Panetta, que supervisó todo el operativo, ha reconocido que la inteligencia estadounidense nunca obtuvo fotografías ni recopiló otras pruebas que garantizaran que Bin Laden vivía dentro del complejo residencial atacado. Panetta ha aseguradoa la revista Time que solo existía entre un 60 y un 80% de probabilidades de que Bin Laden se encontrara en la casa. "La verdad es que podríamos haber entrado allí y no haber encontrado a Bin Laden", ha admitido Panetta en otra entrevista con PBS NewsHour.
Pero las declaraciones más espinosas de Panetta fueron las relativas a la tortura, al asegurar que quizá ahora haya cuestiones "que deben someterse a debate". Quizá el modo en como se consiguió la información que ayudó a capturar al líder del terrorismo yihadista. Según sus declaraciones, la información obtenida de los detenidos en las cárceles secretas de la CIA, entre ellas Guantánamo, mediante la polémica técnica de asfixia simulada ayudó a trazar el plan que acabó con la vida de Bin Laden. Aunque en la entrevista, Panetta reconoce, que las claves que llevaron a los servicios de espionaje a hallar el escondite del líder de Al Qaeda procedieron de "muchas fuentes de información", y no sólo de ésta.
Preguntado por si en esas "técnicas de interrogación coercitivas" se incluía la asfixia simulada, el director de la CIA, que próximamente tomará el relevo a Robert Gates al frente del Departamento de Defensa, respondió: "Correcto".
Pese a todos estos riesgos, el presidente Obama decidió seguir adelante con la operación, porque al menos, según ha explicado el jefe de la CIA, valdría para obtener más información sobre el paradero del hombre más buscado del planeta. Obama arriesgó. Y esta vez, tras 10 años de operaciones frustradas, acertó.
Debate sobre el uso de la tortura
¿Fueron los brutales interrogatorios a detenidos determinantes para recopilar los datos que condujeron a la CIA hasta el refugio de Bin Laden?. La pregunta se la hace hoy el diario The New York Times cuando se cumplen dos días de la muerte del terrorista más buscado de la historia en una operación relámpago llevada a cabo por un comando de fuerzas especiales de la Armada de EE UU y en pleno debate sobre el empleo de la tortura en los interrogatorios a sospechosos de terrorismo.
Varios exresponsables del anterior Gobierno del presidente republicano George W. Bush han visto en la muerte de Bin Laden la ocasión perfecta para reivindicar la política de las conocidas como "técnicas de interrogatorio mejoradas", como el waterboarding o ahogamiento simulado, para obtener información de los detenidos. Entre ellos está John Yoo, un exresponsable del Departamento de Justicia y que en su día escribió los memorandos secretos en los que se justificaba el uso de estos interrogatorios brutales. "El presidente Obama puede reivindicar, con todo derecho, el éxito alcanzado hoy", escribe Yoo este lunes en la publicación National Review, "pero se lo debe a las duras decisiones tomadas en su día por la Administración Bush."
Pero si se analiza en detalle los interrogatorios a prisioneros, como The New York Times asegura que ha hecho, se llega a la conclusión de que las técnicas agresivas para obtener información privilegiada jugaron un pequeño papel a la hora de identificar al mensajero de confianza de Bin Laden, el kuwaití Abu Ahmad, clave para dar con el paradero del responsable del peor ataque contra EE UU desde la II Guerra Mundial.
Un detenido, que aparentemente fue objeto de algún interrogatorio puntual con dureza, ofreció una descripción crucial del correo de Bin Laden, según responsables de esos interrogatorios. Pero dos prisioneros que sufrieron en sus carnes las técnicas más agresivas -uno de ellos es Khalid Shaikh Mohammed, al que se le sometió a waterboarding hasta en 183 ocasiones- mintió y confundió a los servicios de inteligencia estadounidenses sobre la identidad del hombre de confianza del líder de Al Qaeda.
La discusión sobre el entramado de inteligencia que culminó en la localización de Obama ha reabierto un viejo debate en la política estadounidense sobre el uso de la tortura que ya acaparó todos los focos durante la presidencia de George W. Buh a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Tanto el ex mandatario como muchos de sus antiguos colaboradores han argumentado durante años que el uso de la fuerza era necesario para persuadir a los detenidos de Al Qaeda y que confesaran. Uno de los pilares de la campaña que aupó a Barack Obama a la presidencia fue su frontal oposición a la tortura, que, en palabras del propio Obama, contradecía los principios de la Constitución estadounidense a cambio de muy poco o nada.
Glenn L. Carle, un agente retirado de la CIA que participó en interrogatorios a detenidos en 2002, ha asegurado, en conversación telefónica con el diario neoyorquino, que las técnicas coercitivas "no proporcionaron información útil, significativa ni fidedigna". Este antiguo funcionario ha admitido que algunos de sus colegas defienden las medidas pero que "todos estaban profundamente preocupados y la mayoría sentía que era un técnica antiamericana y que no funcionaba".
"La conclusión es la siguiente: si hubiéramos obtenido alguna prueba determinante gracias al empleo del waterboarding en 2003, habríamos capturado a Osama Bin Laden en 2003", ha resumido por su parte Tommy Vietor, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, un órgano consultivo que depende directamente de la presidencia. "Nos llevó años de trabajo de recolección y análisis de múltiples fuentes para identificar el campamento, y llegar a la conclusión de que Bin Laden vivía allí", ha asegurado este responsable.
Mientras, miembros del Ejecutivo de Obama, todavía embarcados en la euforia, intentan sortear una lucha partidista entre demócratas y republicanos sobre la tortura que puede acabar por minar el máximo logro hasta la fecha de Obama en política exterior.