El martes negro
Un alerta sobre la salud de la economía capitalista mundial
27/02/2007 La Verdad Obrera N° 223
El derrumbe de la Bolsa en China, cuyas acciones han registrado el martes 27 la mayor caída en un solo día de los últimos diez años, casi el 9% en el índice de Shanghai, ha golpeado a las bolsas europeas y a Wall Street, donde el índice Dow Jones [1] se ha desplomado más de 450 puntos (un 3,29%), su mayor caída en volumen desde la reapertura de la bolsa de Nueva York después de los atentados a las Torres Gemelas. También cayeron todas las bolsas de los países latinoamericanos, destacándose Argentina con una caída de 7,5%.
Los disparadores de estas caídas bursátiles fueron las medidas que las autoridades chinas están tomando para disminuir la especulación en los mercados así como los comentarios del ex presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Alan Greenspan, quien aseguró que la economía estadounidense podría sufrir una recesión este año. Ambos elementos derrumbaron las acciones de las principales empresas chinas, que florecen a la sombra de una abundante oferta de créditos y de sus excepcionales ventas a la primera economía mundial, EE.UU..
Crecimiento con bases endebles
La caída de la Bolsa en el “mercado emergente” por excelencia, despertó del letargo a los principales inversionistas y autoridades económicas y bancarias del capitalismo mundial que venían observando con complacencia la salud de la economía internacional [2]. Enceguecidos por el crecimiento del Producto Bruto Mundial a un promedio anual de 4,9% durante el periodo 2003-2006 -los cuatro años de mayor crecimiento mundial desde los inicios de 1970-, los principales capitalistas a nivel mundial venían ignorando los brutales desequilibrios que la economía mundial acumula. Al menos podríamos enumerar cuatro factores claves. Primero: la multiplicación de burbujas de activos (inmobiliarios, acciones, etc). Segundo: la creciente disparidad entre el déficit de cuenta corriente de EE.UU. y los grandes superávits en China, Japón, Alemania y los principales productores de petróleo (que han alcanzado la cifra record de 6 % del PBN mundial). Tercero: las cada vez mayores dificultades de financiamiento de este déficit norteamericano. Y, por último, la enorme desigualdad en la distribución del ingreso (ganancias empresariales récord y caída de los ingresos de los asalariados, no sólo en la periferia sino en los países centrales).Todo esto es lo que está llevando a fuertes tensiones y presiones económicas y políticas entre los distintos países y al interior de los mismos, como las crecientes presiones norteamericanas sobre China debido al crecimiento del lobby proteccionista en el Parlamento [3].
Estos elementos anunciaban las bases endebles del actual ciclo económico (a pesar de los altos índices de crecimiento) y que el mismo pudiera sustentarse en forma duradera. El “martes negro” ha hecho tomar conciencia sobre esta realidad que hasta ahora era negada por los grandes inversionistas, aumentado la probabilidad de un “aterrizaje duro” de la economía mundial, empujada por la desaceleración e incluso recesión de sus dos principales motores, la economía norteamericana y la china.
Estados Unidos y China
El actual ciclo de la economía mundial, se basa centralmente en el rol de EE.UU. como gran consumidor y de China como el nuevo taller manufacturero y exportador a nivel mundial. La interdependencia entre estas dos economías ha impulsado el crecimiento de la mayoría de los países de la periferia capitalista, como es el caso de América Latina fundamentalmente como proveedores de materias primas y de las economías desarrolladas de Japón y Alemania, en este caso como proveedores de importantes bienes de capital.
Según algunos cálculos, EE.UU. y China dan cuenta en forma directa e indirecta (a través ligazones comerciales) de un 60% del crecimiento acumulado en la economía mundial en los últimos años. Por eso, un cambio en el actual ritmo de crecimiento (más aún una recesión) en estos dos países tendría un impacto para el conjunto de la economía mundial.
En EE.UU. los síntomas de una recesión se multiplican. Entre ellos está la fuerte caída de las inversiones de las corporaciones norteamericanas (como indica la baja de las compras de bienes durables, como bienes de producción), así como el desinfle de la burbuja inmobiliaria y los efectos que esto implica sobre las industrias relacionadas (cemento, industria del mueble, etc.) -el de mayor dinamismo desde 2001- y sobre el empleo, lo que convive con el estancamiento y recesión en el sector manufacturero, en especial en el automotriz. Por último crecientes dificultades en segmentos [4] del mercado hipotecario que puede extenderse a otros sectores del mercado crediticio, lo que podría conducir a un “credit crunch” (sequía crediticia) [5].
Por su parte, en China se acumulan los signos de una crisis de sobreacumulación (o sobreinversión) que en los últimos años se ha extendido geométricamente al terreno financiero especulativo. Según estimaciones de Morgan Stanley, las inversiones en activos fijos excedieron el 45% del PBN chino en 2006, un récord para China (y para cualquier economía importante; por ejemplo en Japón, en el periodo de máxima reconstrucción posterior a la destrucción de la Segunda Guerra Mundial nunca pasó el 34% del PBN). Las inversiones en China crecieron a una tasa que ha promediado un 26% en los últimos cuatro años. Este boom de inversión está agregando una enorme capacidad industrial (empujado por la competencia de las firmas imperialistas que no quieren quedarse atrás y el fácil acceso de muchas empresas estatales a un capital subsidiado a través de los bancos estatales con el consiguiente desarrollo de innumerables firmas que no son rentables). Junto a la inflación de los precios de las materias primas, el peligro que ya se empieza a percibir es un creciente aumento de la capacidad productiva ociosa, con la consiguiente sobreproducción y eventualmente tendencias deflacionarias (caída del precio de las mercancías).
Esta sobreinversión se ha extendido al terreno del mercado accionario -a través de distintos mecanismos prebendarios, como la utilización de los préstamos de los bancos estatales para comprar acciones a la vez que se usan éstas para adquirir nuevos prestamos-, lo que ha llevado a un fenomenal crecimiento de la bolsa de valores que, claro está, no está respaldado en bases sólidas. Esto ha llevado a que algunos de los bancos chinos (conocidos por su cartera de préstamos incobrables debido a las conexiones políticas para su otorgamiento) tengan una relación de precios/ ganancias más grandes que gigantes financieros como el Chase o el Deutsche Bank. Todo esto muestra que el milagro económico chino está acompañado de fuertes desequilibrios [6].
Perspectivas
Los elementos planteados arriba demuestran que las sacudidas de mercado de esta semana tienen bases profundas. Nosotros no sabemos si esto indica que rápidamente se entrará en una recesión en EE.UU. y por su importancia se trasladará al conjunto de la economía internacional (aunque las probabilidades de esta variante han aumentado).
Para los países de América Latina, que se han beneficiado del “viento de cola” del actual ciclo internacional, las perspectivas de darse esta variante no son nada halagüeñas. Aunque financieramente los países semicoloniales están mejor que frente a la crisis asiática de 1997/1998, su posición comercial puede deteriorarse rápidamente y con ésta el motor de su crecimiento económico, que se basó en una alza de las exportaciones combinado, en algunos países como Argentina, con una cierta sustitución de importaciones como consecuencia de la devaluación monetaria. Esto muestra las debilidades de apoyarse en patrones de crecimiento que mantienen atada la economía nacional a los vaivenes del mercado mundial. Sólo la liquidación del carácter dependiente y semicolonial de nuestros países del sistema capitalista mundial dominado por un puñado de países imperialistas, puede ofrecer una base sólida al desarrollo de la nación. Las actuales promesas de los gobiernos “progresistas” como el de Kirchner, son sólo espejismos pasajeros.
NOTASADICIONALES
[1] Índice que refleja el comportamiento del precio de la acción de las 30 compañías industriales más importantes y reconocidas de EE.UU..
[2] Las acciones de las autoridades chinas despertaron el temor de que las inversiones y movimientos financieros alrededor del mundo podrían estar ahora en riesgo. Según un analista financiero citado por la agencia Reuter “Hay un gran movimiento en contra del riesgo. La gran caída de las acciones chinas ha puesto especialmente nerviosos a muchos inversionistas sobre el carry trade”. El carry trade se refiere a un proceso en que los inversores financieros toman préstamos en una moneda a bajas tasas de interés y luego los colocan en activos de alto riesgo en otros mercados. Esta especulación financiera fue profusa en relación al yen japonés.
[3] Se podría nombrar otras características distintivas del actual ciclo como el crecimiento sin precedentes de instrumentos financieros opacos como los derivativos, que han sido calificados por un gran inversionista como “armas financieras de destrucción masiva”.
[4] La tasa de créditos incobrables ha subido al 10%, lo que ha llevado a Freddie Mac, la segunda más grande compradora de hipotecas en los EE.UU., ha reducir la compra de cierto tipo de préstamos riesgosos. En especial es preocupante la situación de los llamados “subprime loans”, hipotecas no convencionales que son usadas por individuos que son incapaces de calificar para comprar una casa con un préstamo tradicional.
[5] Reticencia a otorgar nuevos préstamos.
[6] Para una profundización de este aspecto ver “Mitos y realidad de la China actual”, Estrategia Internacional N° 21 septiembre 2004.