Negociaciones entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina
Un fraude para continuar la colonización
17/09/2010
Después de 20 meses de diálogo interrumpido, el presidente Obama y la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton impulsan la segunda ronda de negociaciones directas entre el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, con la finalidad de establecer un acuerdo de paz basado en la propuesta de dos estados para dos pueblos, aunque sin fecha precisa. Las negociaciones marginan a Hamas, electo democráticamente en 2006, ignorando de hecho su representación política como gobierno de la Franja de Gaza, arrasada tras el Operativo Plomo Fundido en enero de 2009 por el terror de las tropas sionistas, las mismas que asesinaron a nueve activistas turcos integrantes del convoy humanitario de barcos que intentó quebrar el bloqueo impuesto en la franja hace más de tres años.
Bajo la advertencia de que sería la “última oportunidad”, Obama y Clinton se proponen fortalecer a su principal socio estratégico, el Estado de Israel, y a sus aliados árabes colaboracionistas como el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, y el rey de Jordania, Abdullah II, los que junto a Arabia Saudita propician el acuerdo. Simultáneamente, EE.UU. pretende descomprimir la tensión en Medio Oriente aislando a Irán, la potencia regional emergente que influye sobre Hamas y Hezbollah, después de aplicarle sanciones financieras mediante la ONU y amenazarla con aprestos militares.
La nueva ronda de negociaciones es un nuevo fraude que sólo favorece a los intereses coloniales del Estado de Israel. No por nada, un asesor de Netanyahu aseguró que el gobierno israelí de ningún modo prorrogaría el congelamiento de la construcción de colonias en Jerusalén oriental y Cisjordania (zonas de población árabe palestina) fijado hasta el día 26 de septiembre, más allá de las exigencias de la Autoridad Palestina para continuar la mesa de negociaciones. En ese sentido, el movimiento israelí Paz Ahora, denunció que las autoridades del Estado judío ya habrían aprobado oficialmente la edificación de 13.000 nuevas construcciones para extender la dominación sionista en Cisjordania, que comenzarían a instalarse una vez finalizado el plazo de congelamiento.
Vale como antecedente que en marzo, en el mismo momento que desembarcó el vicepresidente norteamericano Joe Biden con el objeto de reactivar las alicaídas negociaciones de paz, un funcionario de Netanyahu anunció la construcción de 1600 viviendas en Jerusalén oriental para instalar nuevos colonos judíos en históricos barrios palestinos, como parte de un plan de 50.000 viviendas orientado a anexar progresivamente espacios de esa ciudad, ocupada a sangre y fuego en 1967, tras la guerra de los Seis Días. Cabe destacar que desde 1968 el imperialismo norteamericano financió la construcción de viviendas en esa ciudad, proporcionando a los colonos los medios para arrebatarle al pueblo palestino el 87% de Jerusalén oriental. Mientras el pueblo palestino aspira a que Jerusalén oriental sea su ciudad capital, los sionistas se proponen ocupar el 13% restante, haciendo de toda Jerusalén (occidental y oriental) la capital judía “integra” e “indivisible”, tal como reza la Ley Jerusalén de 1980 sancionada por el ex premier Menajem Beguin.
Resultan engañosas las declaraciones de Netanyahu, quien hace pocos días dijo que ya era hora de “hacer concesiones mutuas y dolorosas”, la misma expresión que en su momento utilizó el ex primer ministro Ariel Sharon, cuando en 2005 lanzó la “concesión” del plan de desconexión de Gaza, una política que de ningún modo constituyó un progreso gradual hacia la independencia nacional palestina, sino que sirvió para incrementar el terror mediante el bloqueo por aire, mar y tierra de esa pequeña franja, donde se mantienen hacinados 1,5 millones de palestinos.
Dos estados, una utopía reaccionaria
Bajo el marco de las nuevas negociaciones, el ministro de Defensa israelí Ehud Barak adelantó que para avanzar hacia la propuesta de dos estados, se contemplaría como ejemplo un plan para fraccionar Jerusalén oriental: los doce barrios judíos donde residen aproximadamente 200.000 colonos serían anexados al Estado de Israel, mientras los barrios árabes que concentran más de 250.000 palestinos pasarían a ser parte de un hipotético futuro Estado palestino. En líneas generales, el Estado de Israel “compensaría” el territorio apropiado por la fuerza en Jerusalén oriental y Cisjordania entregando a cambio tierras sustitutas en lugares a determinar.
Esta iniciativa utópica y reaccionaria damnificaría aún más los intereses nacionales del pueblo palestino, pues ese hipotético Estado palestino desmilitarizado estaría fragmentado en decenas de porciones de tierras sin unidad territorial, rodeado de puestos de control del Ejército israelí y un sistema de carreteras de exclusivo tránsito para los colonos sionistas.
La colonización avanzó tanto que la propuesta de dos estados se ha tornado ridícula: más de 500.000 colonos, gran parte armados, ocupan casi el 50% de Cisjordania en 220 asentamientos (legales e “ilegales”), custodiados por las tropas israelíes, amén del Muro del Apartheid que separa las vías de comunicación entre las aldeas palestinas y favorece al Estado judío con las reservas de agua dulce próximas al río Jordan.
La colonización es una política inherente a la naturaleza del Estado judío desde su misma génesis. Si en 1947 la ONU asignó a la minoría de colonos judíos (que conformaban apenas un tercio de la población) el 47% de la Palestina histórica, hoy el Estado de Israel se expandió ocupando poco más del 80% de las tierras originarias, a expensas de la expulsión y el genocidio del pueblo palestino.
De ese modo, la nueva ronda de negociaciones y la propuesta de dos estados, constituyen un nuevo fraude, pues la vigencia del Estado de Israel, un Estado artificial construido en función de los intereses del imperialismo, es incompatible con el legítimo derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino y la justa aspiración de paz entre árabes y judíos.