Argentina: El desgaste del modelo y la "agudización" de la crisis internacional
¿A dónde va la economía?
25/05/2012
Por Esteban Mercatante y Pablo Anino
La desaceleración económica es evidente. El “pilar” del superávit comercial (ventas externas mas altas que las compras) sobrevive a pura “sintonía gruesa” de Moreno frenando importaciones. Pero el déficit comercial energético es alto. El otro “pilar”, el superávit fiscal (ingresos más altos que los gastos), ya no existe. La inflación afecta la competitividad por encarecimiento de los productos locales en el mercado mundial y dificulta sostener la rentabilidad ajustando precios. La presión sobre el dólar y la distancia cada vez mayor entre el dólar oficial y el paralelo, expresan problemas estructurales no resueltos y agravados por el agotamiento del margen de competitividad. El gobierno regula un moderado ritmo devaluatorio para no fogonear la inflación. Busca ganar tiempo y gestionar todas las contradicciones del “modelo”, algo cada vez más difícil.
Acoplados a la crisis global
La caída industrial y el menor crecimiento en Brasil reducen las exportaciones golpeando la industria local. La Unión Europea se conduce a la recesión, en la que ya ingresaron varios países. Para Argentina implica menor colocación de mercancías. El crecimiento chino que impulsó las ventas externas de nuestro país se torna más lento.
CFK lo graficó con el famoso “el mundo se nos cae encima”. No del todo cierto dado que el precio de la soja sigue muy alto, la alarma da cuenta de que si hasta ahora la situación internacional daba para tapar los problemas del “modelo”, ahora es fuente de inconvenientes.
“Sintonía fina”... de los salarios
Los K agitan el fantasma de la crisis e instan a que los obreros “colaboren” con el pago de los costos del “modelo”. Los burócratas firmaron aumentos por debajo de la inflación haciendo que se deteriore el poder de compra del salario. Esto se agrava cuando los aumentos hacen que el salario sea alcanzado por el impuesto a las ganancias, cuyo mínimo no imponible está en $5.800, para un trabajador sin hijos menos que la canasta básica. Lo mismo para muchos trabajadores que dejan de cobrar las asignaciones familiares debido a los aumentos.
Todavía prima el crecimiento, aunque en franca desaceleración. El ritmo industrial se redujo y hay sectores donde la caída de la producción es muy fuerte: en abril cayó 24% en las automotrices. Algunas autopartistas aplican recortes de horas extras, suspensiones, e incluso despidos. Otras recurren al procedimiento preventivo de crisis alegando menores ventas, un artilugio para negociar los despidos y suspensiones para cargar la crisis sobre los trabajadores. El gobierno pidió a las automotrices que informen sus planes para enfrentar la crisis.
Los “motores” se quedan sin nafta
Los K dicen que los “motores” de la economía fueron el alto consumo y las inversiones. El primero fue alimentado por las mejoras de los salarios en blanco y los créditos al consumo (gran negocio financiero impulsado por el gobierno). Ahora el cuadro es otro; desaceleración del consumo en supermercados y centros de compras. Aunque existen expectativas que los aumentos salariales reactiven las ventas, es difícil que sean el “motor” que impulse la producción por la pérdida de poder de compra.
Estos años aumentó la inversión pública y, en menor medida, la privada, pero nunca a un nivel consistente con la ilusión de sostener por largo tiempo un crecimiento económico de 7 u 8%.
El agotamiento del “modelo” evidencia la imposibilidad de que el Estado capitalista sea una herramienta para sobreponerse a las contradicciones de la acumulación dependiente. Las empresas registraron elevadas ganancias, pero las inversiones fueron escasas. En 2011 las ganancias empresarias de las cotizantes en bolsa, aún siendo positivas, cayeron 14%. Los K se ilusionaron con compensar las dificultades de rentabilidad con subsidios, pero los problemas fiscales empezaron a mostrar límites. Sostener la demanda no alcanza para que el afán de lucro empresario se traduzca en inversión, algo que ni en tiempos de bonanza ocurrió demasiado.
Aunque los “consejos sectoriales” de productividad y competitividad impulsados por el gobierno buscarían alentar las inversiones, las urgencias de la política económica van en sentido contrario. La inversión depende mucho de insumos y medios de producción importados trabados por Moreno. El menor gasto en obras públicas y la caída en el consumo de cemento (indica el ritmo de la construcción) no alientan un buen panorama.
La situación de conjunto, con el desaceleramiento económico y de las ventas, enciende una alarma para el empleo.
Sintonía gruesa (o cómo seguir pateando para adelante)
Aunque el año pasado hubo por primera vez en el ciclo K salida neta de dólares que manifiesta problemas estructurales, esto no se compara todavía con otras crisis externas que vivió Argentina: el Rodrigazo, el colapso de “la tablita” de Martínez de Hoz, la híper de Alfonsín o el 2001. Los precios altísimos de las materias primas permitieron un superávit comercial que redundó en la acumulación de reservas. En 2011 se redujeron por el pago de la deuda, pero todavía existe un “colchón”. La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central da mayor disponibilidad de recursos al gobierno. Cierto éxito en defender los dólares con las trabas a importaciones y límites a la salida de ganancias al extranjero, tiene como fin detener la merma de recursos destinados en gran parte a pagar la deuda (en agosto vence el Boden 2012 con origen en el corralito de 2001) que tiene un peso de 10% en el presupuesto, solo de intereses. Como ya no hay superávit fiscal el gobierno se financia con fondos del Banco Central. Los K también cuentan con la Anses, aunque sus recursos están diezmados por préstamos a empresarios y pago de deuda. El gobierno intenta mantener en orden sus cuentas al costo de fogonear la inflación y la desaceleración económica. Si bien todos esos recursos no alcanzan para afrontar todos los frentes, le otorgan cierto aire manteniendo un “bonapartismo de caja” achicado. Las problemas fiscales de las provincias y la “compadrada” oligárquica contra el revalúo de sus propiedades en Buenos Aires se inscriben en esta situación. Mientras aumentó la presión sobre trabajadores autónomos y monotributistas, a la vez que se comenzaron a evaluar reformas tributarias. El esquema de recaudación en la era K se mantuvo muy similar al menemista con fuerte carga sobre los consumos populares mediante el IVA. Entretanto las grandes fortunas tributan poco o nada, como los especuladores financieros.
El ciclo inédito de crecimiento iniciado en 2003, permitió -gracias al brutal ajuste de 2002 basado fundamentalmente en la devaluación- acumular enormes recursos que permiten gestionar el desgaste y ganar tiempo. Domingo Cavallo dice que la situación se encamina hacia un “Rodrigazo”. Aunque muchos de los problemas, como la inflación y el déficit fiscal, son similares, todavía no hay un descalabro externo de magnitud. En 1975 el déficit comercial fue récord en parte por el cierre de los mercados europeos. La renta agraria que había subido previamente gracias a los altos precios se derrumbó en aquel momento. Esto sucedería hoy si se desploma el precio de la soja, lo que no está en los pronósticos inmediatos aunque tampoco puede excluirse. Todavía no hay un nuevo Lehman, pero la situación actual tiene similitudes a 2008-2009 cuando su caída empujó a la recesión a toda la economía mundial en simultáneo, por primera vez, desde la Segunda Guerra. No se descarta que la salida del esquema Euro de Grecia o algún otro país actúe como un equivalente a Lehman llevando al pánico a la economía mundial. Pero aún sin este escenario extremo -para el cual sólo se cuenta con el “colchón” de superávit comercial muy erosionado- la Argentina ya no tiene una situación que le permita seguir alargando eternamente los tiempos de la crisis.
Los frentes abiertos para la política económica y las contradicciones entre ellos (solventar rentabilidad, controlar importaciones, contener salarios, mantener demanda, controlar la inflación y paliar las consecuencias de la sobrevaluación del peso) podrían indicar que la gestión “bonapartista” de la economía está llegando a su límite en un contexto en el que la crisis internacional, de carácter histórico, “se nos viene encima”. Para los trabajadores, el “modelo” sólo puede significar, de acá en más, alguna variante de ajuste, más o menos dura. La ilusión de los empresarios de que el viceministro de Economía, Kicillof, y sus discípulos arbitren en paritarias en favor de la competitividad, es otra muestra de esto, y una triste parábola de los otrora economistas “críticos”. Los trabajadores tenemos que preparar una respuesta obrera independiente a la crisis.
24 mayo 2012