Cumbre en Madrid
¿“Amor” en tiempos revueltos?
21/05/2010
El lunes 17 unos 60 jefes de Estado y representantes de gobiernos de Europa, América latina y el Caribe se reunieron en Madrid para discutir una serie de acuerdos económicos y políticos en nombre de una “alianza estratégica” bi-regional.
La cumbre se produjo en un nuevo momento convulsivo de la crisis mundial, que tiene por epicentro a la propia Unión Europea (UE) y, dentro de ella, entre los más afectados, al país anfitrión, el Estado Español. El gobierno socialdemócrata de Zapatero puso en marcha un brutal plan de ajuste en la línea del impuesto a Grecia por Alemania y sus socios mayores de la UE, y que otros países tambaleantes están empezando a seguir como Portugal. El conservador Cameron asume el gobierno en Gran Bretaña anunciando también un programa de ajustes y ataques a los trabajadores. Está por verse si estas medidas y el “Fondo de rescate europeo” que preparan febrilmente - “arreglos de emergencia” los llama la revista The Economist-, contendrán temporalmente las convulsiones y salvarán al euro.
En este escenario de extremo nerviosismo, la cumbre quedó deslucida. Ambos bloques asistieron muy divididos y más allá de los acuerdos ya en marcha entre la UE y Centroamérica, Chile o Colombia, la única novedad destacada fue el relanzamiento de las negociaciones entre Europa y el MERCOSUR buscando un “acuerdo de preferencias comerciales”.
Los intereses europeos en América Latina
Los imperialismos europeos tienen una vieja e importante presencia en América Latina. Si bien la UE privilegió en estos años su extensión al Este, semicolonizando los países en restauración capitalista, desde los ‘90 su penetración financiera, comercial e industrial se incrementó sobre todo en Sudamérica.
Aunque Estados Unidos sigue dominando en muchos terrenos, en 2009 (según CEPAL), Europa es el segundo socio comercial de la región y extrae suculentas ganancias gracias a sus filiales, sus operaciones financieras y su participación en el endeudamiento latinoamericano. Con Europa se realizaron ventas por 74.400 millones de dólares (un 13.8% del total), compras por 65.800 millones (14,7%), así como un tercio del ingreso de capital extranjero. La mayor parte de este intercambio giró con los países del Cono Sur (Brasil, Chile y Argentina), además de México.
Con la crisis, los recursos naturales, los mercados internos, las grandes compras estatales (con programas de armamento como el negociado entre Brasil y Francia), y las oportunidades financieras en una Latinoamérica que fue por ahora menos afectada por la recesión, se vuelven más interesantes para una Europa en serios problemas. América Latina – considerada como su “patio trasero” estratégico por EE.UU., se convierte en escenario de una renovada competencia interimperialista, en la que tercian “potencias emergentes” como China (que participa con un 10% del comercio global latinoamericano) o Rusia (que vendió armamento a Venezuela).
Diferencias internas en Europa…
La burguesía española, que jugó el papel de “puente” de los intereses de la UE en nuestra región, se juega a revitalizar ese rol como una tabla de salvación ante su aguda crisis, apurando la negociación con el MERCOSUR. Sin embargo, esto divide a las potencias europeas, porque un acuerdo, aunque pueda prometerles jugosos beneficios, necesita una negociación de “toma y daca” donde Brasil y Argentina piden acceso a sus exportaciones agropecuarias e industriales a cambio de hacer más concesiones a la UE. Si bien en temas como automotrices y siderurgia podría se atractivo para los monopolios de la UE ya instalados en el MERCOSUR, Francia y una decena de socios de la “eurozona” con importantes sectores agrícolas sostenidos por ingentes subvenciones estatales rechazan toda concesión en los rubros agropecuarios y de alimentos.
Y en América Latina
También los gobiernos latinoamericanos fueron divididos, con Alan García, Uribe y Calderón como abanderados de la política más pro imperialista, mientras que sólo la cerrada oposición de Brasilia y Buenos Aires hizo desistir a los europeos de que asistiera Porfirio Lobo, el presidente hondureño surgido del fraude pro golpista. Chávez prefirió no asistir aunque sí fueron Evo, un representante cubano, el ecuatoriano Correa y otros, participando de una folclórica “cumbre de los pueblos” paralela que fungió de tribuna de presión “progresista” sobre los mandatarios reunidos, pero cuidándose de no arruinar las tratativas.
Lula asistió a la cumbre presentando su reciente acuerdo con Turquía e Irán (para procesar en Turquía uranio de este país con fines pacíficos, como forma de controlar su programa nuclear) como un logro de una diplomacia “alternativa”. Pero EE.UU. “ninguneó” la propuesta y junto a Gran Bretaña, Francia, China y Rusia impulsan una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU para endurecer sanciones contra Irán.
Si sumamos los desacuerdos en temas tales como las políticas antiinmigrantes europeas cuestionadas por casi toda América Latina, Cuba (donde la UE impulsa con la “Posición Común” un plan de democratización burguesa y recolonización), Islas Malvinas (el Tratado de Lisboa de la UE reconoce las Islas como “territorios de ultramar” de Gran Bretaña, que volvió a rechazar el pedido de CFK de diálogo), cambio climático, contaminación (como el caso de la finlandesa Botnia) y varios otros que rondaron la cumbre, mostrando la prepotencia imperialista europea a cada reclamo latinoamericano, hay que decir que, en suma, lo que los unió en Madrid no fue tanto el “amor sino el espanto”.
Las diferencias y sobre todo las perspectivas de una profundización de la crisis hacen problemático el futuro de las negociaciones con el MERCOSUR y la posibilidad misma de que el imperialismo europeo en graves dificultades pueda aprovechar las concesiones logradas o por lograr en la región, pese a la disposición entreguista de las clases dominantes latinoamericanas.
¿”Multilateralismo” o antiimperialismo?
CFK afirmó que “la reafirmación del multilateralismo como método adecuado para abordar todos los problemas que podamos tener, no sólo en el aspecto económico, financiero, climático, sino en el orden político; en definitiva, si uno termina hurgando en cada uno de los problemas vamos a llegar a una raíz de carácter político, que reconoce seguramente en la pérdida de un ejercicio real y concreto del multilateralismo y adopción de pensamientos y recetas únicas aplicables a todo el mundo cualquiera sea el tamaño de su economía”. Todo el nacionalismo latinoamericano –desde Chávez y Evo Morales a nuestros progresistas criollos– afirma que es posible “convencer” a los países imperialistas para lograr un “trato justo” y que asociarse a Europa como parte de una estrategia “multilateral” ayuda a contrapesar la influencia dominante de Estados Unidos y lograr recursos para el propio desarrollo.
Esto es una falacia. Europa occidental es el segundo bloque imperialista, detrás de EE.UU., y su principal socio en la defensa del “orden mundial” y el saqueo del planeta entero, incluida Latinoamérica, que es un conjunto de semicolonias dependientes económica, política y financieramente del capital extranjero. Los “acuerdos multilaterales” con la UE que con discurso “progre”, Cristina defiende, son funcionales a los intereses de REPSOL, Telefónica, BBVA, Banco Santander y los Marsans, por no mencionar a otras transnacionales europeas, en beneficio de Los Grobo, los ganaderos, Techint y cía.
Mientras CFK y varios otros gobiernos latinoamericanos se preparan a celebrar el Bicentenario de la rebelión anticolonial, llenándose la boca con discursos, en la práctica representan a burguesías nacionales que han sido incapaces de resolver el problema de la liberación nacional cuando no están directamente dispuestos a arrodillarse ante el capital extranjero.
Tampoco son alternativa ni el “socialismo del siglo XXI” de Chávez ni el “Estado plurinacional” y “descolonizador” de Evo Morales, que pese al discurso nacionalista se limitan a regatear con el imperialismo, pero no pueden ni están dispuestos a romper con él.
La tarea histórica de la liberación nacional queda por entero en manos de los trabajadores latinoamericanos y sus aliados: los campesinos, indígenas y el pueblo pobre, que habrán de resolverlas con sus propios métodos y su propio poder.
Al programa de “alianza estratégica” con el capital extranjero, hay que oponerle el programa de la alianza con los trabajadores y campesinos de Brasil, Uruguay, Paraguay y toda América Latina por la expulsión del imperialismo y la solidaridad con los obreros y la juventud de Grecia, el Estado Español, Francia, etc., que resisten los ataques de la Europa del capital, en la perspectiva de unir las fuerzas de la clase obrera internacional contra sus enemigos comunes: los capitalistas y el imperialismo.