Biocombustibles: ¿Quién se beneficia?
22/03/2007 La Verdad Obrera N° 227
La visita de Bush a Brasil estuvo marcada por la firma de acuerdos que apuntan a la creación de un mercado mundial de biocombustibles (etanol y biodiesel). Brasil es líder mundial en la producción de etanol, combustible renovable que produce a partir de la caña de azúcar. EE.UU. produce etanol del maíz, más caro y menos eficiente, y tiene necesidad de reemplazar su dependencia energética de los países productores de petróleo.
Más allá de los inciertos argumentos ecológicos del plan (ni siquiera se reemplazaría a los combustibles actualmente en uso como la nafta), detrás del "boom" de la "energía verde" hay un gran negocio: "Según Eric Holt-Gimenez, coordinador de la organización Food First, ‘Tres grandes empresas (ADM, Cargill y Monsanto) están forjando su imperio: ingeniería genética, procesamiento y transporte, una alianza que va a encadenar la producción y la venta de etanol’. Y añade que otras empresas del agronegocio como Bunge, Sygenta, Bayer y Dupont, aliadas a la transnacionales de petróleo como Shell, TOTAL y British Petroleum, y también a las automotrices como Volkswagen, Peugeot, Citroen, Renault y SAAB, forman una sociedad inédita que espera grandes ganancias con los biocombustible." (ALAI, 13/3/2007).
El agrobusiness en Argentina se prepara. En Expoagro 2007 los biocombustibles dieron de qué hablar y el maíz fue la gran estrella. Sin embargo, la supuesta oportunidad económica para países productores de recursos bioenergéticos (Argentina es el 2° exportador mundial de maíz) oculta una gran realidad de los países latinoamericanos: la gran concentración de la tierra. Así como el boom de la soja y el mini boom del trigo, el uso de biocombustibles promete disparar los precios del maíz y de la caña de azúcar. La renta agraria, de la que se apropian multinacionales y terratenientes por concentrar la propiedad de la tierra, promete sostenerse e incluso profundizarse.
Mientras tanto, el costo de algunos alimentos de consumo popular ya se disparó. El maíz subió el año pasado, elevando en 400% el precio de la tortilla en México, alimento de consumo popular básico. Asimismo, el maíz para forrajera puede alzar los costos de crianza de ganado.
Por otro lado, producir una cantidad relativamente menor de biocombustible respecto de los hidrocarburos (petróleo y gas) requiere enormes cantidades de granos. Según estimaciones, todas las cosechas de maíz, sorgo, caña y remolacha del globo cubrirían apenas un 20% de la demanda mundial de combustible. Ante eso la burguesía tiene su respuesta: reconvertir cultivos para alimentos en cultivos para producción de biocombustibles, expropiación y desforestación a gran escala.
Como vemos, la salida "verde" de la burguesía permitirá que los empresarios del agrobusiness "ecológico" amasen fortunas a costa de la comida y la tierra de nuestros pueblos.
La conquista de mecanismos limpios de producción energética es una necesidad imperiosa frente a la crítica degradación ambiental a la que la burguesía ha llevado al planeta. Sin embargo, los parámetros de búsqueda de "energía limpia" del capitalismo están orientados por su sed de ganancia, que impide el uso racional y "sustentable" de los recursos naturales. Los que se frotan las manos con este meganegocio, como Lula o Kirchner, o el publicista de las bondades de la "energía verde" Al Gore, no van a tocar los intereses de los grandes jugadores de este prometedor negocio. Incluso Chávez, que critica la iniciativa en defensa de su millonario negocio -los hidrocarburos- ha demostrado que en su "Socialismo del Siglo XXI" no se toca la concentración de la tierra (su limitada reforma agraria otorga todo tipo de oportunidades a los terratenientes para conservar la propiedad de las tierras improductivas) y su producción hidrocarburífera se realiza en asociación del Estado con voraces empresas imperialistas.
Por lo tanto, sólo los trabajadores, los campesinos y los sectores populares (incluyendo a las organizaciones ecologistas) pueden darle a la tierra una utilización equilibrada en función de sus necesidades y revertir la despiadada destrucción del medioambiente. En primer lugar, arrancándole a los monopolios y los terratenientes la propiedad de la tierra, imponiendo una reforma agraria radical y nacionalizando bajo su control los medios de producción energéticos, como los campos y las refinerías.