El significado del acuerdo militar entre Brasil y Francia
10/09/2009
El presidente Lula aprovechó el feriado nacional de la independencia, el día 7 de septiembre, y la presencia del presidente francés en Brasil para anunciar la conclusión, en favor de Francia, de un proceso de compra de armamento que se arrastraba al menos desde 2001, según algunos diarios, o desde 1994, según otros. El acuerdo militar con Francia, señalado como el mayor hecho por Brasil desde la Segunda Guerra Mundial, incluye la compra de 4 submarinos comunes, 50 helicópteros y colaboración tecnológica para la construcción de una base, un astillero y un submarino de propulsión nuclear, en un valor total de 22.000 millones de reales. El punto más polémico internamente fue el anuncio de que la renovación de la flota aérea brasileña va a ser hecha con 36 cazas Rafale de Francia, por cerca de 10.000 millones de reales, 40 % más caro que los F-18 de EE.UU., que también estaban en disputa. Lula hizo el anuncio antes de un posicionamiento oficial de la Aeronáutica, que solo se manifestaría a fines de octubre, lo que llevó al Ministerio de Defensa a publicar una nota oficial diciendo que esa parte del acuerdo aún no está cerrada. A pesar de eso, todo indica que el anuncio hecho por Lula es irreversible, aún más después de la contrapartida ofrecida por Sarkozy de comprar 10 unidades del nuevo avión de carga para transporte de tropas que Embraer está desarrollando.
Una respuesta defensiva al imperialismo norteamericano
El anticipo hecho por Lula del acuerdo con Francia y la aprobación unánime del presupuesto de la primera fase por el Congreso gracias al apoyo de la derecha, fue una respuesta de la burguesía brasileña al nuevo acuerdo militar de EE.UU. con Colombia, que mina las bases de la estrategia geopolítica de la burguesía brasileña de alzarse como un negociador al servicio del imperialismo y de esa forma extender su influencia en la región. En la medida que Obama demuestra la posibilidad de una política más dura de apoyarse directamente en Colombia, eso debilita esa estrategia brasileña de consolidarse como el gran interlocutor de la región con el imperialismo. Sectores de la cúpula de las fuerzas armadas hicieron declaraciones denunciando que la IV Flota (la que vigila el Atlántico Sur) de EE.UU. fue reactivada sin ninguna consulta a Brasil, al tiempo que el Ministerio de Defensa mantuvo las apariencias publicando un artículo en el que dice que la disputa entre EE.UU., Suecia y Francia para la provisión de aviones caza está aún abierta. La base de esa estrategia sería fortalecerse, incluso militarmente, como un mediador al servicio del imperialismo, entre los dos bloques que polarizan la política en América Latina, de un lado el bloque de Chávez y los países del ALBA y de otro los países más alineados con EE.UU., como Colombia y Perú.
El debilitamiento de la hegemonía de EE.UU. en la región se refuerza ahora con esta opción estratégica del gobierno de Lula, que se muestra dispuesto, ante la crisis económica, a utilizar su enorme popularidad interna para aumentar los márgenes de maniobra en las negociaciones entre las potencias imperialistas. Esto se da como un movimiento preventivo de Brasil en relación al imperialismo. Según Valter Pomar, secretario de Relaciones Internacionales del PT, “el acuerdo con Francia reduce la influencia de EE.UU. y aumenta la autonomía militar de Brasil”. En realidad el acuerdo aumenta la autonomía de Brasil solamente en relación a EE.UU., al paso que aumenta la influencia del imperialismo francés. Estos primeros movimientos muestran cómo América Latina será un importante escenario de disputa de intereses entre las potencias imperialistas, que buscarán redoblar las cadenas de dominación sobre nuestros países para hacer frente a la crisis capitalista. Como afirmó en un diario brasileño Adam Isacson, del Center for International Policy, esta opción brasileña significa no solo un golpe para Boeing (que produce los aviones F-18), sino que marca la pérdida de espacio de la industria armamentística de EE.UU. en América Latina, que conservaría como únicos clientes fieles a Colombia y Chile.
Apenas días antes del anuncio del acuerdo con Francia, el presidente Lula salió en cadena nacional en televisión para defender su proyecto para el pre-sal (los campos de petróleo recientemente descubiertos que pueden colocar a Brasil entre los diez mayores productores del mundo) como una “segunda independencia”, al mismo tiempo que presentó su acuerdo con Francia como una necesidad de defender esas riquezas que serían el “pasaporte de Brasil para el futuro”. Como revolucionarios, defendemos el derecho de países semicoloniales a armarse para hacer frente al imperialismo, que utiliza las armas para someter a los pueblos de todo el mundo y su dominación. Sin embargo, a pesar del discurso nacionalista de Lula alrededor del acuerdo con Francia, como de la explotación del pre-sal, en ninguno de los dos casos el gobierno de Lula avanza en un real enfrentamiento a los intereses del imperialismo. Podemos esperar que el fortalecimiento militar de Brasil sea utilizado, no para hacer frente a los golpes militares reaccionarios como el de Honduras, frente al cual Brasil no tomó ninguna medida concreta para apoyar la resistencia, sino para intervenir como tropas de “paz” en países vecinos a favor del imperialismo, como vemos hoy en Haiti, y para defender los intereses de las multinacionales brasileñas instaladas en los países de América Latina. Su proyecto de pre-sal aumenta las prerrogativas de Petrobrás y limita la participación de las empresas multinacionales en relación al actual marco de explotación del petróleo. En el caso de Petrobrás, Lula ni siquiera reestableció el monopolio implementado en la década de 1950 y que fue quebrado por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Las nuevas reglas no valen para los campos ya en funcionamiento y su proyecto mantiene solo la mitad de las ganancias de Petrobrás, que va a quedarse con solo el 30 % de los nuevos campos.
No será con alianzas con potencias europeas como Francia, un país imperialista que aún mantiene colonias, como la Guyana Francesa, que conseguiremos la liberación de los países latinoamericanos. Tampoco las burguesías semicoloniales están dispuestas a llevar esta lucha hasta el final. La impotencia del gobierno de Chávez para tomar cualquier medida concreta, más allá de los discursos, para apoyar la resistencia al golpe en Honduras o rechazar las bases en Colombia, muestra que la lucha para liberar a los países de nuestro continente de la dominación imperialista solo podrá ser llevada adelante por la alianza de los pueblos y de los trabajadores latinoamericanos.