EL PAIS - 12-06-2011
Erdogan avanza hacia otra victoria
12/06/2011
El primer ministro espera revalidar hoy en las urnas un tercer mandato - Promete mantener el crecimiento económico y aprobar una nueva Constitución
JUAN CARLOS SANZ (ENVIADO ESPECIAL) - Ankara - 12/06/2011
Un frío memorando difundido en la página web del jefe del Estado Mayor turco en la noche del 27 de abril de 2007 advirtió que las Fuerzas Armadas no iban a "tolerar ningún atentado contra el Estado laico" y que para ello tomarían "todas las medidas necesarias". Cuando Recep Tayyip Erdogan tuvo noticia del llamado golpe de Estado electrónico envió a su ministro portavoz, Cemil Çiçek, a la televisión para que leyera el siguiente comunicado: "No aceptaremos ninguna intromisión. El Estado Mayor del Ejército está a las órdenes del Gobierno. El primer ministro convoca elecciones generales para que el pueblo exprese su voluntad".
La oligarquía de militares y burócratas ha sido derrotada
Dos meses después, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado) de Erdogan barrió en las urnas con más del 47% de los votos e impuso que su candidato a presidente de la República, Abdulá Gül, fuera elegido jefe del Estado por el Parlamento semanas más tarde. Los militares se habían atrevido a dar el e-golpe para impedir a toda costa que entrara en el palacio presidencial de Çankaya -edificado por Atatürk, el venerado fundador del Estado laico- una mujer con la cabeza cubierta por el velo islámico, como la esposa de Gül. Más de 200 mandos militares, entre ellos varios generales y almirantes, se encuentran procesados ahora acusados de participar en tramas golpistas en Turquía, un país en el que el Ejército ha derribado a cuatro Gobiernos democráticamente elegidos en los últimos 60 años.
"Erdogan se afianzó como líder cuando resistió las presiones de las Fuerzas Armadas y derrotó al sistema oligárquico, que controlaban los militares y el aparato burocrático del Estado, al ganar el referéndum de reforma constitucional de septiembre del año pasado", precisaba ayer en Ankara Mustafá Kutlay, experto de la Organización de Investigación Estratégica Internacional (USAK, en sus siglas en turco). "Turquía es hoy un país muy diferente al que recibió el AKP. Cuando llegó al poder, en 2002, la economía estaba al borde del colapso, con un producto interior bruto (PIB) de 232.000 millones de dólares (131.000 millones de euros). Tras un desarrollo espectacular, el PIB ha superado en 2010 los 742.000 millones de dólares y las exportaciones se han triplicado hasta alcanzar los 132.000 millones de dólares. No hay ninguna duda de que volverá a ganar las elecciones de mañana. La duda es sobre la amplitud de su victoria", argumenta Kutlay.
Turquía vivió una edad de oro durante el primer mandato del primer ministro Erdogan. En 2005 cumplió su sueño de iniciar las negociaciones para la adhesión a la Unión Europea. Las reformas políticas emprendidas para lograr la luz verde de Bruselas han servido, entre otras cosas, para acabar con la práctica de torturas sistemáticas en las comisarías. "El principio en vigor es tolerancia cero contra los abusos policiales. Se siguen produciendo algunos casos, pero ahora sus responsables son detenidos y juzgados", explica el experto de la USAK. Los analistas de esta organización sostienen que Ankara ha ido ocupando el vacío dejado por EE UU o Rusia en la región para, de la mano de una pujante expansión comercial, convertirse en una potencia emergente frente a países vecinos.
Pero las tensiones internas -surgidas por la pretensión de jueces y militares de seguir marcando el paso al poder político- y la congelación del proceso de incorporación a la UE -bloqueado por Chipre (el tercio norte de la isla sigue ocupado por tropas turcas desde 1974) y torpedeado por Francia y Alemania- han condicionado el segundo mandato del Gobierno de los islamistas turcos. "Incluso algunos de sus partidarios reconocen que Erdogan ha adoptado un perfil más autoritario en los últimos años, forzado por la polarización política de la sociedad, dividida entre sectores laicos y religiosos", puntualiza Mehmet Yegin, también investigador de la USAK. "Y precisamente la falta de una alternativa real de poder, a causa de la debilidad de la oposición, es la principal carencia del sistema democrático turco".
La polarización turca estuvo a punto de estallarle entre las manos en 2008 al jurista Osman Can, que fue ponente del Tribunal Constitucional en el proceso sobre la ilegalización del partido de Erdogan. "El fiscal del Supremo pedía que se declarara proscrito al AKP bajo la acusación de haberse convertido en un foco de actividades antilaicas, pero no tuve ninguna duda y me opuse. En una democracia solo se puede ilegalizar a los partidos que apoyan la violencia", afirma Can, que en la actualidad encabeza una plataforma en defensa de una nueva Constitución de consenso.
Finalmente el Constitucional absolvió por un solo voto (seis jueces en contra de la ilegalización frente a cinco a favor) al AKP, en un fallo que reflejaba la división política de los turcos en sectores irreconciliables. La reciente campaña electoral ha constatado este profundo antagonismo. "Estos comicios se explican con solo tres cifras: 10, 330 y 367", explica un diplomático europeo en Ankara. "Los partidos que no obtengan el 10% de los votos se quedan fuera del Parlamento. Según los sondeos, puede ser el caso de los nacionalistas conservadores, y sus escaños se repartirían entre el AKP y el Partido Republicano del Pueblo
[centro-izquierda, que aspira a un tercio de los 550 escaños]. El partido de Erdogan necesita una mayoría reforzada de 330 diputados y, si es posible, de 367, para poder redactar en solitario una nueva Constitución". En el primer caso tendría que someter su proyecto a referéndum, y en el segundo le bastaría con votarlo en la Cámara. Los nacionalistas kurdos han vuelto a presentarse como independientes -así no se les aplica el listón del 10%-, para hacerse con hasta 30 actas parlamentarias. Este es el caso de Layla Zana, que ya resultó elegida diputada en 1991, pero que fue condenada a 15 años de cárcel por atreverse a hablar en kurdo ante la Gran Asamblea Nacional.