Ante la debacle del regimen de Kadafi
La OTAN busca asegurarse el control de Libia
25/08/2011
Después de cinco meses de bombardeos de la OTAN en los que la situación parecía estar empantanada, el régimen de Kadafi se ha desmoronado. Al cierre de este artículo se desconocía el paradero del ex dictador libio y continuaban combates aislados entre fuerzas leales al régimen kadafista y las milicias del llamado bando “rebelde”. Si bien todo indicaría que Trípoli, la capital y centro del poder, está bajo control del Consejo Nacional de Transición, aún no está claro qué gobierno reemplazará a Kadafi y la situación sigue siendo volátil.
Lejos de representar una resistencia al imperialismo, Kadafi había pasado a colaborar con Estados Unidos y otros potencias en la “guerra contra el terrorismo” y hasta último momento se postulaba como quien podía mantener el orden a favor del imperialismo, o prestar servicios como detener la inmigración africana hacia los países de la Unión Europea. Aunque las imágenes de televisión muestren milicias locales en lugar de soldados norteamericanos ingresando en el complejo de Bab al Aziziya y derribando las estatuas de Kadafi, las fuerzas “rebeldes” que tomaron Trípoli actuaron como “tropa terrestre” de los bombardeos de la OTAN, con una dirección completamente colaboracionista con las grandes potencias. Como informa el diario Washington Post, la ofensiva sobre la capital fue decidida por fuerzas especiales británicas, franceses y qataríes que vienen actuando en el territorio, con la colaboración de la inteligencia norteamericana que bajo órdenes de Obama había intensificado sus tareas de espionaje y vigilancia sobre el bando kadafista e incrementado los bombardeos con aviones no tripulados. Este operativo es la conclusión lógica de la colaboración entre el CNT y la OTAN desde que se inició la operación “Odisea al amanecer” el pasado 19 de marzo.
Además de proteger sus intereses y reafirmar su rol geopolítico con el surgimiento de un gobierno títere en la región, los gobiernos imperialistas se aprestan a quedarse con el grueso del botín garantizándole a sus corporaciones mejores negocios que los que hacían con Kadafi y el acceso privilegiado a las reservas petroleras de Libia, las más importantes del continente africano. En esta lucha también hay ganadores y perdedores. En una entrevista reproducida en varios medios, el vocero de ACOCO, la compañía petrolera creada en el este por los “rebeldes” con apoyo de la OTAN, anunció que el futuro gobierno reformulará los contratos para beneficiar a las compañías petroleras de las potencias occidentales que participaron en la intervención militar –principalmente la ENI italiana, la Total francesa y BP británica a las que se sumó la norteamericana Marathon Oil Corp - en detrimento de firmas brasileras, chinas y rusas, mientras que Alemania, que se negó a participar de la misión y por lo tanto quedó en desventaja, está tratando de negociar su futuro posicionamiento.
El imperialismo busca evitar un “escenario iraquí”
Pasado el triunfalismo inicial, expresado en los falsos anuncios de los “rebeldes” de la captura de dos de los hijos de Kadafi, el escenario abierto es incierto y todavía está por verse si la dirección de Bengasi, ya reconocida por las potencias imperialistas como gobierno legítimo, será aceptada como representante nacional o si al desaparecer el objetivo que mantenía unificada a la oposición primará el enfrentamiento entre tribus, comunidades religiosas, ex integrantes del régimen kadafista y grupos con intereses diversos, lo que podría abrir una dinámica de guerra civil similar a lo que ocurrió en Irak tras la caída de Saddam Hussein.
Incluso luego de consolidarse la dirección proimperialista de Bengasi que desplazó a los sectores más radicales, sobre todo juveniles, que habían surgido durante el levantamiento espontáneo, las divisiones dentro del CNT, entre el este y la región occidental del país y entre diversas figuras políticas de la oposición ya eran evidentes.
Según un artículo del diario Washington Post, “los rebeldes de las montañas occidentales que asaltaron Trípoli el domingo a la noche (21 de agosto NdelR) miran con desconfianza al Consejo Nacional de Transición. Muchos se quejan de que la dirección nacional no les da el apoyo suficiente, incluso después de que los gobiernos occidentales comenzaran a permitirles el acceso a los activos congelados del gobierno de Kadafi” (Washington Post 22-8). Quizás la muestra más alarmante de este fraccionamiento fue el asesinato a fines de julio del jefe militar rebelde que en febrero había desertado del régimen, el general Abdul Fattah Younes, perpetrado por milicias rivales que causó una crisis importante al interior del CNT. La política imperialista es tratar de crear un gobierno provisorio basado en el CNT pero que permita incorporar a los funcionarios estatales del régimen kadafista y preservar las fuerzas armadas y de seguridad, es decir, lo contario a la política de “desbaasificación” (liquidación del partido oficial Baas, del ejército y la policía de Hussein) aplicada en Irak que terminó alimentando la insurgencia sunita contra las tropas norteamericanas. Sin embargo, todavía no está claro que esta salida vaya a ser aceptada o que pueda neutralizar eventuales luchas por la nueva distribución del poder estatal y económico, por eso algunos analistas e incluso funcionarios del Departamento de Estado y el Pentágono no descartan la necesidad de algún tipo de presencia de tropas –ya sea bajo mandato de la ONU, la OTAN o con el paraguas de organizaciones regionales.
¿Triunfo de las masas de la mano de la OTAN?
Mientras que el presidente Chávez siguió defendiendo al dictador Kadafi, pretendiendo presentar como un “antiimperialista” nada menos a quien fue amigo de Bush y Berlusconi y garantizó los negocios de las principales corporaciones petroleras, varias organizaciones de izquierda han salido a saludar el fin del régimen de Kadafi como un “triunfo revolucionario”. Una posición de este tipo sostienen los compañeros de Izquierda Socialista, con quienes ya habíamos discutido su consigna de “armas para los rebeldes” después de que la dirección del CNT pidiera abiertamente la intervención de la OTAN, lo que de hecho liquidó todo sector progresivo independiente de la dictadura kadafista y de las potencias imperialistas.
En un comunicado los compañeros afirman que “La inminente caída de la dictadura de Kadafi es una victoria del pueblo libio, que viene combatiendo desde febrero ante la salvaje represión del dictador. Es parte del proceso revolucionario que iniciaron los pueblos de Túnez y Egipto derribando a sus dictadores” y más adelante afirman que “No se trata de un triunfo de la OTAN como pretenden atribuirse Obama y el imperialismo europeo. Ellos sólo realizaron bombardeos limitados para tratar de impedir un triunfo de la milicia popular y buscar una salida negociada que les permita defender sus negocios petroleros”.
La LIT (corriente cuya principal organización es el PSTU de Brasil) va mucho más allá y en su declaración sostiene que estamos ante “una tremenda victoria política y militar del pueblo libio y de todo el proceso revolucionario que sacude al mundo árabe”, que “evoca las más grandiosas victorias que ha protagonizado nuestra clase” (sic).
Pero los hechos parecen desmentir estas posiciones.
Indudablemente, el odio hacia la dictadura de Kadafi y su sistema de prebendas surgidas del control estatal de la importante renta petrolera motorizó el levantamiento popular de febrero en Bengasi y otras ciudades, como parte de la “primavera árabe”. Sin embargo, a diferencia de Túnez o Egipto, la caída de Kadafi en las condiciones que se produjo no es la primera conquista de un proceso revolucionario, sino un triunfo de la política de las potencias imperialistas –en particular Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña– que con la excusa “humanitaria” de “proteger a los civiles” llevaron adelante una intervención militar para garantizar que surja un gobierno aún más proimperialista que el de Kadafi y religitimarse poniéndose del bando “rebelde” para poder intervenir y frenar los procesos abiertos por la primavera árabe. Como dice sin eufemismos R. Haass, un ex asesor de Bush partidario de enviar tropas terrestres a Libia para mantener el orden, “los 7.000 vuelos de los aviones de la OTAN jugaron un rol central en la victoria rebelde. La intervención ‘humanitaria’ para salvar vidas supuestamente amenazadas, fue de hecho una intervención política para lograr un cambio de régimen. Ahora la OTAN tiene que manejar su propio triunfo.” (Financial Times 22-8-11).
A esta altura de los acontecimientos, con las grandes experiencias que pasó el movimiento obrero durante el siglo XX, sin ir más lejos con el resultado de los levantamientos de 1989-90 contra los regímenes estalinistas que terminaron con direcciones que llevaron a la restauración capitalista, los compañeros de la LIT, de la IS y de organizaciones que sostienen posiciones similares, deberían haber sacado la conclusión de que no necesariamente la derrota de un gobierno reaccionario o la caída de una dictadura significa un avance de la revolución obrera y socialista. En el caso de Libia no dar ninguna relevancia al hecho de que la OTAN ha sido un actor fundamental en las acciones que llevaron a la caída de Kadafi es doblemente peligroso, porque alienta ilusiones que los enemigos de los pueblos oprimidos pueden actuar a favor de sus intereses, reforzando los límites que hasta ahora han tenido los levantamientos árabes que a pesar de enfrentar dictaduras aliadas del imperialismo no tomaron un carácter conscientemente antiimperialista, lo que en última instancia facilita las políticas reaccionarias de desvíos o “transiciones democráticas”.
Había una posibilidad de que el levantamiento popular iniciado en Bengasi se extendiera y derribara la dictadura de Kadafi pero esa posibilidad fue ahogada entre la guerra civil del régimen y la intervención imperialista con la colaboración de la dirección del CNT.
Las contradicciones que se abrirán en esta nueva etapa en la que las aspiraciones de cambio de las amplias masas chocarán con un gobierno que profundizará las condiciones de sumisión del país al imperialismo y los intentos de restablecer el orden, probablemente creen las condiciones para el resurgimiento de sectores que se planteen la necesidad de enfrentar al nuevo gobierno títere y de expulsar al imperialismo. Los marxistas sabemos que solo la intervención de estas fuerzas sociales y políticas independientes, junto con el despertar revolucionario de la clase obrera y la juventud que en los diversos países del Norte de África vienen protagonizando la “primavera árabe”, abrirán el camino a la revolución.
25/08/2011