Una vez más, debate de estrategias con el PSTU/LIT-CI
La situación libia y la política de los revolucionarios
29/12/2011
1.- La “primavera árabe” y Libia
Libia se constituyó a principios de 2011 en uno de los focos avanzados de la “primavera árabe”, es decir, del ciclo de levantamientos de masas contra las dictaduras que derribó a Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto. En este último país clave de la región (por su peso económico, demográfico y geopolítico para el dispositivo de dominación imperialista), se ha abierto un proceso revolucionario de enorme importancia por sus contornos más “clásicos” (ante todo, la fuerza y papel creciente del proletariado), que ahora ha entrado en una segunda fase, caracterizada por el enfrentamiento con el gobierno del CSFA pese al proceso electoral montado como desvío. Allí, las movilizaciones han vuelto a la Plaza Tahrir enfrentando la durísima represión y han comenzado a salir a las calles las mujeres mientras que son constantes las huelgas obreras. Entre tanto, siguen abiertas las tendencias a la guerra civil en Siria y Yemen y al cumplirse el “Año I” de la rebelión en el mundo árabe, las tendencias a la polarización están diluyendo las ilusiones de una “democratización pacífica” en el marco de la crisis mundial. El imperialismo intenta contener el proceso apoyando a los regímenes más reaccionarios o maniobrando con políticas de “transición democrática” que combinan la represión con salidas electorales allí donde se mostraron insostenibles (como en Egipto y Túnez).
Libia, entre tanto, ha corrido una suerte particular. Allí, el proceso revolucionario iniciado en febrero derivó en una guerra civil pues Kadafi se mantuvo fuerte en Trípoli, mientras en Bengasi y el oriente del país triunfaba el levantamiento. El dictador perdió el aval del imperialismo, que tras algunas vacilaciones se reubicó apoyando a los rebeldes y cooptando a la dirección del CNT, con lo que la rebelión quedó política y militarmente subordinada a la intervención imperialista. La intervención de la OTAN bajo la careta “humanitaria” y “democrática” le permitieron presentarse a los imperialistas como “amigos del pueblo libio” y lograr que el derrocamiento del dictador fuera mediatizado no sólo por la conformación de un gobierno cipayo, sino por una injerencia abierta de las grandes potencias en los asuntos de la “reconstrucción” económica y política. Con ello, el imperialismo intenta estabilizar un país convulsionado hasta los cimientos y además, utilizar Libia como un “laboratorio” para las estrategias de intervención contrarrevolucionaria de cara a los procesos de lucha de clases que sacuden la región.
2.- En la izquierda no hubo dos sino tres estrategias
Pero entonces, ¿la caída de Kadafi fue resultado de una “conspiración imperialista”? ¿El triunfo de una colosal “revolución democrática”? ¿O fue -como sostenemos nosotros- un proceso mucho más contradictorio, donde la potencialidad revolucionaria de su derrocamiento fue mediatizado, abortado, por la intervención imperialista? En el complejo proceso libio se combinaron el levantamiento de masas contra un dictador calificado de antiimperialista por un ala de la izquierda, el armamento de sectores populares entre los rebeldes y la intervención militar de la OTAN bajo pretextos “humanitarios” y “democráticos” para apurar su derrocamiento. Alrededor de esas preguntas y cómo posicionarse ante la situación actual, continúa el debate en la izquierda. La LIT-CI, corriente encabezada por el PSTU de Brasil, publicó una nueva nota de polémica con nuestra corriente: “¿Donde está la revolución y la contrarrevolución en Libia?”, por Ronald León (se puede leer, al igual que las otras notas de esta corriente que citamos, en www.litci.org). Esto nos da la oportunidad de examinar de nuevo algunos problemas del proceso libio y desarrollar el debate. En ese texto, sin responder a nuestras principales críticas a sus posiciones, Ronald León insiste en “pegarnos” a la política de apoyo a Kadafi de Fidel Castro, Chávez y sus seguidores, en una maniobra polémica para encubrir la lamentable ubicación política de la LIT-CI, que festejó la caída del dictador con la ayuda de los bombardeos imperialistas. El autor no puede aportar en su auxilio ni una sola cita de nuestras declaraciones y artículos, pero nos adjudica que terminaríamos “en la misma posición del castro-chavismo” siendo “su polea de transmisión dentro del trotskismo.”
Toda la lógica de su exposición intenta argumentar que ante la izquierda había dos y sólo dos posibilidades: con Kadafi (en la que pretende encuadrarnos) o en contra (la que adoptaron ellos). Pero en realidad, es evidente que hubo no sólo dos sino tres estrategias (que sustentaban cuatro vertientes políticas principales). Veamos:
a) La de los sectores stalinistas y nacionalistas (como Chávez y Castro y sus seguidores) que consideraron la rebelión libia como una pura conspiración imperialista contra un líder “antiimperialista” poniéndose del lado del dictador contra el levantamiento de las masas, y separándola del conjunto del proceso de la “primavera árabe”.
b) La que partía de concebir el proceso como una “guerra de regímenes” en las que se enfrentaban “concretamente” un régimen dictatorial y la "lucha por la democracia”. Una vertiente de esta posición, francamente oportunista, la representaron sectores de la intelectualidad europea, como el intelectual francés Gilbert Achcar (cuyos artículos sobre Libia Reproducían las publicaciones del mandelismo) que desde una lógica democratista le dieron “apoyo crítico” a la intervención de la OTAN como un “mal menor” por ir contra una dictadura feroz. Pero esa percepción de “guerra de regímenes”, que absolutiza el antagonismo entre dictadura y democracia, sin comprender que son formas de un mismo dominio burgués, caló también en tendencias de la izquierda trotskista que aunque denunciando la intervención, adscribieron a la visión de una “revolución democrática” que culminó en un “colosal triunfo popular” en el que la injerencia imperialista fue un factor completamente secundario en el amplio frente de “todos contra el dictador” que lo contenía, visión que permeó las posiciones de la LIT-CI (PSTU) y la UITCI, llevando a la adaptación política a las direcciones “combativas” del campo rebelde.
c) Una estrategia de clase, independiente y fundada en el acervo del trotskismo. Que considerando la lucha contra la dictadura como un motor de la movilización popular no se detenga en la consecución de esta tarea de manera aislada, sino que articulándola transicionalmente, promueva que la clase trabajadora conquiste la hegemonía para imponer un gobierno obrero y popular. Esta es la estrategia que desde el comienzo del levantamiento, sostuvimos en la FT-CI, por el derrocamiento revolucionario de Kadafi, contra toda injerencia imperialista en Libia y por el desarrollo de la movilización revolucionaria de masas, sintetizada en las consignas de “¡Abajo la intervención militar imperialista en Libia! ¡Abajo Kadafi! ¡Por un gobierno obrero y popular!”.
La LIT-CI no puede rebatir que ya en nuestra declaración del 22/03/11 afirmábamos que: “el imperialismo no interviene para que triunfe el levantamiento popular contra Kadafi, sino para tratar de imponer un gobierno títere al servicio de sus intereses, como hizo tras la invasión en Afganistán e Iraq. Tampoco la salida es, como ha planteado Chávez y otros “progresistas”, subordinarse a Kadafi que no solo se ha transformado en un dictador proimperialista, sino que está embarcado en una guerra contrarrevolucionaria para aplastar el levantamiento popular que ha puesto en cuestión su dominio, como parte de los levantamientos en la región. La única salida progresiva para el pueblo libio es luchar enérgicamente tanto contra la intervención imperialista como por derrocar a la reaccionaria dictadura de Kadafi. En esta lucha los aliados del pueblo libio son los trabajadores y los sectores populares que se han levantado en el Norte de África y en los países árabes contra los regímenes dictatoriales y las monarquías proimperialistas; los trabajadores, los jóvenes y los millones de inmigrantes que en los países imperialistas pueden boicotear la política guerrerista de Sarkozy, Zapatero y compañía; y el conjunto de los explotados de todo el mundo.” En diversos artículos, que se pueden leer en el portal de la FT-CI y en las publicaciones de la LER-QI, el PTS y demás organizaciones de nuestra corriente internacional, fuimos siguiendo el proceso libio y de las rebeliones árabes y mantuvimos esta orientación estratégica y política.
La simplificación que hace León no es inocente. No resulta casual que no haga ni una sola cita textual de nuestras posiciones. Intenta fabricarse un adversario a medida, tergiversando nuestra política mediante una amalgama con el indefendible apoyo a Kadafi de chavistas y castristas. Una maniobra tan burda cae por su propio peso al leer cualquiera de las notas sobre la “primavera árabe” y en particular sobre el proceso libio que hemos escrito. Mientras hace esta maniobra, no deja de ser revelador que León no onsidere necesario combatir posiciones como la de Achcar, que aceptaron la intervención de la OTAN como un “mal menor” para asegurar la derrota de Kadafi ¿será quizás porque esos sectores son parte de la “unidad de acción entre el imperialismo y las masas para derrocar a Gadafi” que el PSTU/LIT-CI descubrió en Libia? [1] ¿Por qué necesita de astucias de tan baja estofa para polemizar con nuestras posiciones? No es porque la realidad del proceso libio ratifique lo escrito por la LIT-CI, sino precisamente por lo contrario, pues la situación tras lo que calificaron como “impresionante victoria de un pueblo que tomó las armas“ -restándole toda importancia a la participación de la OTAN en el desenlace-, está desmintiendo los presupuestos en que se basó. De hecho, si baja aún más la ya pobre calidad de sus métodos polémicos, es porque la calidad de su política ante Libia decayó varios peldaños más en la escala oportunista, como veremos más adelante, al examinar su política hacia las direcciones milicianas.
3.- El levantamiento libio y las dos vías de la contrarrevolución
El levantamiento popular de febrero significó el inicio de un proceso revolucionario, y fueron dos las formas de la contrarrevolución que surgieron para enfrentarlo. Una es la que intentó Kadafi: la vía del aplastamiento mediante la guerra civil abierta (como hemos escrito decenas de veces contra la visión de chavistas y el castristas, Kadafi no defendía la soberanía libia frente al imperialismo; su triunfo sobre el levantamiento popular habría significado una victoria contrarrevolucionaria de tintes fascistas). La segunda, la que, ante los riesgos de la anterior en las condiciones de la crisis estatal libia, su propia debilidad hegemónica y en los marcos de la “primavera árabe”, adoptó el imperialismo tras algunos titubeos: una estrategia de contrarrevolución democrática. Es decir, la contrarrevolución imperialista revestida de un barniz “humanitario” y “por la democracia”, para imponer el desplazamiento del dictador, controlar el levantamiento y abrir paso a una “transición” como en Túnez y Egipto. Debido a las características estructurales del Estado de la Jammairiya que hacían muy difícil negociar la salida de Kadafi, dado el grado de fusión del Estado, régimen y gobierno en torno a la figura del “rey de reyes” (lo que da pie a que denominemos “Kadafato” a lo construido por Kadafi en 42 años, quien habría podido decir “el Estado soy yo” como los antiguos monarcas) y ante la virtual partición del país (con el levantamiento exitoso en Bengasi mientras la dictadura contraatacaba desde Trípoli), el imperialismo, con Francia en primera línea, decidió intervenir militarmente con la OTAN bajo las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, con la complicidad de los gobiernos de la Liga Árabe y apoyándose en la cooptación de la dirección rebelde. Esto significó un cambio determinante en el proceso, pues permitió que se reubicara el imperialismo. Si bien era posible que el levantamiento popular se desarrollara hasta derrocar revolucionariamente al régimen de Kadafi como una gran acción históricamente independiente de las masas; la combinación entre la ofensiva militar kadafista y la intervención imperialista con la colaboración de la dirección del CNT terminaría ahogando esa posibilidad. Hasta miembros del PSTU brasileño entrevieron que algo de importancia ocurría: “En las primeras semanas de guerra civil, los rebeldes rechazaban cualquier tipo de intervención extranjera. Manifestaciones en Bengasi, por ejemplo, se mostraban contrarias a la acción de las potencias imperialistas. Seis soldados británicos llegaron a ser detenidos por los rebeldes cuando sobrevolaban zonas controladas por la insurgencia. Con el pasar de los días, entretanto, la superioridad bélica del dictador mudó la correlación de fuerzas en la guerra civil. Los imperialismos norteamericano y europeos se aprovecharon de ese cambio para imponer una intervención armada” [2] La LIT-CI reconoció que “Eso generó una actitud de expectativa por ayuda externa por parte del pueblo libio amenazado por las masacres de Gadafi” [3]. Efectivamente, desde entonces el repudio a los imperialistas desapareció y desde el CNT y las jefaturas militares rebeldes se impuso una estrategia reaccionaria de buscar el triunfo apoyándose en las acciones militares, políticas, comerciales y financieras del imperialismo.
Sin embargo, la LIT-CI no sacó ninguna conclusión estratégica de las consecuencias de esa intervención y fiel a su método objetivista y mecanicista, no registró el impacto material y subjetivo de la intervención imperialista cooptando al CNT y a los principales líderes rebeldes. Aunque rechazó la intervención de la OTAN (contra lo que dijeron Achcar y otros), concibió que, al fin de cuentas, se establecía de hecho una “unidad de acción” entre las masas y el imperialismo contra la dictadura. Por el contrario, frente a esta situación, desde la FT-CI escribíamos: “Mientras Kadafi persigue sus objetivos contrarrevolucionarios de aplastar el levantamiento, la dirección de la oposición actúa en común con la OTAN, que está bombardeando el país, y busca ganar el apoyo de los gobiernos de las grandes potencias así como de las monarquías y regímenes reaccionarios del mundo árabe para continuar con el sometimiento del pueblo libio. Como ya hemos discutido en otras notas contra quienes contribuyen con argumentos de “izquierda” a sostener esta política contrarrevolucionaria, la intervención no tiene nada que ver con cuestiones “humanitarias” y menos aún con conquistar la “democracia”, sino con garantizar que surja un régimen más pro imperialista que el del propio Kadafi en Libia y relegitimarse poniéndose del lado de los “rebeldes” para poder intervenir de manera más decidida y poner un límite a la “primavera árabe”. (...) La clave de la política revolucionaria ante la situación en Libia es levantar un programa independiente para luchar contra el imperialismo y la dictadura de Kadafi, apelando a la solidaridad de las masas árabes, que abra el camino para luchar por un gobierno obrero y popular” (LVO 421, 7/04/11).
4. La concepción de “revolución democrática” se hunde en las arenas libias
En suma, durante todo el proceso la LIT-CI llamó a enfrentar la dictadura kadafista, es decir, al régimen de la contrarrevolución directa que terminó derrotada; pero devaluó sistemáticamente a la contrarrevolución “democrática” imperialista, que terminó cooptando el levantamiento y moldeando de manera determinante la caída de Kadafi. Para la LIT-CI, la caída de una dictadura sería de por sí un colosal triunfo de las masas, no importa bajo qué condiciones ni en qué constelación de fuerzas sociales y políticas se produjera, ni siquiera si se producía bajo el ala de la intervención imperialista.
Es que la política de la LIT-CI se basa en la teoría de “revolución democrática” heredada de Nahuel Moreno (de carácter semi-etapista y que revisa la Teoría de la Revolución Permanente que defendemos los trotskistas). Pero para los trotskistas, la lucha contra una dictadura no puede ser concebida como una fase semi independiente de “revolución en el régimen” en la que se conquistaría la democracia, ya que la conquista de la libertad política, el pan, el trabajo y la liberación del yugo imperialista son tareas democráticas de una revolución que, acaudillada por la clase obrera, tiene que derribar a la dictadura, para imponer el poder de la clase obrera y el pueblo en lucha. Digámoslo una vez más: “(…) la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas” [4]. No hay ni puede haber verdadero triunfo democrático de la mano de la intervención imperialista y esto se demuestra en que el resultado en Libia no fue el triunfo de la “revolución democrática” mediante una “revolución en el régimen” -el paso a un régimen político más progresivo- que abre las puertas, “ahora sí”, a la revolución socialista, según el esquema de la LIT-CI; sino un grave paso adelante de la contrarrevolución “democrática”. Recordemos nuevamente que para Trotsky, ésta era “Una contrarrevolución burguesa obligada por las circunstancias a revestir, después de la victoria obtenida por el proletariado, formas pseudo democráticas" [5].
Aún así, la LIT-CI informaba exultante que estábamos ante “una tremenda victoria política y militar del pueblo libio y de todo el proceso revolucionario que sacude al mundo árabe” [6]. El imperialismo, reubicándose con las bombas de la OTAN en apoyo a los rebeldes, logra jugar una importante baza en el país que buscará aprovechar no sólo para estabilizar Libia sino para mantener uno de los límites que hasta ahora han tenido los levantamientos árabes: aunque enfrentan regímenes agentes del imperialismo, no adquirieron un carácter conscientemente antiimperialista.
La LIT-CI ni siquiera valoró el hecho de que en el mundo árabe se producían muchas manifestaciones de solidaridad con el pueblo libio, pero prácticamente ninguna levantaba consignas contra la intervención de la OTAN. Restar toda importancia al hecho de que la OTAN ha sido un actor fundamental en las acciones que llevaron a la caída de Kadafi, alimenta ilusiones en que el imperialismo puede actuar a favor de los intereses populares, debilita la conciencia antiimperialista y en última instancia facilita la política reaccionaria de “transición democrática”. La LIT-CI adolece de miseria de dialéctica y no logra comprender de manera marxista la interacción entre los factores objetivos y subjetivos. Fiel a su visión objetivista de que todo empuja la revolución adelante, hacia el socialismo, ni se pregunta sobre los efectos en la subjetividad de las masas y la vanguardia, en la influencia sobre su conciencia y estado de ánimo. Pero no se puede hacer un análisis marxista, un “análisis concreto de la realidad concreta” como decía Lenin, y mucho menos en tiempos de agudización de las crisis y de la lucha de clases, sin tomar en cuenta los aspectos subjetivos: factores políticos, estado de ánimo de las masas, etc. Nosotros, consideramos un importante triunfo la caída impuesta por la movilización popular de Ben Ali en Túnez y de Mubarak en Egipto, como pasos adelante del proceso revolucionario. Pero en Libia, cuando la caída del dictador fue impuesta con los bombardeos de la OTAN, hay que tener en cuenta que el imperialismo logra una incidencia directa en la crisis libia. Esto no es un problema de puro análisis ni sólo debilidad teórica, pues tiene graves consecuencias políticas e implica en los hechos, ceder a la presión de la contrarrevolución democrática. Por eso no se lo puede catalogar sin más como un triunfo colosal de las masas. A diferencia de Túnez o Egipto, donde los trotskistas celebraríamos con las masas la caída de Ben Alí o Mubarak, en Tripoli y Bengasi la LIT-CI -si tuviera allí alguna presencia- debería pensarlo dos veces antes de sumarse alegremente a manifestaciones que enarbolaban banderas francesas e inglesas.
5.- El imperialismo en Libia comparte el “triunfo colosal”
Si castristas y chavistas veían en las operaciones de la OTAN una guerra colonial sin más, la LIT-CI (y la UIT-CI con ella), devaluaron sistemáticamente la importancia de la intervención y sus consecuencias políticas, no viendo en ella más que debilidad. Pero por algo ésta fue considerada como “una de las más exitosas operaciones en la historia de la Alianza”, como la denominó su secretario general, Anders Fogh Rasmussen, culmina después de siete meses, durante los cuales colaboró con el Consejo Nacional de Transición (CNT) en el derrocamiento y captura de Muamar al Gadafi.” (31/11, http://www.dw-world.de/dw) En el marco de la operación rebautizada “Unified Protector” decenas de naves y cientos de aviones de 19 países, realizaron más de 26.000 misiones, 7.000 bombardeos, además de enviar grupos especiales como el SAS inglés y “asesores” franceses y contar con la presencia de tropas de Qattar en los frentes de batalla actuando junto a las milicias rebeldes. “El gobierno de Qatar reveló que apoyó con cientos de sus soldados a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la lucha de los sublevados contra el gobierno de Muammar Kadafi. El general qatarí Hamad Ben Ali Attiya señaló que cientos de soldados estuvieron presentes en todas las regiones” (La Jornada, 27/10/11). Este pequeño Estado del Golfo -estrechamente ligado a Arabia Saudita- se convirtió en uno de los principales actores políticos y militares como agente de la intervención imperialista, proveyendo uno de los eslabones -asesores, armas, financiación, tropas de tierra- en la subordinación del CNT y las milicias al plan imperialista. Todo ello fue fundamental para quebrar el aparato militar kadafista y encauzar el avance y triunfo rebelde dentro de límites que fortalecieran las cartas del imperialismo. Si la “guerra es la continuación de la política por otros medios”, es evidente que tal despliegue no dejó de incidir decisivamente en el desenlace y en la reubicación de los actores tras la caída de Kadafi.
Por supuesto, aún está pendiente materializar los objetivos contrarrevolucionarios de recomponer el Estado y reconstruir el Ejército y además del problema político, discutir un nuevo reparto de la riqueza petrolera y de los negocios de la “reconstrucción” entre los distintos capitales, en el marco de una crisis europea e internacional que acrecienta la búsqueda de oportunidades de rapiña. Recordemos que bajo Kadafi Libia se había convertido en un importante socio de Italia (de un lado, grandes inversiones de ENI y otras empresas en Libia cuyo petróleo fluía en gran parte hacia la Península, del otro lado, Libia era el tercer inversor en Italia). Ahora es Francia la que reclama la parte del león (el CNT ya le había ofrecido un tercio del negocio petrolero, meses atrás). El gobierno provisorio acaba de seleccionar una lista de una decena de transnacionales entre las más de 50 que acudieron a Trípoli, para tratar nuevos contratos petroleros. Precisamente con estos objetivos Francia, Italia y EE.UU. envían sus máximos representantes a Libia y multiplican su actividad en el país, pero en lugar de verse expulsados tras el “triunfo colosal”, no enfrentan hasta ahora ni una sola gran acción de rechazo. La visita del Ministro de Estado francés Alain Juppé confirmó el interés de Francia por consolidar su papel económico, político y militar en el país, desplazando a Italia. Posiblemente, estrechando lazos con Bengasi (donde se crearía una “Casa de Francia”) para fortalecer sus puntos de apoyo en el centro petrolero del país. Como contrapartida, el presidente italiano Mario Monti y el jefe del CNT, Mustafa Abdel Jalil, reactivaron el tratado de amistad entre ambos países, descongelando fondos y créditos para Libia mientras la ENI pone al día sus operaciones petroleras. Y Leon Panetta, Secretario de defensa de EE.UU., visitó Tripoli el 16/12/11 para reunirse con el presidente Abdel Rahim el Kib y anunciar que “esta nueva Libia libre se puede transformar en un aliado importante de Estados Unidos para la seguridad" (La Jornada, 17/12/11), además de proponer "reunir a todas las fuerzas revolucionarias que lucharon, del este al oeste, asegurar las armas, enfrentarse al terrorismo, profesionalizar el Ejército y la Policía y desarrollar las instituciones de un gobierno libre y representativo." Panetta pidió además que las milicias "sean parte de una sola Libia y de un único sistema de defensa". Si los jefes imperialistas y las transnacionales pueden moverse con tanta libertad y soberbia en Libia tras el derrocamiento de Kadafi, es precisamente porque las potencias occidentales lograron reubicarse en el proceso.
La LIT-CI insiste “¿su caída fue una victoria de las masas o del imperialismo?” calificándola como “una gran victoria del pueblo libio y la revolución árabe.” Lejos de admitir una respuesta mecánica y facilista al gusto sencillo de sus dirigentes, hay que partir de que la caída del dictador se dio de la mano de los bombardeos de la OTAN, las medidas de bloqueo financiero de la UE y EE.UU. y la presencia de comandos británicos y franceses y tropas de Qattar en el terreno, lo cual mediatizó las consecuencias revolucionarias de la desintegración estatal, puso límites y subordinó los aspectos independientes de la acción de masas y fortaleció los puntos de apoyo para la reconstrucción del Estado burgués y reconstituir el dominio imperialista.
6.- El CNT en el poder. Contradicciones del gobierno cipayo
¿Quiere decir que con la muerte de Kadafi y la afirmación del gobierno del CNT, la contrarrevolución democrática ya triunfó completamente? NO, debemos explicarle una vez más, pacientemente, al polemista de la LIT-CI. Además del blanco y el negro, en política es necesario distinguir los grises, es decir, las combinaciones y contradicciones de una realidad muy compleja y dinámica. El imperialismo y sus agentes lograron un importante avance, pero deben actuar en medio de la desorganización económica y una enorme crisis social y política, la desintegración del ejército, con decenas de milicias armadas y ante un movimiento de masas que espera respuestas a sus demandas económico-sociales y aspiraciones democráticas, mientras continúa el proceso revolucionario egipcio al otro lado de la frontera.
La implosión del Estado les pone ante la urgente necesidad de reconstruir una autoridad política y una fuerza armada, recuperando el monopolio de las armas, para evitar perspectivas de pesadilla: una, un “escenario iraquí” de lucha por el poder entre tribus, comunidades religiosas, ex integrantes del régimen kadafista etc., que reabra tendencias a la guerra civil (como ocurrió en Irak tras la caída de Saddam Hussein pero sin poder contar con tropas propias en Libia); otra, la de un nuevo empuje revolucionario de las masas, como el de febrero pero que esta vez enfrentaría directamente a un endeble CNT y a sus padrinos imperialistas; y aún, el riesgo de una situación de “Estado fallido” al estilo de Somalia u otros países africanos, es decir, de descomposición social y política sin que pueda emerger el proletariado como un sujeto capaz de dar salida, donde se haga incontrolable la guerra civil, el paso de inmigrantes africanos a Europa (cuyo control garantizaba Kadafi) o el tráfico de armas provenientes de los arsenales libios.
Coincidimos en que al frente de Libia hay un gobierno burgués, contrarrevolucionario y cipayo. Pero hay que profundizar el análisis. El gobierno del CNT (Consejo Nacional de Transición) no ha logrado hacerse dueño de la situación y más bien, está cruzado por crisis y pugnas constantes por diferencias regionales, entre sectores más islamistas o seculares, ex kadafistas, etc., con distintos proyectos políticos e intereses confrontados. Camarillas varias discuten su parte en el poder en vista de los negocios a hacer con las transnacionales y la “ayuda” internacional, en lo que también juega la competencia entre los varios imperialismos por el petróleo y la “reconstrucción”. Y también, confronta la desconfianza de sectores populares ante los cuales se reviste con las promesas de avanzar en una “transición democrática” (con un discurso confuso en que coexisten promesas liberales e islamistas), tratando de canalizar las aspiraciones democráticas mediante elecciones en un calendario u “hoja de ruta” todavía impreciso, que debería culminar en una asamblea constituyente el año próximo. El CNT surgió montándose sobre el levantamiento de masas y luego, desde su base territorial en Bengasi durante los meses de la guerra civil, se sostuvo en la ayuda de la OTAN. Está integrado con medio centenar de miembros en un heterogéneo conglomerado de ex kadafistas, figurones burgueses, jefes tribales y de las milicias y busca afirmar su débil legitimidad presentándose como la dirección que logró el triunfo sobre la dictadura.
En un contexto donde la dictadura de Kadafi impidió y reprimió cualquier manifestación de vida política independiente, no hay partidos con peso, ni sindicatos, ni organizaciones de masas preexistentes al levantamiento y los órganos de control de la Jammairiya han implosionado. Aparecen entonces, como principales instancias sociales y políticas en las que el CNT busca apoyarse -no sin contradicciones-, dos tipos de estructuras: por un lado, las formas tradicionales de organización de clanes y tribus, de influencia regional y entrelazadas con las redes de la religión islámica (apoyándose en ello, emergen las corrientes políticas islamistas, como los moderados, ligados a la Hermandad Musulmana egipcia y los fundamentalistas o salafistas); y por otra, las milicias surgidas en decenas de pueblos y ciudades al calor del levantamiento popular, de carácter heterogéneo y sobre base territorial, también ligadas a las divisiones tribales y regionales y con influencia musulmana.
Debido a la rivalidad entre las distintas facciones, la conformación del nuevo gobierno significó fuertes disputas y sólo se produjo tras una larga negociación. Mientras que Mustafá Abdel Jalil, quien había anunciado que la nueva Libia se sustentaría en la shariá (ley islámica), fue desplazado a principios de noviembre a un segundo plano (bajo la presión imperialista que prefiere a los liberales), Abdel Rahim al Kib, resultó electo Primer Ministro al frente del gobierno provisorio, es un ingeniero petrolero y empresario formado en Estados Unidos, (de perfil “modernizador”, prooccidental y secular) que debe mediar en un gabinete de compromiso entre las diversas alas y contemporizar con los sectores islámicos. Aunque están bien representados en el CNT, los islamistas consideran al Consejo como “demasiado secular”. Como parte de los forcejeos, Abdel Jalil declaró el 10/12/11 que “Somos capaces de perdón y de tolerancia, somos capaces de integrar a nuestros hermanos que combatieron a los revolucionarios (…) La tolerancia y la reconciliación son un principio musulmán”, haciendo el primer llamamiento a conciliar con los kadafistas desde la instalación del gobierno del CNT en Tripoli.
El gobierno provisorio tiene ante sí enormes problemas de todo orden que conspiran contra su consolidación y contra el efectivo cumplimiento de esos planes. No sólo debe lograr la recuperación del aparato económico (aunque a está rehabilitándose la producción petrolera y negocia la rehabilitación de recursos financieros) sino avanzar en los planes de reconstrucción de un Estado y un régimen viables, para salir de la situación de desintegración de la dictadura y sus instituciones, incluidas las FF.AA., la policía y los diversos servicios de inteligencia y paramilitares de Kadaffi. Y además, el CNT debe responder a una situación de carencias y penurias de las masas, que se movilizaron ampliamente y siguen convulsionadas, luego de casi un año de división del país, guerra civil, bombardeos y desorganización económica y de los servicios.
7.- Lógica de campos ante las milicias y sus direcciones
Tratar de reconstruir un Ejército y una Policía centralizados significa encuadrar a las distintas facciones según un reparto de poder difícil de concertar, asimilar sus cuadros y a una parte de los milicianos y ex militares, y desarmar al resto, un plan difícil de realizar en breve plazo. En los choques y tensiones que esto origina la LIT-CI encuentra nuevos fundamentos para su lógica de campos: en el campo progresivo contra el reaccionario. La LIT-CI nunca sigue el criterio básico para una estrategia trotskista: “Lo que debemos salvaguardar en el curso de la revolución es, principalmente, al partido independiente del proletariado que evalúa constantemente la revolución desde el punto de vista de los tres campos y es capaz de luchar por la hegemonía del tercer campo y, por consiguiente, en la revolución en su conjunto” [7].
Antes, frente a Kadafi, la LIT-CI se adaptó al campo dirigido por la dirección proimperialista del CNT, afirmando que correspondía “unificar sólidamente a todas las fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha” a pesar de que “no todos los que participan de la lucha tengan los mismos intereses o piensen en las mismas medidas para cuando, después del derrocamiento de Kadafi, haya que construir el nuevo poder para la nueva Libia” [8]. Ahora, contra el gobierno del CNT, se adapta a las direcciones burguesas y pequeñoburguesas de las milicias viendo una oposición virtualmente absoluta entre el campo gubernamental y el campo de las milicias, las cuales serían, de por sí y sin mayor análisis, la representación del “pueblo en armas”. Escribiendo a miles de kms. de distancia, sin conocer el idioma árabe y guiándose por los sesgados artículos de la prensa internacional que busca moldear a la opinión pública (exagerando la incontrolabilidad de las milicias para apoyar el plan de centralización y desarme), los dirigentes de la LIT-CI deberían ser un poco más cautos en su apoyo entusiasta al fenómeno tal como se presenta. Examinemos un poco más el problema.
Para empezar, hay que recordar el “pequeño” hecho de que la intervención de la OTAN implicó la cooptación a través del CNT de las milicias, subordinándolas al plan imperialista y degradándolas al papel de una infantería subordinada a sus operaciones militar y políticamente. Si bien el CNT nunca alcanzó la completa conducción de la lucha y el que vendría a ser su brazo armado, el nuevo Ejército Nacional Libio es débil y no tuvo un rol relevante en los combates, fue el único centro que reclamaba la suma de la autoridad política y militar en todo el país y ninguna de las fracciones en armas lo ha desconocido abiertamente. Ya hemos señalado la participación de Qattar, de comandos de la OTAN y otros mecanismos que viabilizaron esa subordinación como “infantería de la OTAN”. La LIT-CI se escandaliza por la analogía pero no rebate los argumentos. La LIT-CI no ha aprendido nada de lo ocurrido en Kosovo, donde el ELK (Ejército Kosovar de Liberación) comenzó expresando un progresivo movimiento nacional por la separación de Serbia, y terminó cumpliendo al apoyar los bombardeos a Belgrado el papel de “infantería” al servicio de la intervención que convirtió a Kosovo en un “protectorado” imperialista.
En segundo lugar, la LIT-CI devalúa por completo otro “pequeño” hecho: que las milicias integran el CNT y que varios de sus jefes figuran en puestos clave del gobierno provisorio. A mediados de noviembre, tomó forma un acuerdo por el cual Osama al-Juwali, líder militar de Zintan (la milicia que detuvo y mató a Kadaffi), fue nombrado Ministro de Defensa, mientras que Fawzi Abdelal, de la milicia de Misurata, fue designado Ministro del Interior. Entre tanto, Abdelhakim Belhaj (proveniente del antiguo Grupo de Combate Islámico Libio ligado a Al Qaeda) dirigía el Comité Militar de la capital, apoyado por los qataríes, que luego del fin de la misión de la OTAN asumió un papel central en el asesoramiento y financiación de la reorganización militar. En tercer lugar, el fenómeno de las milicias, surgidas al calor de las semanas iniciales del levantamiento antidictatorial, es muy heterogéneo y si bien de base social plebeyo, se conformaron con la asimilación de muchos ex oficiales del ejército kadafista, elementos de las tribus locales, líderes musulmanes, etc. Según informes occidentales, alrededor de un centenar de grupos, principalmente delimitados sobre base territorial, ligadas a distintos intereses regionales y tribales, reúnen a unos 125.000 hombres [9]. Este mismo informe brinda varios elementos de interés sobre el movimiento de milicias y su composición actual.
La rebelión en Bengasi y otras zonas de la costa oriental jugó un papel central. Allí, “En momentos claves, los componentes militares que defeccionaron se amontonaron en las líneas del frente oriental, en su mayoría permaneciendo observadores pasivos de lo que ocurría en el resto del país”. Evidentemente, esperaban que los bombardeos de la OTAN machacaran a las fuerzas de Kadafi, preservándose para después. Sobre la base de las defecciones de numerosos oficiales desde el campo de Kadafi, se fue constituyendo el “Ejército Nacional Libio”, aunque sin lograr erigirse en una fuerza de alcance nacional, tendría autoridad al menos formal sobre algunas brigadas del Este. Sobre esta base se intenta actualmente erigir un ejército burgués centralizado, incorporando en algunos meses a quizás unos 50.000 milicianos y reintegrando a la vida civil al resto.
Un punto importante en este plan lo jugaría el Consejo Militar de Tripoli, a cuyo frente fue puesto Abdul Hakim Belhaj, ex cuadro del GCIL, que fue entregado por los británicos hace unos 7 años a los servicios de Kadafi y que cuenta con el apoyo qatarí y saudí (hace poco fue detenido en un confuso episodio al tratar de viajar a Turquía con pasaporte falso, aparentemente para reunirse con elementos islamistas sirios opositores a la dictadura de Assad). Bajo su autoridad se encuadran al menos formalmente unas 11 brigadas de la capital, pero parece enfrentar la rivalidad de otros líderes y la presencia de milicias provenientes de otras regiones. El Consejo Militar Occidental afirma coordinar a alrededor de 140 milicias locales en un área que va desde la frontera tunecina a Misrata. Su núcleo es la ciudad de Zintan, donde el levantamiento fue dirigido por oficiales que desertaron del Ejército, recibiendo dinero y armas desde el CNT de Bengasi y controlando su distribución en el frente occidental. También tienen peso las milicias de Misrata, que se formaron sobre la base de civiles, resistiendo al sitio de las tropas de Kadafi y ganando luego fuerza y prestigio. Las milicias, luego de la derrota del régimen, desmantelaron lo que quedaba en pie del viejo régimen, detuvieron ex agentes del dictador, ocuparon casas y edificios, se armaron con los arsenales militares abandonados, y comenzaron a organizar la seguridad local y en algunos casos, tareas de administración y restablecimiento de la vida cotidiana de la población. No han trascendido acciones que denoten una radicalización mayor como podría ser la formación de comités obreros en el control y puesta en funcionamiento de campos petroleros, fábricas, servicios, etc. Y menos, que las milicias hayan impulsado la formación de organismos de poder obrero y popular. Sin embargo, parecen no ser pocos los casos de abusos, saqueos y represalias sin control, y la población de las zonas consideradas adeptas a Kadafi ha sufrido y en casos como en Sirte, Badi Walid, barrios de inmigración negra y el pueblo tuareg, han debido abandonar masivamente sus poblados. En particular los tuaregs, minoría nacional que suma un 10% de la población, han sufrido duras represalias y ataques racistas en venganzas indiscriminadas por su apoyo al régimen.
Además, las milicias han ido derivando cada vez más hacia la pelea por la participación en el poder entre camarillas y se han multiplicado los choques armados, como incidentes por el control en la frontera con Túnez, entre la tribu warshefanna y la milicia de Zawiyah a mediados de noviembre, etc. Ya hace unos meses fue asesinado en Bengasi el jefe de Estado Mayor rebelde, el General Abdul Fattah Younes, que había sido oficial de los siniestros servicios de inteligencia de Kadaffi antes de pasarse de campo. Su muerte permitió fortalecerse como uno de los principales jefes militares al General Khalifa Hiftar, que sin embargo aún no logró consolidar su autoridad entre las milicias de la capital, hasta el punto que su convoy fue atacado cuando iba al Aeropuerto al parecer por elementos de la milicia de Zintan, mientras que otro jefe, el Cnel. Mukhtar Farnana, líder de las milicias de Libia Occidental, lo acusaba de “tratar de tomar el Aeropuerto por la fuerza”.
Frente a esta situación, el ICG, expresando la orientación de un ala imperialista aconseja: “Por ahora, el CNT debe trabajar con las autoridades locales y las milicias -y alentarlas a trabajar juntas- para acordar standards operacionales y pavimentar la vía para instituciones policiales, militares y civiles reestructuradas”, es decir, una política de integración gradual a la que es funcional la campaña por el desarme del CNT y el imperialismo, a la que se ha sumado hasta el propio Ban ki Moon, de la ONU, que sólo aparece cuando el imperialismo le da cuerda, salió a denunciar los abusos reales e imaginarios de las milicias, entre ellos, que retengan a unos 7.000 prisioneros (entre los que habría muchos inmigrantes subsaharianos, según Ban ki Moon). Por supuesto, las milicias son un factor de inestabilidad cuando lo que el imperialismo necesita es organizar prontamente el “orden”, lo que genera grandes contradicciones por su oposición a resignar independencia, entregar las armas o ceder control territorial. Es claro que no debe descartarse la posibilidad de que un sector de las milicias retome un curso progresivo o que, con la abundancia de armas dispersas entre la población, se desarrollen nuevos fenómenos que escapen al control de las camarillas dirigentes. Pero nada de esto les garantiza hoy, tal cual son, automáticamente y de conjunto el carácter revolucionario que la LIT-CI sin más les endilga, buscando justificar su alineamiento en el “campo progresivo”.
8.- Seguidismo político a la dirección de “los que están en armas”
Ronald León quiere hacer creer que la “lógica de hierro” en Libia sería apoyar a las milicias y sus direcciones o bien, apoyar al CNT y sus intentos de desarmarlas. Otro dirigente del PSTU explicita mejor su análisis: “La perspectiva es de una aguda polarización entre los campos que estuvieran unidos. De un lado el Consejo Nacional de Transición (CNT), formado por ex-ministros y altos funcionarios del gobierno Kadafi, que saltaron de la nave cuando éste comenzó a hundirse, apoyado con firmeza por el imperialismo, particularmente el francés e o inglés. Del otro lado están líderes políticos locales y militares que desempeñaron un papel decisivo en la liberación de varias ciudades de Libia, incluyendo la capital. Con ellos, millares de luchadores y activistas que comandaron combates y ahora son parte de consejos locales militares y de administración” [10]. Para la LIT-CI hay que ubicarse entonces junto a los “líderes políticos locales y militares” puesto que dirigen a millares de hombres armados. Ni siquiera le plantea las direcciones de las milicias que rompan con el CNT y su gobierno. Ni siquiera se preocupa por pensar cual de los bloques milicianos que se enfrentan casi cotidianamente a tiros puede estar jugando un rol progresivo y cual no. La LIT-CI “naturaliza” el hecho de que la única expresión visible sean las milicias, y se adapta a su dirección sin plantear un programa para diferenciar y desarrollar sus elementos progresivos mediante un programa para que la clase obrera emerja y gane hegemonía en las milicias. Se conforma con el “programa mínimo” que ofrecen las direcciones: no entregar las armas ni disolverse... y nada más, lo cual deja en pie numerosos problemas políticos, como por ejemplo, ¿de qué lado estar cuando se enfrentan milicias vecinas y por qué? Apenas, diplomáticamente, dice “defendemos que las milicias mantengan sus armas y su organización completamente independiente del gobierno y del imperialismo” cuando los jefes de las milicias están enfrascados en una lucha no contra el CNT en su conjunto, la injerencia imperialista y la penetración de las transnacionales, sino por disputar cuotas de poder a su sombra y formando parte del mismo gobierno.
La política de la LIT-CI cae así en el seguidismo a la dirección burguesa y pequeñoburguesa de los que “están en armas” sin ningún criterio de delimitación política, de clase o de programa, salvo el de resistirse al desarme. León afirma que “Las milicias populares deben mantenerse armadas, como única garantía para que la tremenda conquista de haber derrocado el régimen de Gadafi no les sea robada.” Pero si opina que fue tan colosal el triunfo de las masas y que frente al poder burgués en crisis hay un poder obrero y popular en armas en condiciones tan favorables, ¿por qué sólo les plantea mantenerse armadas como “garantía” y no propone una salida a esa situación de “poder dual” fenomenalmente revolucionaria, como sería, siguiendo su lógica, un “gobierno de las milicias”? Pues aparece también allí su adaptación política: conformarse con que se mantengan armadas como “garantía” (es decir, vigilando, presionando al gobierno del CNT, que es lo que hacen los jefes milicianos) a la espera de una hipotética “centralización” bajo “dirección revolucionaria y socialista”. La ausencia de planteamiento estratégico (es decir, qué fuerza social y política y con qué método se pueden llevar a cabo el programa planteado), no se puede reemplazar con propaganda socialista en general, tipo “gobierno obrero, etc...” ni enumerando una serie de consignas más o menos correctas como programa. Es probable y esperable que el choque de las aspiraciones democráticas de las masas con el curso del gobierno proimperialista y sus planes lleve a nuevos episodios de la lucha de clases, creando condiciones para el surgimiento de sectores que enfrenten al CNT y se propongan expulsar al imperialismo. Pero la base de un programa y una política para responder a cómo derrotar al CNT y al imperialismo, superando a las direcciones burguesas y pequeño burguesas “combativas” (jefaturas milicianas y líderes islamistas) debe partir de una estrategia obrera y revolucionaria consecuente.
9-. Siempre, carencia de estrategia revolucionaria
La importancia de esta discusión va mucho más allá de las fronteras libias y de tal o cual posicionamiento circunstancial. Hace a qué estrategia levantar frente al proceso revolucionario egipcio y las rebeliones de la “primavera árabe” en su conjunto. El imperialismo está mostrando en toda su actuación, asediado por la crisis económica y la declinación hegemónica norteamericana, que va a enfrentar el ascenso de la lucha de clases en el mundo árabe con todos los medios a su alcance. Su estrategia contrarrevolucionaria de conjunto combina dos formas: la represión abierta a través de sus agentes o mediante la intervención armada, y la contrarrevolución “democrática”, para detener la dinámica revolucionaria de procesos explosivos como los que hoy sacuden a Egipto, Siria y otros países. En suelo libio no sólo se “lava la cara” para presentarse como “amigo de los pueblos” sino que estamos viendo operar un “laboratorio” en que prueba sus armas de cara a los procesos que sacuden la región. Hoy, en el Norte de África y Medio Oriente se concentran muchos de los problemas estratégicos a que deben dar respuesta los marxistas, en los comienzos de esta nueva etapa histórica signada por la crisis capitalista, donde las cuestiones de estrategia, programa y política revolucionarias ganan candente actualidad. Entre estas tareas, es más importante que nunca desenmascarar implacablemente ante las masas el carácter profundamente contrarrevolucionario del imperialismo, sobre todo cuando pretende encubrir sus objetivos con una máscara “democrática” o “humanitaria”. Esto es inseparable de bregar por la intervención independiente de la clase obrera y sus aliados, que en los diversos países del Norte de África vienen protagonizando la “primavera árabe”, para preparar el camino a la revolución.
Y en este problema, hay que tener en cuenta que, en particular en Egipto, el proletariado es una clase mucho más fuerte que en el pasado, con una posición decisiva en sectores como la producción petrolera, la minería, los modernos servicios o la industria en sociedades mucho más urbanizadas que en etapas anteriores. Por ello, tiene condiciones estructurales relativamente más favorables para disputar la dirección del proceso a las corrientes burguesas y pequeñoburguesas, sean liberales, nacionalistas, islamistas o reformistas, y preparar así la alianza con los jóvenes que están a la vanguardia de las movilizaciones, las mujeres que se levantan contra la secular opresión, los pobres urbanos y los campesinos oprimidos.
Mientras algunas tendencias del movimiento trotskista cedieron ante Kadafi y otros se niegan a combatir las “intervenciones democráticas” de la OTAN; la LIT-CI adapta su lógica programática y política a la presión de la contrarrevolución “democrática” y permanece impotente para enfrentar consecuentemente sus trampas y maniobras desde una estrategia obrera y revolucionaria. En un rasgo que comparte con otras corrientes y “astillas” provenientes del viejo tronco morenista (que se han negado superar teórica y prácticamente esa tradición, retornando a Trotsky como nos propusimos en el PTS y la FT-CI), recae a cada paso en una lógica de campos, buscando en cada país el fenómeno nacional “progresivo” tras el cual acomodarse; sin proponer nunca una estrategia de independencia de clase y por la hegemonía obrera en la alianza con los sectores populares, ligada a la autoorganización de masas en sentido soviético. La LIT-CI carece de una estrategia revolucionaria, fundada en las tareas de la clase obrera como sujeto social y políticamente determinante para el desarrollo y triunfo del proceso revolucionario.
A los dirigentes de la LIT-CI les molestan las “frases ortodoxas” (esto es, cualquier referencia incómoda a las ideas del trotskismo) para rehuir el debate de fondo sobre estos problemas vitales. Tras su “realista” empirismo hay una resignada espera de “nuevos triunfos de una revolución cualquiera con una dirección cualquiera”. Esto esconde un profundo escepticismo hacia la potencialidad revolucionaria del proletariado y una aceptación de los hechos “tal cual son” en su superficie, sin definir nunca un anclaje estratégico revolucionario y de clase. Pero la confusión de sus propias ideas no se resuelve refugiándose en lo “concreto” del apoyo a tal o cual sector, como en Libia, mientras encubren su adaptación práctica con algo de propaganda socialista. La experiencia libia es un alerta que no debe ser desaprovechado.
28/12/2011
Notas
[1] Ver “Gran victoria del pueblo libio y la revolución árabe” del 24/08/11.
[2] “Después de seis meses, la rebelión libia derriba a la dictadura de Kadafi”, Diego Cruz, www.pstu.org.br.
[3] “¡Abajo la intervención imperialista! ¡Abajo Gadafi! ¡Viva la revolución árabe!”, 20/03/11.
[4] León Trotsky, Tesis 2 de la Revolución Permanente. [5] "La Revolución Permanente", editorial Yunque, pág. 29.
[6] “¡El pueblo en armas está destruyendo el régimen de Gadafi!”, 25/08/11.
[7] León Trotsky, “Carta a Alsky”, en La Revolución Permanente, recopilación, CEIP.
[8] “A sangre y fuego”, 27/02/11.
[9] International Crisis Group, “Holding Libya together: security challenges after Qadhafi”. Middle East/North Africa Report N°115 – 14 December 2011Tripoli/Brussels, 14 December 2011.
[10] Américo Gómes, “Com Kadafi morto, abre-se uma nova página da revolução líbia”, www.pstu.org.br