La construcción del “mito K”
26/02/2011
El gobierno, que tiene en la burocracia moyanista un aliado central, opina que hoy por hoy el mejor escenario de cara a las elecciones es polarizar con la derecha a la vez que aplica parte de la agenda que esta plantea. Uno de los objetivos del gobierno de CFK consiste en evitar que le surja una alternativa política por izquierda. En esta tarea un papel muy relevante lo juega la intelectualidad kirchnerista, que ganó presencia especialmente a partir del conflicto entre el gobierno y las patronales agrarias en el primer semestre del 2008, cuando surgió el grupo Carta Abierta [1]. La intelectualidad K jugó un papel central en legitimar por izquierda el accionar gubernamental y en la construcción del “mito Kirchner” luego de la muerte del ex presidente y, ahora, del carácter “progresista” del rumbo tomado por el gobierno de Cristina Fernández. Así han construido un relato que presenta al santacruceño como una suerte de hombre providencial que habría venido a cambiar la política local, la “anomalía argentina” de acuerdo a Ricardo Forster. Para muchos de estos intelectuales este papel constituye un revival de lo que hicieron políticamente en los ’70, cuando dieron cobertura por izquierda a Perón hasta que la derechización del gobierno les hizo imposible continuar con esta política. Varios de ellos, incluso, quedaron como parte del sector que se denominó “Lealtad” y que se opuso a las posiciones críticas que tomaba Montoneros respecto de Perón y que llevarían poco después a la ruptura con el gobierno de Isabel y López Rega. Los “leales” (entre quienes se contaban José Pablo Feinmann, Horacio Gonzalez y Mario Wainfeld) quedaron entonces prácticamente en la orfandad política durante aquél período trascendental que se abrió entre la muerte de Perón y el golpe genocida del 24 de marzo. A este núcleo se sumaron otros sectores provenientes de diferentes tradiciones de izquierda, fundamentalmente ligados en alguna forma al Partido Comunista. Tienen una fuerte presencia tanto en algunas instituciones oficiales o para oficiales como en el mundo universitario, en particular en las facultades humanísticas (como las gestiones de las facultades de Ciencias Sociales y Filosofía y Letras en la UBA o el rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba). También una importante presencia mediática, entremezclados con periodistas y opinadores de los medios, expresados en los programas de televisión 6,7 y 8 y los generados por la productora de Diego Gvirtz (Duro de Domar y TV Registrada) y en los diarios Página 12, Tiempo Argentino y el dominical Miradas al Sur.
El “mito K” está construido sobre una serie de supuestos que no resisten el menor análisis.
El primero es el que presenta a Néstor Kirchner y Cristina como militantes setentistas perseguidos por la dictadura. Es cierto que Kirchner militó en la JP en La Plata (Cristina Fernández fue más periférica), pero durante la dictadura no tuvo militancia enfrentando a la misma sino que se dedicó a engrosar su fortuna personal gracias a la circular 1050. A la caída del régimen militar reinició su actividad política en las filas del PJ santacruceño, donde obtuvo su primer cargo público como intendente de Río Gallegos, mientras Cristina se transformó en legisladora y fue convencional constituyente del PJ durante la reforma del “pacto de Olivos” en 1994.
Un segundo supuesto es que los Kirchner se opusieron desde un comienzo a Menem. Esto es falso. Como la gran mayoría de los políticos del PJ, ambos se mantuvieron en el partido cuando el riojano aplicó las políticas neoliberales, calificándolo NK incluso como “el mejor presidente después de Perón”, cuando aquél viajó para inaugurar el aeropuerto de Río Gallegos. Desde la gobernación de Santa Cruz los Kirchner dieron vía libre a la privatización del petróleo, siendo el actual secretario general de la presidencia, Oscar Parrilli, nada menos que el miembro informante de la bancada justicialista en el parlamento del proyecto privatizador de YPF. Kirchner fue uno de los gobernadores que pactó con Menem dar aval a la reelección en
la Convención Constituyente de 1994 (la que parió el pacto de Olivos) a cambio de la provincialización de los recursos hidrocarburíferos, que hasta entonces eran propiedad de la Nación. Kirchner recién se separó de Menem en su ocaso, pasando a formar parte de la llamada “liga de gobernadores” y comenzando a diagramar un proyecto nacional propio alrededor del llamado “grupo Calafate”. Recién bajo el gobierno de De la Rúa, Kirchner empieza a practicar cierto discurso centroizquierdista, que lo lleva a formar parte del FRENAPO (el Frente Nacional contra la Pobreza), impulsado por la CTA, del que también formaba parte Elisa Carrió.
Otro supuesto es que Kirchner sería un emergente de la rebelión de diciembre de 2001. Sin embargo, nunca se va encontrar una palabra elogiosa por parte de Néstor o Cristina de aquel levantamiento popular. No podría ser de otro modo, ya que en aquellos días patotas del PJ de Santa Cruz enviadas desde la gobernación que ejercía Kirchner se encargaron de agredir físicamente a los “caceroleros” en aquella provincia.
Un cuarto supuesto sostiene que bajo los gobiernos K se avanzó en la redistribución del ingreso a favor de los trabajadores. Sin embargo, esto no es así. Durante los años kirchneristas lo que sí hubo fue una recuperación del salario real promedio respecto del pico de la caída que se operó durante la crisis, aunque sólo hasta los niveles ya magros previos a la devaluación. La “distribución de la torta” no sólo no mejoró sino que cayó aún un poco: según un trabajo del año 2008 de Eduardo Basualdo (un intelectual favorable al gobierno) la participación de los trabajadores en la renta nacional había caído del 31% al 28%. Otros trabajos dan cifras similares. Dicho en otros términos, el crecimiento de estos años permitió no sólo un crecimiento absoluto sino también relativo de la porción de los ingresos que se apropian los capitalistas.
Un quinto supuesto señala que el país ha avanzado en un patrón industrial de desarrollo. Esto tampoco se corrobora con los datos. Si bien se frenó la caída de la industria que venía dándose desde 1976, su proporción en el PBI está en los mismo nivel de 1997, antes que comenzara la crisis del régimen de convertibilidad.
Un sexto supuesto presenta que bajo el kirchnerismo se habría recompuesto la burguesía nacional en detrimento de la presencia del capital imperialista. Sin embargo, dos tercios de las 500 principales empresas están hoy en manos del capital extranjero, la misma proporción que a fines de los ’90, cuando era sólo de un tercio a comienzos de esa década [2]. En realidad, todo el ciclo kirchnerista es una muestra de la imposibilidad del proyecto de reconstrucción de esta burguesía que los K anunciaron al comienzo de su mandato, más allá de permitir el enriquecimiento de algunos capitalistas ligados a los negocios de la obra pública y otras prebendas y el resurgimiento de sectores menores de la burguesía no monopolista que se habían hundido con la crisis de 2001 y se beneficiaron con la devaluación. Paradójicamente, los K terminaron enfrentados con el único sector que, en cierta medida, podría ser visto como la “burguesía nacional realmente existente”, que es parte de la burguesía agraria.
Un séptimo supuesto, este también alentado por sus opositores, presenta al kirchnerismo como enemigo del modelo sojero de explotación agraria. Pero lo cierto es que, aunque Kirchner confrontó con la Mesa de Enlace por la resolución 125, la sojización del campo avanzó como nunca durante los años de gobiernos K, tanto antes como después del fallido intento de las retenciones móviles. Que parte de la renta extraordinaria sea apropiada por el estado para subsidiar a la industria y a empresarios amigos y para garantizar el pago de la deuda externa, motivando la oposición al gobierno de los diferentes estamentos de la burguesía agraria, no quita que los ingresos de este sector fueron de niveles altísimos, con pocos precedentes en la historia nacional.
Un octavo supuesto muestra el enfrentamiento con el grupo Clarín como una cruzada por la democratización de los medios. Kirchner, sin embargo, tuvo en este grupo un importante aliado durante varios años, al punto de renovarle todas sus licencias por diez años. Sólo comenzó a enfrentarlo luego de la “crisis del campo”. Pero esta disputa no ha sido realizada en favor de una democratización del espacio mediático sino de la construcción de un aparato de medios oficialista estatal y privado, que construyen una suerte de “diarios de Yrigoyen” en versión gráfica, radial, televisiva y cibernética, de una obsecuencia a prueba de balas.
Un noveno supuesto es el que presenta como una conquista sin parangón la implementación de la Asignación Universal por Hijo. Sobre esto lo primero que hay que decir es que esta medida sólo fue implementada cuando la derrota de Kirchner frente a De Narváez en las elecciones legislativas de 2009 le hicieron ver al gobierno que estaba perdiendo el apoyo de sectores que consideraba como “voto cautivo”. Lo segundo, es que la medida no supera los límites del asistencialismo que recomiendan los propios organismos internacionales “neoliberales”. De ahí que sea un planteo que cuenta con el apoyo de los partidos opositores de la burguesía (que incluso corren en esto por izquierda al gobierno planteando su universalización). Lo tercero, es que es una muestra de
que el gobierno no ha hecho casi nada, a pesar de las altas tasas de crecimiento económico, para terminar con el trabajo precario, ya que los principales benefactores de la AUH son quienes tienen empleo no registrado y, por lo tanto, no cobran asignación familiar.
Un décimo supuesto nos dice que la política exterior del kirchnerismo estaría guiada por la oposición a los intereses hegemónicos de los EE.UU. Pero si bien Kirchner junto con Brasil se opusieron al ALCA, ya en tiempos de Bush el gobierno argentino se caracterizó por favorecer los planes estadounidenses contra Irán y, desde la asunción de Obama, su alineamiento con el gobierno demócrata es prácticamente incondicional. Como muestran los cables publicados por Wikileaks, los EE.UU. confluyeron con los K en la política de “moderar” a Evo Morales y contener a Chávez. Además, junto con Brasil, Uruguay, Chile y otros países, las tropas argentinas son parte de la ocupación militar de Haití, realizada a favor de los intereses de Washington [3].
Es un relato en el cual no hay siquiera “apoyo crítico” sino alabanza prácticamente incondicional, como expresara uno de los eslóganes lanzados desde el programa “6,7 y 8”: “somos la mierda oficialista”, mostrando la justificación a aceptar aún las acciones más claramente reaccionarias del gobierno.
Lejos del mito, Kirchner fue ante todo un político pragmático, que desde el gobierno tuvo el papel de recomponer el poder de un Estado capitalista que estaba en completa bancarrota. Fue un gobierno de “desvío”, que contó con una situación económica muy favorable para contener un movimiento de masas que había protagonizado la rebelión de diciembre de 2001. Tuvo como elemento distintivo que articuló una coalición política que incluyó desde los factores de poder más tradicionales del PJ (gobernadores, intendentes y burocracia sindical) hasta sectores del progresismo (intelectuales, artistas, etc.), pasando por la cooptación de sectores del movimiento piquetero y la mayoría de los organismos de derechos humanos.
A diferencia de Menem y De la Rúa, pero al igual que Duhalde, contó con Moyano como un aliado fundamental. La burocracia sindical recuperó protagonismo político en los años del kircherismo a cambio de acompañar la política oficial, que hacia el movimiento obrero fue permitir una recomposición del salario real para los sectores “en blanco” a cambio de mantener la precarización y fragmentación de la clase obrera, que fueron las principales conquistas del capital durante la dictadura y los ’90.
Si la alianza con Moyano se mantuvo inalterable hasta el presente, el kirchnerismo fue muy oscilante en su proyecto político, pasando del discurso transversal inicial, a la coalición con el sector del radicalismo encabezado por Cobos, y luego a la combinación de pejotismo y progresismo nac&pop que encarnó en el último período. En la actualidad todo indica que estamos ante una nueva mutación del kirchnerismo en su etapa de decadencia, más hacia la derecha, donde independientemente de los discursos, todas las medidas están dirigidas a mostrar al gobierno como el mejor garante de la gobernabilidad burguesa.
Y esto ya pudimos verlo en el respaldo del gobierno a Gildo Insfrán tras los asesinatos de los QOM y de la crisis producida por la ocupación del Parque Indoamericano, donde la respuesta del gobierno a la demanda de vivienda digna fue la creación de un Ministerio de Seguridad y el anuncio junto al gobierno de Macri de que todo el que ocupe tierras reclamando una vivienda sería privado
de los planes sociales, una medida realizada con un prisma similar al que utilizó la oligarquía cuando sancionó la nefasta Ley de Residencia de 1902, por la cual el estado nacional tenía la facultad de expulsar a todo extranjero que participara de huelgas y movilizaciones.
Por ello no extraña que en esta etapa la intelectualidad K se haya preocupado especialmente por atacar todo lo que pueda surgir a su izquierda, como hizo difundiendo la patética versión del pacto “trotsko-duhaldista” luego de los destrozos ocurridos en Plaza Constitución el 23 de diciembre. Algo en lo que confluyeron, entre otros, Horacio Verbitsky (con un vergonzoso editorial en Página 12 el domingo 26 de diciembre), José Pablo Feinmann, Horacio González y Mario Toer, con artículos macartistas de distinto tipo de condena al trotskismoLa revista humorística Barcelona publicó hace varios números una tapa que en letra catástrofe se titulaba “Batraciofagia”. Si la intelectualidad kirchnerista se ha caracterizado en estos años por tratar de mejorar el gusto amargo de los sapos habituales que obligó a tragarse el kirchnerismo a sus adherentes “progres”, en esta etapa el trabajo se les va a acrecentar..
Pero independientemente de lo que sostengan los escribas oficiales del ala progre del gobierno (frecuentemente bien pagos), es posible que la dirección más general de su política tienda en perspectiva a chocar con la base social que apoya al kirchnerismo “por izquierda”. Ya vimos síntomas de esto cuando fue el conflicto de Kraft o frente al crimen de Mariano Ferreyra.
Frente al kirchnerismo la única posición consecuentemente de izquierda es mantener completa independencia política tanto del gobierno como de la oposición capitalista.
17 de febrero de 2011
NOTASADICIONALES
[1] A este tema hemos dedicado distintos artículos. Entre otros pueden leerse: Juan Dal Maso, “El populismo castrado”, en Lucha de Clases N° 4; Juan Dal Maso, “Ideología y política de los intentos de relegitimación estatal”, en Lucha de Clases N° 6; Matías Maiello y Gastón Gutierrez, “El ‘ser’ de la intelectualidad K”, en Lucha de Clases N° 8; Matías Maiello, “La intelectualidad argentina”, en Lucha de Clases N° 9; Christian Castillo y Matías Maiello, “Hacia la superación de una generación intelectual domesticada”, en Nuevo Topo N° 6; Gastón Gutierrez, “Dilemas éticos en la intelectualidad K: una ‘razón estatal’ o una moral ‘sin más’”, en www.ips.org.ar.
[2] “… pese a que el Gobierno levanta las banderas de lo nacional, el avance extranjero continuó sin pausa durante los mandatos de Néstor y Cristina Kirchner. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en 2000 había 182 empresas de capital nacional y 318 extranjeras entre las 500 más grandes del país. En 2008 (último dato disponible) esas cifras fueron 162 y 338, respectivamente. En este período quedó en manos foráneas 91% de la producción de cemento, 80% del mercado cervecero, 13% de la venta de combustibles y 20% de la faena y procesado de carne vacuna. Las brasileñas Camargo Corrêa, Petrobras, JBS y la belga-brasileña Inveb formaron parte de la avanzada que en la década anterior había tenido como protagonistas estelares a las europeas Telefónica, France Télécom, Suez, Iberia, Repsol y BG (British Gas), entre otras”. En el mismo artículo se señala el peso logrado en la última década por las empresas dedicadas a la producción de bienes primarios, con una caída de las empresas de servicios: “Al comparar la versión 2001 con la 2010 del ranking de las 1000 empresas líderes que confecciona la revista Mercado, surgen claros ejemplos de este movimiento hacia la “primarización” de la economía. Minera la Alumbrera salta del puesto 94 al 30; la azucarera y papelera Ledesma, del 159 al 90; el grupo comercializador de commodities Dreyfus, del 53 al 8; la semillera Oleaginosa Moreno, del 200 al 61, y Aceitera General Deheza, del 43 al 12. Otras dieron pasos más grandes: Los Grobo no existían en 2000 y hoy están en el puesto 79. En la otra vereda, Edenor pasó del 38 al 78; Edesur, del 39 al 79; IBM, del 88 al 91; Metrogas, del 56 al 154; Aguas Argentinas (hoy AySA), del 85 al 237, y Grupo Telefónica, que en 2000 era 2°, se desprendió de varias empresas y ahora está 3°, pero sostenido por el auge de la telefonía celular”. “De 2000 a 2010: ganaron peso las empresas extranjeras y las exportadoras de materias primas”, La Nación, 24-11-2010.
[3] La gira a América Latina anunciada por Obama provocó un chisporroteo entre el gobierno nacional y la administración estadounidense, al no incluir una vista a nuestro país. Esto, que fue un verdadero desaire al gobierno nacional está detrás junto con motivos relacionados con la interna peronista del incidente ocurrido con un avión norteamericano que traía material no declarado entre la carga que intentaba pasear por aduana para un curso de adiestramiento de grupos especiales de la Policía Federal.