Los cambios políticos en América Latina
Los trabajadores y los gobiernos "progresistas"
24/01/2006 Fuente: La Verdad Obrera N° 179
La asunción de Evo Morales reunió a la casi totalidad de los gobernantes de centroizquierda que hoy dominan el mapa político latinoamericano. Lula, Kirchner, Tabaré Vazquez, Chávez... Sólo la ausencia de la recientemente electa presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que estará representada por el presidente saliente Ricardo Lagos. El nuevo gobierno boliviano es el que surge más condicionado por las masas, que han protagonizado cinco levantamientos desde abril de 2000 y volteado dos presidentes, Sánchez de Losada (un Menem boliviano) y su sucesor inmediato, Carlos Mesa. De ahí las referencias obligadas en el discurso inaugural de Evo Morales a algunas de las demandas fundamentales puestas por los campesinos y trabajadores del país hermano en las jornadas revolucionarias de octubre de 2003 y en las grandes movilizaciones de abril de 2005, como la nacionalización de los hidrocarburos o la exigencia de tierra para los campesinos. Aspiraciones legítimas y sentidas que -como desarrollamos en páginas centrales- se chocan con las medidas y el proyecto (el “capitalismo andino”) que el MAS boliviano propone para satisfacerlas.
Si bien cada proceso tiene sus especificidades, si lo consideramos de conjunto, el predominio de gobiernos “progresistas” en América Latina (que podría incluso verse aumentado con los posibles triunfos de López Obrador en México y Daniel Ortega en Nicaragua) es una respuesta dada desde las clases dominantes al desafío provocado por toda una serie de rebeliones populares que obligó al recambio de los gobiernos más abiertamente neoliberales que dominaron la escena en los ’90. Han debido recurrir a dirigentes que invocan su origen social como obreros o campesinos, o como militantes políticos perseguidos por las dictaduras, con la expectativa que puedan contener la movilización popular. En el período que llevan en el gobierno los “progresistas” latinoamericanos han garantizado grandes negocios a los grupos capitalistas que operan en sus respectivos países y, más allá de su retórica, han utilizado los superávits fiscales y comerciales para pagar sus deudas externas, con los casos de Argentina y Brasil cancelando “de un saque” lo que debían al FMI, y han también contribuido al esfuerzo de guerra estadounidense enviando sus tropas a Haití. Por ello a nadie pueden extrañar las declaraciones de Thomas Shannon, el subsecretario estadounidense “para los Asuntos Hemisféricos”, quien afirmó la semana pasada que “el populismo no es necesariamente malo” y que la elección de gobernantes como Evo Morales “son el producto, principalmente, de la condiciones políticas nacionales y reflejan lo que ha estado ocurriendo en cada país” [1]. El cambio de retórica del gobierno republicano (cuyos sucesivos embajadores en Bolivia no vacilaron en denunciar a Morales como “narcotraficante”) obedece al hecho que en la región hay grandes negocios (y negociados) en puerta y que los yanquis no quieren que terminen todos en manos de los monopolios europeos, empezando por el “mega gasoducto” de 8000 kilómetros de extensión que se proponen impulsar Venezuela, Argentina y Brasil, y que requeriría inversiones por 20 mil millones de dólares. La propia respuesta dada por Kirchner y Lula a los planteos del gobierno “frenteamplista” uruguayo -uno de los que bate récords en tomar medidas pro imperialistas- de negociar unilateralmente un Tratado de Libre Comercio con EE.UU. [2]muestra que los choques que existieron con Bush en la cumbre de Mar del Plata en torno al ALCA no expresan ninguna política antimperialista sino un regateo en las condiciones de la sumisión a las potencias imperialistas, posibilitado por el debilitamiento de la hegemonía estadounidense, hoy acrecentada por el empantamiento en Irak. Y el propio Kirchner ha dado nuevos gestos hacia Estados Unidos, buscando posicionar su bloque con Brasil como el necesario “estabilizador” de la región [3].
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En el caso de nuestro país, la política de Kirchner para el segundo período de su presidencia amenaza no tener ningún cambio sustantivo respecto de la primera. Ya divorciado de Duhalde y Lavagna ha mostrado defender los mismos intereses económicos que cuando los tenía como socios: Repsol, Techint y un puñado de grandes grupos capitalistas, con la burguesía no monopolista como socia menor, siguen siendo los grandes beneficiarios de tres años de crecimiento al 9%, mientras los salarios, planes jefes y jefas y jubilaciones continúan “devaluados”. Con la “setentista” Miceli, mientras el FMI cobró la deuda de 10 mil millones de dólares, a los desocupados ni siquiera se les pagó el “aguinaldo piquetero” de 75 pesos y el presupuesto estipula el congelamiento de los salarios estatales para el 2006, pese a un superávit fiscal récord de 19.661 millones de pesos, que permitiría dar durante 65 años el subsidio de $150 a 2 millones de desocupados o cubrir cuatro veces el presupuesto de educación destinado en 2005 [4]. Durante todo el último año los trabajadores protagonizaron múltiples conflictos para recomponer sus salarios, triplicando los que se realizaron en 2004. Según un estudio de la consultora Centro de Estudios de Nueva Mayoría, en 2005 hubo 819 conflictos, un promedio mensual de 99 medidas de fuerza, mientras que el año anterior habían 249 casos. Es la cifra más alta desde 1990. Y si no fueron más se debió a la política completamente conciliadora de la burocracia sindical y a que para la casi mitad de trabajadores que están “en negro”, cuyos salarios promedio apenas llegan a $ 500, se les hace mucho más complicado salir a la lucha. Las propias patronales han preferido en ocasiones ceder algo rápidamente para evitar que en las huelgas vaya madurando un nuevo activismo. Con la inflación en aumento, que en 2005 también se triplicó respecto de 2004, la lucha salarial posiblemente se agudice en 2006. Marzo sea quizás un mes testigo ya que tienen que renegociarse muchos convenios. Mientras las patronales han renovado sus planteos al gobierno condicionando la mantención de los precios a la contención de los salarios, para los trabajadores se trata en cada lucha de superar los límites corporativos que impone la burocracia sindical, unificar los reclamos y tomar decididamente las reivindicaciones de los sectores precarizados, a quienes los sindicatos dejan abandonados como hicieron ayer -y continúan haciendo hoy- con los desocupados.
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A diferencia de lo ocurrido durante los ’90, cuando las filas de los trabajadores disminuían aún en los años de crecimiento económico, la clase obrera industrial se ha refortalecido estructuralmente en estos tres años. Decenas de miles de jóvenes obreros y obreras están haciendo sus primeras experiencias directas enfrentando la explotación capitalista. Otros miles vuelven a las fábricas después de haber sido parte de los despedidos de la década anterior. Y lo hacen en una situación donde el conjunto de los trabajadores se muestra mucho menos tolerante ante la prepotencia patronal. En estas condiciones, recomponiéndose de las duras derrotas sufridas, importantes sectores de la clase obrera vienen haciendo un primer reconocimiento como clase. Salvo en los casos de las grandes huelgas en el transporte o los servicios públicos, los grandes medios de comunicación nada reflejan de lo que sucede en el “mundo obrero” y aún en las investigaciones académicas sobre los “movimientos sociales” los trabajadores ocupados están prácticamente ausentes. No olvidemos que fue la propia CTA (¡una pretendida “central de trabajadores”!) la que se encargó de difundir que el conflicto había pasado de la “fábrica al barrio”, política inducida por los propios gobiernos para tener un mayor control social mediante las redes clientelares. Nosotros apostamos a que lo que hoy estamos viendo no sea más que un primer paso hacia el desarrollo de un nuevo movimiento obrero clasista y revolucionario, que cuenta como punto de apoyo con las experiencias más avanzadas de lo conquistado en el período anterior, como Zanon y el Sindicato Ceramista neuquino, los cuerpos de delegados de Astilleros Río Santiago y el Subte o direcciones combativas protagonistas de importantes luchas, como los delegados de ATE del Hospital Garrahan. Un nuevo movimiento obrero que, lejos de todo espíritu corporativo, deberá plantearse la tarea de encabezar la alianza obrera y popular, sosteniendo juntos a sus demandas la del conjunto de los sectores oprimidos.
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Al calor del proceso de recomposición existente en la clase obrera, los socialistas revolucionarios tenemos planteado en el próximo período aumentar nuestra inserción e influencia entre los trabajadores. Este periódico, La Verdad Obrera, se propone ser un factor activo en esta tarea, expresando las luchas y experiencias en curso pero también planteando con claridad que mientras un puñado de capitalistas nativos y extranjeros sigan dominando la economía nacional no habrá salida favorable a los intereses de los trabajadores y el pueblo oprimido. Compañero/a lector/a: acompáñenos en este desafío.
NOTASADICIONALES
[1] Clarín, 19-01-06
[2] “No queremos ser gendarmes. Si a Uruguay le conviene un acuerdo de libre comercio con EE.UU., que lo haga”, afirmó Kirchner.
[3] En la oficialista revista Debate se comenta que en los despachos presidenciales se razona que “con el patio de atrás convulsionado por la reafirmación de la tendencia progresista en Chile, la Argentina se encuentra en el centro de la estrategia para América del Sur junto con Brasil” (“De Washington al PJ”, Debate n° 149, 19-01-06).
[4] Clarin, 21-01-06.