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Paro nacional en Brasil

Paro del 30 de agosto: una expresión más de que los trabajadores quieren ser parte del “espíritu de junio” a pesar del freno impuesto por la burocracia sindical

04/09/2013

Paro del 30 de agosto: una expresión más de que los trabajadores quieren ser parte del “espíritu de junio” a pesar del freno impuesto por la burocracia sindical

El último 30 de agosto, convocado por las centrales sindicales como un “día nacional de paros y movilizaciones”, se configuró como un nuevo día de protesta nacional de los trabajadores. Si por un lado el 11 de julio se destacó sobretodo por los cortes en al menos 80 rutas en 18 estados del país, el 30 de agosto estuvo marcado por paros en el transporte vial que sacaron de la rutina matutina a 7 importantes capitales.

Esos paros del transporte público urbano de importantes ciudades, sumado al bloqueo de avenidas y rutas clave, hizo que los paros parciales en sectores minoritarios pero significativos de los trabajadores (metalúrgicos, petroleros, mineros, construcción civil, profesores y otros sectores de trabajadores públicos) ganase una dimensión semejante a la que ocurrió el 11 de julio.

Desde el desvío de las grandes huelgas de la década del 80 y la implementación de la ofensiva neoliberal de los 90 no veíamos días nacionales de protesta de los trabajadores como éstos, con acciones coordinadas de distintos sectores en diversos estados del país, recurriendo a métodos de acción directa de los trabajadores y combinando demandas propias de cada sector con un reclamo unificado alrededor de demandas progresivas vinculadas a los problemas reales de la clase trabajadora.

A partir de nuestra actuación como parte del Sindicato de los Trabajadores de la Universidad de San Pablo (Sintusp), contribuimos con uno de los principales cortes de calle que hubo en San Pablo, responsable por haber paralizado buena parte del tránsito de la Zona Oeste. A partir del Sintusp, desde el día 11/07 venimos levantando un programa que parte de la denuncia del gobierno y de la burocracia sindical, como también sus maniobras como la reforma política y el plebiscito que tenían como propósito callar la voz de las calles.

Además, levantamos desde este sindicato la necesidad de unificar la lucha de los trabajadores con la lucha de la juventud, dando mucha importancia al programa por la estatización sin indemnización del sistema de transporte bajo control obrero y popular. Los paros y cortes protagonizados por los trabajadores de la USP en alianza con un sector de estudiantes de esta universidad impactaron en todos los diarios por la combatividad de la manifestación, y se ubica a la vanguardia por el programa y el combate a la burocracia sindical.

Este día también, desde el Sintusp, se planteó como un eje importante, a la víspera de la farsa de elecciones para rector en la universidad, la batalla para derribar la estructura de poder reaccionaria que deja a la juventud pobre y negra fuera de la misma, que persigue a los luchadores y mantiene impunes a las empresas tercerizadas. Batalla que va mucho más allá de la demanda de elecciones directas para el rector, pues se liga a la lucha por la disolución del Consejo Universitario, el fin del examen de ingreso, estatuyente libre y soberana, efectivización de los tercerizados, desprocesamiento y reintegro de Brandão (dirigente del Sintusp despedido por razones políticas) y todos los estudiantes expulsados.

Desde la corriente de Metroviários pela base (trabajadores del subterráneo desde las bases, impulsada por la LER-QI e independientes) luchamos para que los trabajadores del subte, tomando en sus manos la lucha contra el enorme escándalo de corrupción que involucra al subte, las grandes multinacionales Siemens/Alstom y los últimos gobiernos tucanos (del PSDB del expresidente Fernando Henrique Cardoso) en el estado de San Pablo, construyeran el paro del metro el día 30. Sin embargo, la dirección del sindicato, compuesta por corrientes del PSOL y el PSTU, enterró esa posibilidad .

El freno impuesto por la burocracia sindical

Los burócratas sindicales vendidos a los patrones y agentes de los gobiernos capitalistas como los que hoy controlan la CUT, Força Sindical y la CTB, solo se ven obligados a convocar días de protesta como éstos porque sienten la presión de sus bases, que quieren transformar el apoyo pasivo (o individual de cada trabajador que adhirió a las manifestaciones) que masivamente dieron a la juventud en las calles en junio en algo más activo.

Esta disposición de lucha no “cayó del cielo”. Se viene gestando en el ciclo ascendente de huelgas económicas de los últimos años, que en el 2012 llegaron a sumar el mayor índice de huelgas desde 1995 y todo apunta a que el 2013 superará el año pasado. A pesar de que las huelgas fueron en su gran mayoría controladas por la burocracia, vienen cumpliendo el papel de “calentar la musculatura” de amplios sectores de la clase trabajadora, además de combinarse con procesos más dispersos de huelgas más duras entre los trabajadores públicos y con métodos más radicalizados en los sectores más precarizados de la clase trabajadora, como la construcción civil.

La burocracia convoca estos días de protesta para aliviar el descontento existente en sus bases, cubrirse con un discurso más de izquierda y mejorar su poder de negociación con el gobierno de Dilma y los capitalistas para mejor contener y desviar la disposición de lucha de los trabajadores.

Pero los límites y las contradicciones de esta política de la burocracia sindical quedó en el medio entre el choque entre las demandas que emergieron de las jornadas de junio por un lado y, por otro, la dependencia estructural que el padrón de acumulación capitalista en Brasil tiene en relación al capital internacional y al trabajo precarizado. Es decir, mientras el reclamo de las centrales sindicales demanda la reducción de la jornada de trabajo a 40 horas y el fin del proyecto de ley que pretende generalizar la tercerización en todas las actividades, la patronal demanda la intensificación de los ritmos de trabajo y más tercerización para reducir costos y competir mejor; mientras el reclamo de las centrales demanda mejores condiciones de jubilación, salud, educación y transporte, los capitalistas demandan la transferencia de esos recursos para beneficiar sus negocios e inflar sus ganancias.

Por mas que aun existan muchas ilusiones de mejoras graduales en las condiciones de vida en el gobierno de Dilma, por más que la estrategia de las centrales sindicales de presionar al gobierno para una conciliación de clases más favorable a los trabajadores alimente estas ilusiones, las mismas tienden a chocarse cada vez más con la realidad, no solo en función del deterioro (aún lejos de ser “catastrófica”) de las condiciones económicas del país sino también en función del instinto de autopreservación de un sistema político profundamente cuestionado por las masas por la vergonzosa corrupción y autoprotección de la casta de políticos (como demuestra la continuidad en el cargo del corrupto y condenado diputado Donadon) que garantiza los grandes negocios capitalistas.

¿Qué pasará cuando las patronales dejen de dar aumentos salariales apenas por encima de la inflación como vienen haciendo en los últimos años? Justamente por eso la burocracia sindical solo hace días de protesta como éstos cuando se ve obligada, para no sufrir un cuestionamiento superior por parte de sus bases: porque conocen las inevitables “cajas de Pandora” que pueden abrirse incluso con movilizaciones de trabajadores parciales y controladas, en la que tengan la posibilidad de sentirse más fuertes y hacer experiencias que forjen sectores de vanguardia y pongan en jaque la política de negociación y conciliación con los gobiernos y patronales.

¿Cómo imponer a la burocracia sindical el paro de los principales bastiones de la clase trabajadora?

Tenemos que dar un paso más: hay que transformar estas dos primeras experiencias de jornadas nacionales de protesta en la construcción de un verdadero día de huelga general. Para eso, tenemos que dar tres batallas fundamentales: 1) en primer lugar, las organizaciones antigubernamentales (como CSP-Conlutas y las Intersindicales) tienen que dirigirse a las bases de los principales bastiones obreros de la CUT, de Força Sindical y de la CTB, llamándolos a que exijan junto con nosotros que sus direcciones construyan una verdadera jornada de paro y movilización nacional para que podamos imponer nuestras demandas por la fuerza de la movilización independiente de los trabajadores; 2) en segundo lugar, tenemos que luchar para que las acciones de los trabajadores defiendan un programa más concreto que apunte al desarrollo de la movilización independiente de la clase obrera con la juventud que salió a las calles en junio, como podría ser por ejemplo poner en primer plano la defensa de la estatización de los transportes públicos bajo control de los trabajadores y usuarios, el no pago de la deuda pública e impuestos progresivos a los capitalistas para destinar más partidas a los servicios públicos y la aparición con vida de Amarildo, combinándolo con las demandas que respondan a las necesidades más sentidas por la clase trabajadora, como la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial, el aumento general e inmediato de salarios que reponga las pérdidas inflacionarias y la pérdida de capacidad de compra motivada por la devaluación del real frente al dólar, salario mínimo similar a la canasta familiar (que según el Dieese fue para julio de R$ 2.750,83), fin de la aplicación del “factor previdenciário” que achata el valor de las jubilaciones, por la jubilación integral, más partidas para la salud y educación; y 3) contra el programa de las centrales sindicales vendidas de contraponer el proyecto que generaliza la tercerización a todas las actividades (PL 4330) con un proyecto que la reglamenta tal como es actualmente, necesitamos luchar por el fin del trabajo precario, con derechos y salarios iguales para efectivos, tercerizados y temporarios, con la efectivización de tercerizados y temporarios (sin necesidad de concurso público en el caso de los empleados públicos).

Para dar esa batalla, todos los sectores que se reivindican antigubernamentales y antiburocráticos que orbitan en el radio de influencia de la CSP-Conlutas y de las dos Intersindicales, deberían unir fuerzas en un polo que defienda estos puntos, convocando a un encuentro de delegados de base para ese objetivo. Un polo como este combinado con la fuerza de la juventud podría cambiar la situación de la clase trabajadora del país y realmente empezar a mover los grandes bastiones de la clase trabajadora, en su mayoría controlados por la burocracia sindical. Un primer paso para la construcción de ese polo debería ser formar columnas que levanten esas banderas en las manifestaciones que se están preparando para el 7 de septiembre.

Un paso fundamental para poner en pie un polo como este pasa por rodear de solidaridad y poner en el centro de las movilizaciones “generales” a los sectores que ya están en lucha, lo que no ha ocurrido. Hay importantes huelgas en curso, como la de la educación en Río de Janeiro y la huelga convocada por la construcción en Belem. En ambos casos los sindicatos son dirigidos por corrientes antigubernamentales y, sin embargo, especialmente en Río, aún con la mayor huelga en más de 20 años, esa lucha no se expresó en el acto del 30/8. La propia dirección del sindicato convocó una asamblea (con más de 6000 profesores municipales) en un horario en el que era imposible que confluyese con el acto general. Unificando esta lucha concreta con la “lucha general” en cada ciudad y estado, hay que poner en pie coordinaciones de las luchas en curso como tarea preparatoria hacia un gran encuentro nacional de delegados que ponga en pie un polo antiburocrático y antigubernamental.

El eje político que el bloque entre CSP-Conlutas y la CUT Pode Mais vienen defendiendo en torno a la exigencia de cambio de la política económica al gobierno Dilma solo sirve para fundamentar acuerdos superestructurales en el plano político y sindical, sin armar a los sectores de vanguardia con una política capaz de realmente golpear a la burocracia sindical y contribuir al desarrollo de una vanguardia ligada a la lucha de clases, ya que termina diluyendo demandas parcialmente correctas en una estrategia que no se delimita claramente de la estrategia de presión por izquierda dentro de los marcos del régimen y mismo del gobierno (como si este gobierno fuese a implementar otra política económica). La CSP-Conlutas, en vez de poner todas sus fuerzas para desarrollar un polo antiburocrático, antigubernamental, clasista y combativo, prefiere acuerdos “por arriba” con corrientes oficialistas como la CUT Pode Mais (del PT, ligada a la oficialista Democracia Socialista), motivo por el que termina no delimitandose del programa de conciliación de clases de esas direcciones reformistas (disminución de los intereses e incentivos a los capitalistas para estimular el crecimiento económico, que en realidad significa elevar las ganancias patronales y la explotación de los trabajadores, como defienden los sectores burgueses organizados en la Federación Industrial del Estado de San Pablo (Fiesp). Esos acuerdos de aparato con sectores oficialistas como la CUT Pode Mais no están al servicio de fortalecer la movilización de los trabajadores (¿qué lucha real hubo hasta ahora de ese “bloque”?), lo que solo se puede hacer con un programa independiente que no asimile demandas patronales, sino prepare un plan de lucha para atacar la fuente de todos nuestros males: la ganancia capitalista y la política del gobierno de entrega de nuestros recursos naturales a los monopolios capitalistas extranjeros y brasileros. En vez de unir, coordinar y organizar a sus sindicatos y organizaciones para llamar a la unidad con las Intersindicales y demás organizaciones que se ubican en lucha con los patrones y los gobiernos, con un programa obrero y popular y métodos de lucha combativos (paros de servicios y de la producción, cortes de rutas y avenidas, etc.), la dirección de Conlutas (PSTU), para privilegiar sus acuerdos con la CUT Pode Mais, termina restando fuerzas a los sectores combativos y clasistas. La primera exigencia a los sectores que se organizan en la CUT Pode Mais debería ser: que rompan con el gobierno, salgan de los ministerios y cargos gubernamentales para demostrar realmente que están con los trabajadores y ya no con los patrones (el gobierno Dilma, las prefecturas (intendencias o alcaldías) y gobiernos estaduales (provinciales) del PT son los “comités ejecutivos de los negocios capitalistas”).

Como corriente minoritaria de Conlutas, hemos batallado para que nuestra central supere esa política y se ponga a la altura de las tareas exigidas por la nueva situación nacional abierta por las jornadas de junio.

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