FT-CI

Polémica con el PSTU

Por qué los revolucionarios no deben apoyar la “lucha” de los bomberos

21/07/2011

El martes pasado (14) el site del PSTU publicaba un artículo firmado por su principal dirigente, Eduardo Almeida, con un colaborador, titulado “Polémica: por qué es correcto apoyar la lucha de los bomberos”, con el objetivo de combatir nuestra declaración política “Ningún apoyo al represor Sérgio Cabral ni al motín de los bomberos” (http://www.ler-qi.org/spip.php?article2966) publicada el día 5 de junio sobre el motín de los bomberos de Rio de Janeiro.

La dirección del PSTU en pocas horas posteó dos distintas versiones de su polémica en su sítio, en ambas recurre al método de las intrigas, mentiras y falsificaciones para acusarnos de calumniadores. Como de costumbre, no presenta cualquier prueba de lo que nos acusa. Como este partido dirige la CSP-Conlutas, y tiene peso de vanguardia en el movimiento estudiantil, deberá comprobar sus acusaciones contra una organización revolucionaria o una vez más quedará del lado de las corrientes pequeñoburguesas, sectarias y reformistas de todo tipo que buscan escapar de los debates de ideas, programas y tácticas con acusaciones irresponsables. No sería la primera vez y esperamos, sinceramente, que sea la última ya que ese método no se condice con un partido que se reclama trotskista, ¡justo la corriente más perseguida, calumniada y agredida en toda la historia del movimiento obrero! Así y todo, vamos al debate político.

¿“Neutralidad” o una firme posición de clase?

Eduardo Almeida inicia su polémica afirmando: “LER-QI divulgó un artículo ‘Ningún apoyo al represor Sérgio Cabral ni al motin de los bomberos’ en el que asume una postura de neutralidad en el conflicto. En un conflicto de esa magnitud, ante la represión del gobierno de Río de Janeiro contra la movilización de los bomberos, no existe neutralidad”.

En primer lugar es importante limpiar el terreno de confusiones. No existe ninguna neutralidad, la posición de LER-QI en el conflicto entre los bomberos militares de Rio de Janeiro y el gobierno bonapartista de Sérgio Cabral no es de ninguna manera neutral, sino una posición de clase. La LER-QI declara firmemente que la vanguardia y los trabajadores no pueden dejarse llevar por la “conmoción popular” y la falsa conciencia de que los bomberos son “héroes” y “salvavidas”, no pueden dejarse engañar apoyando fuerzas policiales por más que éstas no aparezcan en el día a día como represores y asesinos en los barrios obreros. La realidad con su participación en el morro de Mangueira puede ayudar a desconstruir esa visión, al menos a una vanguardia contraria a las UPP (Unidades de Policía Pacificadora). La LER-QI declara firmemente que los bomberos son policías militares, conforme el estado, pero siempre fuerzas represivas auxiliares, denuncia su vinculación con la represión e incluso atentados com bomba en la época de la dictadura militar. La LER-QI declara que los marxistas revolucionarios no consideran a los policías – civiles o militares, que actúen directa o indirectamente en la represión – como trabajadores y sí como agentes del Estado capitalista al servicio de imponerle a los trabajadores, a la juventud y a las masas el orden burgués, con la máxima violencia si hubiere resistencia. Estamos en contra de apoyar motines y movimientos policiales, en contra de considerarlos y tratarlos como trabajadores. En relación a las fuerzas de represión no hay ninguna neutralidad: estamos por la disolución de todo el aparato represivo, por lo tanto estamos en contra de apoyar e incorporarse a los movimientos policiales y sus reivindicaciones reaccionarias. Más salarios y mejores condiciones para los policías significa más represión contra los trabajadores, la juventud y las masas, en el presente y en el futuro.

En relación al gobernador Sérgio Cabral, para el que lea honestamente nuestra declaración, queda nítida nuestra denuncia al bonapartismo – autoritarismo y demagogia – de ese gobernante, su papel reaccionario en la “limpieza” de Rio de Janeiro para transformar a la ciudad en una “vitrina” en la Copa del Mundo y en las Olimpiadas. Decimos sin medias palabras: “Bajo su gobierno los trabajadores y la juventud de Rio de Janeiro no pueden esperar nada más allá de represión, muertes en tragedias anunciadas y una precarización generalizada de los derechos a la salud y educación.” El título de nuestra declaración no deja margen a dudas o confusiones: “ningún apoyo al represor Cabral”.

Como Trotsky explicaba, los sectarios y los oportunistas (dos caras de la misma moneda) acostumbran aislar uno o dos elementos de la realidad para justificar su esquematismo táctico y político. La dirección del PSTU confirma lo que dice Trotsky e intenta imputarnos una “neutralidad” que en realidad sería una “alianza de derecha”. En su esquema oportunista, solo habría dos “lados”(“campos”): con el gobierno Cabral o con los bomberos. Cabral sería la derecha y los bomberos la izquierda. Sin embargo, la realidad no concuerda con los centristas u oportunistas y sectarios. Quien está con los bomberos es la derecha – Bolsonaro, por ejemplo. Y el PSTU está en ese bloque. Nosotros, por el contrario, nos colocamos al lado de los trabajadores, en el sentido estratégico y no meramente táctico (apoyar o no una determinada mobilización). Y no estamos solos. La dirección del Sintusp, sindicato combativo que tiene como tradición combatir a la policía y a los órganos represivos, acaba de aprobar una declaración clasista contra el apoyo a los bomberos, que son parte de los órganos de represión. Al revés de la maniobra sectaria y oportunista de la dirección del PSTU, en el caso concreto de los bomberos de Rio existe una tercera posición, minoritaria, por cierto, pero una posición de independencia de clase: ni con los gobiernos ni con los órganos de represión. Los bomberos en la invasión policial del morro de Mangueira (el último fin de semana) desmienten a la dirección del PSTU en su esquema oportunista, ya que los “héroes bomberos” están “limpiando” la ciudad, es decir, cumpliendo el programa y la política demagógica y bonapartista del gobernador Cabral. ¡La realidad es la madre de la verdad! Y ahora, la dirección del PSTU convocará a sus militantes contra la invasión de Manguera – donde están los bomberos actuando como efectivos represores – o se callarán, tal vez, para no comprometer la “alianza con la policía”?

Un verdadero debate de estrategias

Como hasta el mismo Eduardo Almeida considera en su escrito, nuestra organización tiene la tradición de no dejarse llevar por el falso discurso de que todos los que “reciben salarios” son “trabajadores”. Desde nuestra fundación combatimos esa visión reformista. Buscamos siempre no dejarnos llevar por presiones del “sentido común” o la exigencia de respuestas tácticas, ya que estas resultan en adaptación al estado burgués y distanciamiento de las tareas históricas (estratégicas) del proletariado. La estrategia – constitución de una clase “en sí” en clase “para sí” (dirigente), lucha por el poder proletario, destrucción del Estado burgués, revolución proletaria, insurrección – determina la táctica. Sí, son diferencias estratégicas que se expresan en la discusión.

En su texto se habla de “estrategia” y aún de “tareas preparatorias”, incluso se alude a la idea de insurrección. Eduardo Almeida intenta vender la idea de que la política de apoyo a la policía y a los bomberos sería parte de una estrategia revolucionaria de armamento del proletariado. Sin embargo, involuntariamente da muestras de que su política de apoyo efusivo a las movilizaciones de aquellos sectores es fruto de lo contrario a una política audaz. En primer lugar es un escepticismo estratégico en relación a la clase trabajadora, a su potencialidad como sujeto revolucionario. La dirección del PSTU no cree firmemente en que la clase obrera puede salir de la actual situación y transformarse en clase dirigente, revolucionaria y hegemónica de los oprimidos y explotados. Este es un debate teórico a hacer con ese partido y su tradición morenista que se transformó, en la segunda posguerra, en corriente centrista que mantuvo hilos de continuidad con el trotskismo principista pero avanzó en la revisión de la Teoría de la Revolución Permanente, innovando con la Teoría de la Revolución Democrática (ver anteriores debates).

Trotsky, dirigente del Ejército Rojo, en Adónde va Francia, plantea: “Citando a Clausewitz dijimos que la guerra civil es la continuidad de la política por otros medios. Eso significa: el resultado de la guerra civil depende 1/4 , para no decir 1/10, de la marcha de la propia guerra civil, de sus medios técnicos, de la dirección puramente militar, y los 3/4 restantes, si no 9/10, de la preparación política. ¿En qué consiste esta preparación? En la cohesión revolucionaria de las masas, en su liberación de las esperanzas serviles en la clemencia, generosidad y lealtad de los esclavistas “democráticos”, en la educación de cuadros revolucionarios que sepan desafiar la opinión pública oficial y que sean capaces de exhibir ante la burguesía, cuanto más no sea, una décima parte de la implacabilidad que la burguesía exhibe ante los trabajadores. Sin ese temple, la guerra civil, cuando las condiciones la imponen – y siempre terminan por imponerla – se desarrollará en condiciones más desfavorables para el proletariado, dependerá en mayor medida de casualidades; y aún en caso de victoria militar, el poder se escapará de las manos del proletariado1.

Esto significa que antes de los momentos decisivos de la lucha de clases – enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución, vísperas de insurrecciones y guerras civiles – las organizaciones revolucionarias deben actuar en los sindicatos y organizaciones de lucha forjando una conciencia y una práctica de armamento del proletariado, con piquetes con destacamientos de combate, grupos de autodefensa y acciones contra los grupos facistas y órganos de represión para garantizar las manifestaciones y organizaciones proletarias y populares. Todo lo contrario de lo que hace la dirección del PSTU en los sindicatos y demás organizaciones donde dirige, ya que justamente en estos “tiempos de paz” pregona, junto con el PSOL y todos los reformistas y pacifistas, que sería “irresponsable” enfrentar a los fascistas, la represión y aún organizar piquetes de huelgas que combatan a los rompehuelgas y a los operativos represores. No faltan ejemplos de esta práctica pacifista, mientras se habla de “estrategia revolucionaria”. En el metro, en mayo, ese partido impidió la huelga del sector con argumentos de “responsabilidad” para “negociar”, haciéndole el coro al PSOL en el argumento de que “la justicia” y el “esquema de la empresa” (rompehuelgas entrenados para poner en funcionamiento al metro) no “permiten” huelgas. ¿Por qué ese partido, que dirige el sindicato, no mostró “su estrategia” en ese momento, organizando piquetes de combate para garantizar la huelga metroviaria, enfrentando a los rompehuelgas y la represión? ¿Cómo los metroviarios van a creer en sus fuerzas si sus dirigentes dicen que “no da para hacer huelga”?

Por lo tanto, lo más difícil es lograr que la clase trabajadora retome la confianza en sus propias fuerzas y rompa los límites impuestos por el régimen, liberándose de las ataduras impuestas por los “esclavistas democráticos”, como enfrentando el aparato represivo del Estado capitalista. En otras palabras, como subraya Trotsky, lo esencial es la preparación política del proletariado, no en palabras sino en actos. Eso abre un debate sobre cuáles son las vías para forjar esta moral al interior de la clase trabajadora hoy, en una situación en la que incluso lo que prima no son las tendencias revolucionarias.

La dirección del PSTU habla de estrategia revolucionaria, pero ¿qué contribuye más a formar la moral revolucionaria: la confianza y el apoyo de los trabajadores a las demandas de los motines de los órganos represivos del Estado, o la clara percepción de que la policía es asesina de trabajadores, negros y jóvenes en nombre de la defensa de la propiedad privada? Eso sin hablar de la educación política revolucionaria de sus militantes. ¿Qué moral es necesaria para decidir la guerra civil en favor de los trabajadores cuando ésta explote: la que pasó toda la situación preparatoria, en la que la tarea más importante de la vanguardia es no dejarse arrastrar por el flujo regresivo, como dice Trotsky, adulando a los policías y no organizándose para enfrentarlos y también a los facistas y paramilitares (que matan impunemente en el campo y en las ciudades), o la que fue educada en la independencia de clase y en el combate efectivo contra el pacifismo y no-violencia? ¿Qué militancia joven será capaz de ganarse la confianza de los trabajadores y ponerse activamente del lado de las luchas y de los piquetes: la que hace como la juventud griega, que se enfrenta a la policía y la denuncia como enemigos de clase, o la que trata a los policías como compañeros?

El problema de las inmensas fuerzas policiales que la democracia burguesa degradada de Brasil exhibe no es solo un problema de cantidad y de armas para la revolución, es un problema de la hegemonía proletaria sobre el conjunto de los explotados. Sin la incondicional denuncia de las fuerzas represivas y un programa por su disolución, ¿qué confianza sembrará la vanguardia del proletariado en los millones de pobres urbanos pisados día a día por estas mismas fuerzas? Sin este contingente, ¿cómo se puede siquiera pensar en la revolución en un país como Brasil?

Las tareas del proletariado nacional advienen de la situación internacional. Para ese partido y su corriente internacional (LIT) la independencia política de los trabajadores no es estragégica o un principio. Es lo que se puede extraer de la posición publicada, y no contestada, en un artículo (“¡Apoyo al pueblo libio para derrotar a Kadafi! ¡No a la intervención de la OTAN!”) en su site, a nombre del principal dirigente del PRT-IR del Estado español (de la LIT). En Libia, esta corriente, a pesar de estar en contra de la intervención de la OTAN, ha defendido que los gobiernos imperialistas que están en contra del dictador Kadafi hagan llegar armas a los rebeldes y a la población. Este partido enseña que es posible derribar a Kadafi con el imperialismo como aliado, negando la estrategia de independencia de clase y de que sea el proletariado y las masas libias las que ajusten las cuentas con ese dictador, único camino revolucionario para imponer, al mismo tiempo, una derrota al imperialismo y cualquier desvío “democrático” que la burguesía internacional busca como salida “segura” (para mantener su dominio) en ese país y en la región.

Una vez más, el proletariado no sería capaz de autodeterminarse y necesitaría de “aliados” entre las “fuerzas militares”. Por eso no se habla de soviets, de armamento general de la población y, significativamente, no se habla de milicias obreras, elementos derivados de una estratrategia revolucionaria – insurrección proletaria para destruir el estado burgués y sus fuerzas militares, para imponer una democracia de masas, soviética. En ese razonamiento no existiría contrarrevolución. Al contrario, Eduardo Almeida cree que es posible convencer pacíficamente al brazo de la contrarrevolución – las fuerzas militares y los órganos de represión burgueses – a “que se pase de nuestro lado”. ¡Y este “convencimiento” se daría recordándole a los órganos de represión que “un día” la CSP-Conlutas, el PSTU y la izquierda “apoyaron” las reivindicaciones de esos agentes de la contrarrevolución!

Trotsky deja claro en un sinfin de textos, prácticamente en todos aquellos en los que trata de revoluciones, de situaciones revolucionarias o prerrevolucionarias (como por ejemplo en ¿Adónde va Francia?, Revolución y contrarrevolución en Alemania, o en Historia de la Revolución Rusa, entre tantos otros), el papel decisivo que tiene la milicia obrera – tanto en los momentos anteriores, para el temple y al mismo tiempo la preservación física de la vanguardia proletaria. No es menos claro en afirmar que la principal “tarea preparatoria” en ese sentido, cuando aún no es la de armar directamente la milicia, son los piquetes de huelga y otros destacamientos de combate.

Trotsky, en Los problemas de la táctica revolucionaria (escrito en 1921) alertaba a toda la vanguardia y a la clase obrera mundial a que se prepararan para enfrentar momentos decisivos de vida o muerte, ya que la burguesía, a pesar de estar condenada históricamente, no entregaría su condición de clase dominadora si la clase obrera no mostrase todo su valor y firmeza. “La guerra y sus consecuencias terribles [...] mostraron a la burguesía el peligro amenazador de su perdición. Hecho que elevó al más alto grado su instinto de conservación de clase. Cuanto más grande es el peligro, más una clase, así como un individuo, tensiona todas sus fuerzas vitales en la lucha por su conservación. [...] La burguesía había creado y destruido todo tipo de regímenes. [...] Toda esa rica y variada experiencia, que penetró en la sangre y en la médula de los elencos dirigentes de la burguesía, sirve hoy para conservar su poder a cualquier precio. Ella actúa con tanta más inteligencia, fineza y crueldad cuanto el peligro que la amenaza es reconocido por sus dirigentes”. Una de las tareas preparatorias esenciales de los revolucionarios es orientar y educar a la vanguardia y a los proletarios de que la crisis capitalista mundial y la decadencia del imperialismo reservan un futuro de combates mortales y no un tiempo de concesiones o reformas graduales. Cuanto más cercana esté la decadencia, la burguesía (su estado y sus instituciones) será aún más feroz, cruel y guerrera. La vanguardia y la clase obrera tendrá que escuchar: “es necesario que sepas que vas a perecer bajo las ruinas de la civilización, si no derrotas a la burguesía”. ¿En qué las tácticas del PSTU hacia los aparatos represivos contribuyen en la preparación de esa estrategia revolucionaria de Trotsky?

Defendemos las lecciones de la III Internacional en su época revolucionaria y no su degeneración centrista y después stalinista

El dirigente del PSTU reivindica las resoluciones del II Congreso de la III Internacional para justificar su apoyo a la política militar alegando que es “una de las condiciones para la admisión de un partido en la Internacional (…) la propaganda y una agitación sistemática y perseverante entre las tropas”. Se olvida, sin embargo, de decir que el Congreso se realizó en julio de 1920, en el período post Primera Guerra Mundial, después del triunfo de la Revolución Rusa y en medio de la guerra civil de 14 países contra los rusos, en el marco de que estaban dadas las condiciones revolucionarias en toda Europa.

Acto seguido, el dirigente del PSTU utiliza el texto “El trabajo militar revolucionario sobre las fuerzas armadas de la burguesía, IOSSID S: UNSCHLIT” para afirmar que “en las instrucciones de la IIII existían propuestas concretas de cómo desarrollar este tipo de trabajo [conducir una agitación sistemática y perseverante entre las tropas]”. Hay otro “pequeño” detalle del texto que Eduardo Almeida utiliza como referencia (¿por qué no usa a Trotsky?). Ioussif en este período era parte de la reacción burocrática, stalinista, contra la revolución rusa. El texto tiene fecha de 1928, año del exilio de Trotsky, y se refiere en algunos pasajes al VI Congreso de la IC. La tradición trotskista, común a nosotros y al PSTU, reivindica la III Internacional hasta el IV Congreso, o sea, antes de su degeneración centrista y después stalinista. Salteándose esto, hay cosas interesantes en el texto del stalinista y que contradicen absolutamente la línea política defendida por Eduardo Almeida.

En el texto de Ioussif aparece una preocupación ausente en la estrategia de Eduardo Almeida: la necesidad de que el proletariado se arme como precondición a todas las otras tácticas de división de las fuerzas armadas de la burguesía. El autor escribe: “De esto se extrae simplemente que la preparación de la insurrección proletaria debe ocurrir no solo mediante el trabajo revolucionario al interior de las fuerzas armadas de la burguesía sino también a través de la creación de unidades armadas propias del proletariado que estén en condiciones de enfrentarse, con armas en la mano, con los sectores de las tropas regulares de la burguesía que permanezcan intactos. No se debe olvidar que, en el momento de la insurrección proletaria, la lucha por las fuerzas armadas ha de ser también conducida con armas”.

Eduardo Almeida, interesadamente, cita solo partes del texto que le interesan a su amalgama confusionista, para intentar justificar así el apoyo a todos los motines policiales. No cita a Ioussif cuando afirma que una de las tareas de los revolucionarios es desenmascarar el “verdadero carácter” de las tropas regulares de la burguesía (policía civil y militar) para que sean “aborrecidas por la población”. “Aborrecidas” no “apoyadas”. Para Eduardo Almeida, y su esquema, no importa que aún este texto de la III Internacional determine que el proletariado revolucionario debe considerar, para su táctica en relación a las fuerzas armadas, como segundo criterio “los métodos de reclutamiento”. O sea, si los proletarios ingresan “por libre y espontánea voluntad” en la policía o como “reclutas” (servicio militar obligatorio) en el ejército. Aun el centristas Ioussif desmiente a Eduardo Almeida al escribir que las “reivindicaciones parciales” en favor de los soldados pueden ser utilizadas en “situaciones concretas” pero vinculadas a las reivindicaciones centrales como “disolución de las fuerzas armadas mercenarias, tropas de cuadros y comandos profesionales”, “desarme y disolución de la policía civil, de la policía militar y de otras tropas especiales de guerra de la burguesía”, entre otras. Esta parte Eduardo Almeida, “olvidó” de citar, ¿tal vez porque desmentiría la “neutralidad”, “pacifismo” y “falta de estrategia” de la LER-QI?

En Un programa de acción para Francia, Trotsky expresaba sin cualquier confusión o juego de palabras la política revolucionaria ante la policía y el ejército (lo que antes aparecía en Ioussif). El propio título del punto 10 del programa era “disolución de la policía, derechos políticos para los soldados”, y terminaba afirmando la diferencia incontestable entre las tropas del ejército y de la policía: “todas las policías, ejecutoras de la voluntad del capitalismo, del estado burgués y de sus bandas de políticos corruptos deben ser disueltas”, proponiendo que la clase obrera (y sus organizaciones) no confiaran en los oficiales ni en las instituciones del estado burgués y solo en sus propias fuerzas para garantizar que “la ejecución de las tareas policiales quedara a cargo de las milicias obreras”.

¿“Pequeñas maniobras, o una definición cientifica de clase?

Siguiendo con su confusionismo, los autores del texto afirman: “la LER intenta escapar de esta discusión estratégica, apelando a algunas maniobras. La primera es que, como los policiales no son trabajadores, es incorrecto apoyar sus huelgas.”

Estamos realmente sorprendidos que el PSTU ahora declare en su artículo polémico que coincide con nosotros afirmando que “evidentemente los policías no son parte del proletariado”. Sin embargo, esa afirmación no pasa de una maniobra. En otro párrafo reafirma que “venden su fuerza de trabajo”, o sea, “como cualquier otro trabajador”. Este partido lleva, hace años, decenas de textos explicando que los policías son “trabajadores”. En algunos textos aparece el concepto de “trabajadores de seguridad”. En los conflictos de la lucha de clases, cuando la policía viene a reprimir, el PSTU es el primero en agitar: “Usted ahí parado, también es explotado”. De este nuevo concepto revisionista nace todo el programa y la táctica en relación a los aparatos represivos y la justificación para apoyar los motines policiales, independiente de las reivindicaciones y del sentido que adquieran en la situación concreta. En Revolución y Contrarrevolución en Alemania, Trotsky afirma “El hecho de que los agentes de policía hayan sido reclutados en gran parte entre los obreros socialdemócratas no quiere decir absolutamente nada. Aquí también la existencia determina la conciencia. El obrero que se torna un policía al servicio del Estado capitalista es un policía burgués, no un obrero.”

La adaptación del PSTU a los fenómenos y la separación entre estrategia y táctica

Las posiciones defendidas por el PSTU muestran una contradicción entre la estrategia que dicen defender y sus tácticas. La estrategia aquí es siempre una especie de “justificativo” para la táctica, externa a ella, que por así decir como que “redime” a los pequeños pecadillos del día a día. En la tradición marxista revolucionaria existe una conexión propiamente dialéctica entre esos dos momentos: la estrategia se manifiesta concretamente en la táctica. No se puede creer en ninguna supuesta “estrategia” que no lo haga, que no encuentre en las tácticas concretas sus “encarnaciones” La distinción entre táctica y estrategia es una cuestión vital para pensar la política del proletariado. Sin embargo si damos a esa separación un carácter mecánico, las tácticas rápidamente se transforman en una especie de vale todo, y la estrategia una cobertura de izquierda que no permite ver el sentido objetivo de las acciones.

En el morenismo, corriente teórica que el PSTU reivindica, ese vínculo orgánico está roto y por eso es posible ir de táctica en táctica. Esta es la base para que las tácticas se distancien de un carácter revolucionario. En el caso actual, esto se expresa en que el PSTU (acompañado en esto por el PSOL) eligió un lado: en nombre de “seguir a las masas” y a la opinión publica, se colocan en la línea de frente del bloque en defensa de los bomberos y de sus reivindicaciones. Ni siquiera miran al lado para ver que en este bloque estaban junto con el principal exponente de la extrema derecha del estado de Rio de Janeiro.

Los bomberos públicamente llamaban a los demás policías militares, civiles y federales a incorporarse al movimiento, con slogans como “somos todos hermanos”. Poco importaba al PSTU y al PSOL si entre las principales reivindicaciones de los policías-bomberos estaban: volver a ser vinculados a la Secretaría de Seguridad Pública o de Defensa Civil, conforme manda la Constitución, ya que son policías militares y no aceptaban continuar trabajando para la Secretaria de Salud. O sea, mientras decían que los bomberos eran trabajadores eran desmentidos por los hechos, ya que los bomberos se movilizaron justamente para tener las mismas condiciones que todas las PMs (Policías Militares), duplicando su salario de R$1.031 a R$2.000. Y ahora se movilizan por el PEC 300, una reivindicación del conjunto de los “hermanos en armas”. ¿El PSTU los acompañará en esto como parece indicar el texto “Dilma, Palocci y la vuelta de las movilizaciones sociales” de su presidente nacional, Zé Maria que figura en su site?

Un detalle: los profesores del estado de Rio sin nivel superior, dirigidos por estas corrientes, reciben R$ 610 mensuales. ¿Por qué estos partidos de izquierda defienden con tanto fervor y disposición que los policías ganen el salario mínimo aproximadamente igual al del Dieese (lo que manda la Constitución) pero no son capaces de exigir y luchar firmemente para que los profesores, que reciben salarios menores que los policiales, tengan el salario del Dieese? ¿Por qué la dirección del PSTU llevó a sus militantes y a su juventud a vestir color rojo y la inscripción “somos todos bomberos” pero en ningún momento tuvo la misma osadía de hacer valer la inscripción “somos todos profesores”?

La importancia del debate estratégico

Eduardo Almeida cuestionó nuestra estrategia. Aunque no podamos tratar varios temas creemos que mostramos, primero, que la dirección del PSTU no actúa bajo la concepción que Lenin y Trotsky tenían de la estrategia sino en una particular separación de los medios y los fines. Trotsky en “Stalin, el gran organizador de derrotas”, editada recientemente por la editoral de este partido, afirma: “La concepción de la estrategia revolucionaria ganó raíces recién en los años de la posguerra, y en el comienzo indudablemente bajo la influencia de una terminología militar. Pero esto no quiere decir que ganó raíces accidentalmente. Antes de la guerra hablábamos apenas de las tácticas del partido revolucionario: esta concepción era suficientemente adecuada a los métodos sindicales y parlamentarios entonces predominantes que no sobrepasaban los límites de las tareas y reivindicaciones del día a día. Por concepción táctica entendemos un sistema de medidas que sirven a una tarea corriente o a una simple rama de la lucha de clases. Estrategia revolucionaria, al contrario, abarca un sistema combinado de acciones que, juntas, por su consistencia y crecimiento, deben llevar al proletariado a la conquista del poder.”

Como señala Trotsky, y es fácilmente observable mirando solamente los títulos de diversos libros de Lenin antes de 1914, se hablaba en teoría marxista y táctica de partido revolucionario. Fue la gran revolución rusa de 1917 y antes de ella la de 1905, las que hicieron avanzar y clarificar la estrategia del proletariado, y cómo la táctica se subordina a la estrategia. Trotsky argumenta en Lecciones de Octubre que la falta de cuestionamiento sobre la “táctica de las tácticas” –la insurrección- y la preparación del partido para esta tarea, era una señal de cómo hasta 1917 aún los bolchevique tenían mucho en común con la socialdemocracia y sus tácticas parlamentarias, sindicalistas y municipales, todas separadas de la cuestión estratégica, que es para Trotsky “apoderarse del poder”; también explica que, aún la III Internacional en su período revolucionario, al no detenerse detalladamente en esta cuestión, mostraba un desvío.

Este avance de los revolucionarios rusos fue producto de su experiencia programática y concreta para apoderarse del poder desde su formación, pasando por la revolución de 1905. Pero también del estudio del gran teórico militar prusiano Carl Von Clausewitz, no solo “por las cuestiones militares” en sí mismas sino para pensar la estrategia del proletariado. El prusiano había formulado su teoría pensando en Estados nacionales y cómo convertir su Prusia en nación dominante de Europa, sin embargo en su teoría se encuentra una dialéctica de medios y fines a la que los revolucionarios no dudaron en beber críticamente. Es de él la famosa frase que la guerra es la política continuada por otros medios. En su obra La guerra, al contrario de todos los dictámenes de su época, no aparece como un conjunto de ecuaciones y geometría de tropas sino compuesta de peligros imponderables, de azar, y antes que nada, de las fuerzas intelectuales y morales del ejército, de los comandantes y su Estado Mayor. Para él la “estrategia se ocupa del encuentro (la unidad de combate, el duelo, la batalla, los aspectos tácticos de una campaña o la propia pluralidad de combates que componen una táctica) pero su teoría en sus consideraciones debe integrar el agente de esta actividad específica, esto es, las fuerzas armadas en sí mismas y las principales relaciones, siendo el encuentro determinado por ellas y ejerciendo sobre ellas sus efectos inmediatos. El propio encuentro debe ser estudiado bajo el ángulo de sus resultados posibles así como de las fuerzas morales e intelectuales que utiliza. La estrategia es la utilización del encuentro para alcanzar la finalidad de la guerra” [1].

Lenin y Trotsky se apoderaron de estas definiciones para medir y preparar partidos para la insurrección, complementando y corrigiendo a Clausewitz en su aspecto fundamental. Si la guerra es la política continuada por otros medios, la guerra a ser trabada también tenía que expresar una política de clase del proletariado, de ahí la famosa consigna “transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria”. En ningún momento las consideraciones de clase y de la política revolucionaria del proletariado abandonan el campo de batalla, sea en las tácticas aisladas y ni hablar en sus más altas expresiones, en los combates y guerras.

En nuestros días, una de las tareas planteadas es luchar en contra, y no apoyar, el aparato represivo del Estado capitalista. Esta es una táctica que concretiza la tarea estratégica clave de fomentar el odio de clase contra las fuerzas represivas, siendo una condición fundamental para forjar la independencia política de la clase trabajadora contra la burguesía. Es justamente en este punto que nuestro polemista inicia su debate huyendo de las tradiciones revolucionarias. La polémica está abierta.

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    ADICIONALES
  • [1Da Guerra, Martins Fontes, San Pablo: 2003, p. 171

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El año que termina estuvo signado por la mayor conflictividad laboral en más de 15 años. Si bien finalmente la mayoría de los grupos en la negociación salarial parecen llegar a un acuerdo (aún falta cerrar metalúrgicos y otros menos importantes), los mismos son un buen final para el gobierno, ya que, gracias a sus maniobras (y las de la burocracia sindical) pudieron encausar la discusión dentro de los marcos del tope salarial estipulado por el Poder Ejecutivo, utilizando la movilización controlada en los marcos salariales como factor de presión ante las patronales más duras que pujaban por el “0%” de aumento. Entre la lucha de clases, la represión, y las discusiones de los de arriba Construyamos una alternativa revolucionaria para los trabajadores y la juventud

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