Elecciones Brasil
Puja salarial y la crisis del pacto lulista
26/09/2014
Puja salarial y la crisis del pacto lulista
Por primera vez en muchos años los sindicatos metalúrgicos de la CUT (central sindical ligada al PT) en San Pablo tienen dificultades para conseguir aumentos salariales por encima del índice oficial de inflación. La patronal alega que hay recesión económica, mientras la CUT y el PT hacen acusaciones de que es un intento de debilitar la candidatura de Dilma Rousseff para beneficiar a Marina Silva.
La economía se está enfriando, el consumo cae, el desempleo y la inflación aumentan. En todos los sectores los empresarios amenazan con ajustes crecientes. Se dirigen hacia el choque con un movimiento obrero que, tras las grandes manifestaciones del año pasado, protagonizó de una de las mayores oleadas de huelgas de los últimos veinte años. Las manifestaciones de junio golpearon al PT y a todos los partidos tradicionales. La oleada de huelgas cuestionó a las direcciones sindicales, en las que en ocasiones los trabajadores desbordaron a las direcciones alejadas de la base. Por izquierda y por derecha el pacto lulista está amenazado.
Tres momentos de la oleada de huelgas
Desde mayo, podemos definir por lo menos tres grandes coyunturas para las huelgas.
La primera abierta por el gran triunfo de los barrenderos de Río de Janeiro, al inicio de marzo. Los barrenderos aprovecharon el carnaval carioca para lanzar la huelga. Primero derrotaron a la burocracia vendida. Después se enfrentaron a la Justicia laboral desafiando sus decisiones. Se mantuvieron firmes ante el despido de trescientos trabajadores. Gracias al enorme apoyo popular y a la organización de base obtuvieron un triunfo histórico. Conquistaron casi el 40% de aumento (cuando la inflación era cerca del 7% anual). La patronal y el gobierno fueron tomados por sorpresa.
Luego de esta primera sorpresa, la patronal cerró filas para defender los límites del pacto de aumentos apenas por encima de la inflación. Algunas huelgas económicas ofensivas fueron derrotadas como ocurrió con el transporte de San Pablo.
En la actualidad, sectores de la industria toman la iniciativa para intentar imponer acuerdos salariales por debajo de la inflación oficial, preparando ataques más profundos para después de las elecciones (otros, menos afectados por la economía, como en el caso de los bancos, intentan mantener el pacto).
La difícil situación del sindicalismo petista
El sindicalismo petista se encuentra en una situación difícil, presionado por tendencias contrapuestas. Apuestan con todo a las elecciones, intentando mostrar que con Marina Silva Brasil volvería a la época de la ofensiva neoliberal. Es un discurso que tiene llegada, sobretodo en los sectores sindicalizados y mejor organizados. La fuerza electoral de los sindicatos petistas puede hacer que la balanza se incline hacia Dilma en el segundo turno contra Marina Silva.
Sin embargo, su legitimidad como dirección sindical se encuentra amenazada. Por un lado, intentan dejar en claro a la patronal que siguen siendo capaces de controlar y evitar conflictos. Por otro, necesitan mostrar a los trabajadores que son capaces de poner un límite a los ataques de la patronal y mantener el pacto de pequeños aumentos por encima de la inflación. Un equilibrio cada vez más difícil después de Junio y de las tendencias recesivas de la economía. Gane Dilma o Marina, la crisis de legitimidad de las direcciones sindicales, incluso petistas, será una fuente de inestabilidad para el futuro gobierno.
La utilidad de Marina Silva
Para aplicar ajustes más profundos contra los trabajadores, la patronal necesita debilitar al sindicalismo petista, que tiende a querer preservar un pacto que le garantice el control del aparato sindical. Marina Silva encaja perfectamente con esos intereses, porque al contrario de Aécio Neves, tiene posibilidades reales de derrotar a Dilma en un segundo turno. El PT fue un partido ideal para un momento, el del pacto basado en pequeñas concesiones. Para pasar al ataque, muchos sectores patronales prefieren contar con un gobierno más débil, como sería el de Marina Silva comparado con un nuevo gobierno de Dilma, pero más distante de los sindicatos.