Cumbre del Mercosur en San Juan
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06/08/2010
La 39ª cumbre del Mercosur en San Juan fue presentada como un hito por Lula y Cristina debido a los acuerdos alcanzados, principalmente el aduanero y otros que reforzarían la “asociación estratégica” entre Argentina y Brasil y al bloque comercial. Si bien estos favorecen los intereses de los grupos capitalistas más fuertes en la región, no por eso hay pleno consenso y tanto en Argentina como en Brasil la oposición de derecha cuestiona la política de ambos gobiernos. En Brasil, el candidato “tucano” Serra y los grandes medios opositores critican a Lula por “subordinarse” a Chávez, “perder tiempo” con el Mercosur y no hacer respetar los intereses de los exportadores brasileños a Argentina, presionando por una línea de acercamiento más directo a Estados Unidos y los grandes bloques económicos de Europa y Asia. En Argentina, la oposición está dispuesta a combatir cualquier cosa que pueda beneficiar a los K antes de las elecciones de 2011 y también preferiría una política de alineamiento más franco en lo económico y político con el imperialismo.
Fotos sonrientes con el fondo de la tensión regional
Más allá de las fotos, discursos y declaraciones oficialmente optimistas de rigor, hay que señalar que en esta reunión se reflejó el momento de polarización regional bajo la presión imperialista, expresada en la crisis entre Colombia y Venezuela a raíz de las provocaciones de Uribe (acusando a Chávez de permitir la actividad de las FARC en su lado de la frontera) que llevaron a la ruptura de relaciones entre ambos países. Que Uribe llevara ese planteo a OEA y que después la mediación, a instancias de Brasil, fuera trasladada a UNASUR y a su actual Secretario, Néstor Kirchner, expresa las pugnas en torno al orden regional entre los defensores del statu quo de la OEA , donde Estados Unidos tiene influencia decisiva, y los que apuestan a fortalecer un bloque sudamericano en torno a Brasil a través de UNASUR, para tener mayores márgenes de regateo con el imperialismo. El estrecho acercamiento que mostraron Lula y Cristina en toda la cumbre pretendió asentar la imagen de un eje “progresista” o de centroizquierda moderada entre Brasilia y Buenos Aires, frente al polo más proimperialista y derechista representado por Bogotá (que mando sólo funcionarios de segunda línea a la cumbre) y el polo nacionalista y con retórica antinorteamericana liderado por Chávez.
Que Chávez no asistiera a al reunión debido a una “gripe” políticamente oportuna favoreció esto. Pese a la tesis “clariniana” que ya anuncia un fracaso en la mediación de Kirchner porque no hubo novedades en San Juan, lo cierto es que sólo después del 7 de agosto, cuando Santos remplace a Uribe en el Palacio de Nariño, será posible que se restablezcan negociaciones entre Colombia y Venezuela, por lo que UNASUR no tiene ningún apuro en “quemar” su capacidad de mediar.
“Integración” de la mano del gran capital y subordinada al imperialismo Lula se lleva de la cumbre un refuerzo del papel de Brasil como líder regional y los K reciben un importante espaldarazo, expresado entre otras cosas en el apoyo brasileño al reclamo argentino por Malvinas recogido en la cumbre.
Pero los acuerdos no pueden ocultar las múltiples contradicciones entre los socios, ni la pose discursiva de autonomía ante el imperialismo alcanza para ocultar la subordinación al mismo, expresada en la entrega de recursos naturales, el saqueo por las transnacionales y la banca, el pago de la deuda externa, el “olvido” del reclamo por las bases yanquis en Colombia y contra el fraudulento gobierno de Pepe Lobo en Honduras, etc. El acuerdo aduanero después de 7 años de negociaciones, que si es aprobado en los distintos países miembros, permitiría avanzar hacia una Unión Aduanera, con legislación y derechos comunes a los países miembros del Mercosur, fue alcanzado gracias a una previa reunión entre Cristina y Pepe Mujica (la distensión de las relaciones entre Argentina y Uruguay se basa en la aceptación de las actividades de las transnacionales pasteras). Pero este acuerdo, lejos de ser un paso hacia una real integración económica de nuestros países, responde a los intereses de las grandes transnacionales y grupos económicos locales que se benefician de un “mercado ampliado”, como son las automotrices, ciertos grupos industriales y financieros o los monopolios del Agrobusiness, y no pone fin a las constantes disputas comerciales entre empresarios de ambos lados de la frontera que periódicamente agrian las relaciones entre los socios. Además, era un reclamo del imperialismo europeo, cuyos monopolios exigen reglas favorables y unificadas para avanzar en las negociaciones de “libre comercio” entre la Unión Europea y el Mercosur.
El publicitado compromiso para unir esfuerzos en un desarrollo nuclear compartido entre Brasil y Argentina tiene el “pequeño inconveniente” de que la política nuclear argentina está subordinada al milímetro a las exigencias norteamericanas, que no por nada consideran a Buenos Aires un “modelo” en ese sentido y cuentan con ello para seguir de cerca y condicionar cualquier paso que dé Brasil. Por parte, la línea de “potencia emergente” y “actor global” que practica Lula buscando más autonomía en la política internacional brasileña ya lo llevó a tener roces con Washington como en la propuesta firmada con Turquía e Irán para abrir negociaciones con este país y que fue torpedeada abiertamente por Obama. Aunque Cristina diga que “A nadie le puede caer mal que alguien interceda para la resolución de un conflicto”, lo cierto es que la política argentina hacia Medio Oriente es opuesta, plegándose abiertamente al campo israelí y norteamericano contra Teherán.
Los trabajadores y la unidad del Cono Sur y toda América Latina La política de los Lula, Kirchner, Mujica y Lugo se reduce en última instancia a regatear como tenderos buscando beneficios para las burguesías respectivas, y sin cuestionar la sumisión semicolonial de nuestros países. La vanguardia obrera brasileña y argentina, en primer lugar, deben levantar una política propia, basada en la solidaridad de clase, el apoyo mutuo en la lucha contra los capitalistas y el antiimperialismo consecuente, contra los planes burgueses con discurso “progre” o más o menos nacionalista de una integración subordinada al capital extranjero.
La necesaria unidad económica y política entre los pueblos de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y toda la región no va a ser alcanzada por la vía de acuerdos como estos, modelados por las necesidades del gran capital, basados en la explotación de los trabajadores y la entrega a las transnacionales. Esa gran tarea histórica sólo la puede resolver la unidad del movimiento obrero y de masas tomando en sus manos la lucha continental por expulsar al imperialismo y construir una federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.