Reunión del "Grupo de Rio": Bajo el signo de la crisis y la presión imperialista
La nueva “Comunidad latinoamericana” en discusión
26/02/2010
Treinta y tres jefes de Estados de la región se reunieron en Cancún, México, del 20 al 22 de febrero y acordaron avanzar hacia una “Comunidad de América Latina y el Caribe” sin Estados Unidos ni Canadá.
La cumbre se efectuó en un escenario político teñido por las contradicciones que generan en América Latina los efectos de la crisis capitalista internacional y la presión de Estados Unidos.
Así, si bien en la mayoría de los países sudamericanos la desaceleración fue “suave”, en 2009 las exportaciones regionales se redujeron un 24%, países como México cayeron en recesión y otros encaran problemas financieros crecientes. Los “temblores” en la economía mundial ponen en cuestión las perspectivas de recuperación auguradas para este año.
Por otra parte, Estados Unidos, aunque enfrenta enormes dificultades económicas y políticas en la arena internacional, está desarrollando una línea más ofensiva para recuperar autoridad en América latina y el Caribe y ponerle límites al “populismo”, es decir, a los diferentes grados de “indisciplina” de los gobiernos locales ante sus exigencias económicas y políticas. De esta manera, están cada vez más condicionados y tienden a reducirse los márgenes de maniobra con que contaron los países latinoamericanos en los últimos años, subproducto de la crisis de hegemonía de Estados Unidos (obligado a concentrar sus esfuerzos en Irak y otras áreas) y de las relaciones de fuerza impuestas por el ascenso latinoamericano de inicios de la década que derribó a varios gobiernos neoliberales.
Así, hemos visto en Honduras “legitimar” el golpe con las antidemocráticas elecciones que llevaron a la presidencia a Lobo, o en Haití la reciente demostración de fuerza desembarcando miles de “marines” so pretexto de ayuda humanitaria. Política que también se expresa en el refuerzo de los dispositivos militares del Pentágono orientados hacia la región, desde los acuerdos con Uribe que añaden nuevas bases yanquis y extienden el Plan Colombia, a la reactivación de la Cuarta Flota.
Esto favorece además la recuperación de la derecha política, como muestran el triunfo del empresario Piñera en Chile y de la neoliberal Laura Chinchilla en Costa Rica, alentadas por las exigencias del gran capital nacional y extranjero, que, ante la crisis, reclama planes económicos más funcionales a sus intereses, recomponer relaciones con el imperialismo y rechazar las veleidades populistas.
Sin embargo, esto no significa que los “vientos reaccionarios” que soplan sobre América latina se impongan fácilmente, sino que se generan mayores contradicciones y polarización, lo que a nivel de las relaciones interestatales, se expresa en los distintos alineamientos y fricciones que cruzan a toda la región.
Entre los disensos y la conciliación
La reunión estuvo teñida por roces y controversias mal disimulados, tanto como por algunos tibios reclamos al imperialismo.
El pronunciamiento de solidaridad con la demanda por Malvinas fue un éxito diplomático para el gobierno argentino, pero subrayándose que las tratativas sobre las islas deberían ajustarse a las resoluciones de la ONU. Lula, respaldó el reclamo criticando la “ineficacia” de la ONU, el “unilateralismo” de las grandes potencias y al actual Consejo de Seguridad controlado por éstas, abonando las aspiraciones a que Brasil pueda ingresar como miembro en un Consejo modificado (tanto como el interés brasileño en asociarse vía Petrobras, Repsol y Pan American Energy, con Argentina en la exploración petrolera de la plataforma continental).
El caso de Honduras (que no fue invitada a participar porque aún la OEA no revisó su exclusión) no fue tratado. Pero Brasil retrocedió a limitarse a plantear que se deje volver a Zelaya y Chávez se resignó a dejar en manos de la “diplomacia centroamericana” la cuestión, con lo que todos se disponen a capitular a la salida impuesta por los golpistas y EE.UU.
“De esto no se habla” decidieron los presidentes ante las bases norteamericanas en Colombia, aunque el choque verbal entre Uribe y Chávez puso de manifiesto que su instalación y el rol de “gendarme local” al servicio de los yanquis que se atribuye el régimen colombiano son una amenaza regional.
Y en cuanto a Haití, tampoco se denunció la intervención militar norteamericana, ni se reconoció el rol proimperialista que jugaron los gobiernos latinoamericanos involucrados en la ocupación a través de la MINUSTAH, limitándose a plantear la coordinación y aumento de la ayuda para darle más presencia a Latinoamérica.
¿Hacia “una OEA sin el imperio”?
Evo Morales anunció que esa sería la decisión a tomar en Cancún. Chávez, como Raúl Castro, se felicitaron también por esta “decisión histórica”. Con eso no hacen sino embellecer una iniciativa conciliadora con Estados Unidos y disimular su propia subordinación a la misma, pues más allá de la retórica, lo discutido en esta XXI cumbre del Grupo de Río [1] fue muy distinto a un rumbo de ruptura política con el imperialismo.
En efecto, con la nueva institucionalidad latinoamericana en debate se busca responder a la crisis de un orden semicolonial regional que ya no puede ser gestionado de manera viable a través de la vieja OEA, aunque no se pretende romper con ésta sino complementarla, como aclararon Insulza, Bachelet y otros, coincidiendo con las declaraciones contemporizadoras de altos funcionarios norteamericanos como Valenzuela y Shannon.
No es casual que la “Declaración de Cancún” adoptada por los 33 jefes de Estado incluya entre sus ejes la “preservación de la democracia y de los valores democráticos, la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho “, reconozca una agenda de seguridad centrada en el “terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, el problema mundial de las drogas y los delitos conexos, el crimen transnacional organizado, el tráfico ilícito de armas… y busque promover “iniciativas de integración de alcance regional y subregional, multilateral y bilateral, y abiertas al comercio internacional, lo que incluye la “convergencia” de un México atado al NAFTA, los TLC firmados por Chile, Colombia, Costa Rica, etc. o el MERCOSUR, en un esquema de “integración” adecuado a los intereses de las transnacionales y las “translatinas”.
La “Comunidad de América Latina y el Caribe” concebida con una “agenda común” para todos sus miembros apuntaría a desdibujar UNASUR (impulsada por Brasil) y encuadrar a Chávez y el ALBA. Sin embargo, Brasil acepta esta iniciativa aspirando a que de todas formas podría ampliar su influencia y pretensiones de liderazgo regional [2], y como parte de una táctica de asociación con México, Lula ya propuso discutir un TLC bilateral al mismo tiempo que con una política
El proceso de conformación de la “Comunidad” durará uno o dos años y queda bajo la presidencia “pro tempore” del Grupo de Río que asume en breve Sebastián Piñera, una garantía adicional de que los intereses de Washington serán precautelados en las largas negociaciones por venir.
Por lo pronto, la próxima visita de Hillary Clinton a Brasil, Chile y otros países de la región buscará acuerdos con sus aliados y discutir temas como las relaciones con Irán, la cuestión de Malvinas o la propia idea de una organización paralela a la OEA, poniendo límites a los gestos de autonomía.
Fuera el imperialismo de Haití, de Malvinas y de toda América Latina
La liberación del imperialismo no se logrará mediante los acuerdos diplomáticos entre los gobiernos burgueses ni con la retórica de los nacionalistas que terminan subordinándose, sino por el camino de la movilización de los trabajadores, los campesinos y pueblos indígenas, los sectores populares de todo el continente.
Hoy, los pasos que hay que dar son la solidaridad obrera y popular con el pueblo de Haití exigiendo el retiro inmediato de las tropas yanquis y de la MINUSTAH que lo mantienen sojuzgado. Así como el rechazo a las bases yanquis en Colombia, la denuncia de lo ocurrido en honduras, el reclamo de devolución de las Islas Malvinas a Argentina. Hay que poner fin a la sangría de la deuda externa, el saqueo de los recursos naturales, la depredación ambiental por las transnacionales, la ingerencia y agresiones imperialistas contra los pueblos latinoamericanos.
La clase trabajadora debe tomar en sus manos estas consignas, preparándose para acaudillar la lucha continental hasta expulsar al imperialismo y soldar la necesaria unidad económica y política de nuestros países construyendo por vía revolucionaria una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.
NOTASADICIONALES
[1] Si hacemos un poco de historia, basta recordar que el Grupo de Rio, nació en los ‘80 para imponer los acuerdos de Contadora que llevaron a la derrota por la vía de la “rendición negociada” de las direcciones guerrilleras a la revolución nicaragüense y salvadoreña…
[2] Liderazgo que Washington acepta parcialmente, en la medida en que le sirve para mantener el orden regional y “moderar” a Chávez y Evo Morales, pero rechazando darle un estatuto de “potencia” que afloje más la subordinación brasileña al imperialismo.